CUANDO una institución o un colectivo de personas cumple un aniversario, suele celebrar un recorrido que se alarga durante 25, 50 ó 100 años, e incluso más. Sin embargo, lo que realmente se conmemora en estas ocasiones es la vida, el trabajo y la aportación de quienes han formado parte de esa entidad. Es lo que Tecnun, la Escuela de Ingenieros de la Universidad de Navarra en Donostia, reivindica en el libro que ha publicado recientemente con motivo de su medio siglo de trayectoria: "Una historia a la que han contribuido miles de personas: alumnos, profesores, personal no docente, padres y madres, investigadores, autoridades públicas, empresarios... quienes han sido y son su motor".
Ese "combustible humano", según defienden los responsables de la facultad, ha servido para edificar "una obra magnífica", una "comunidad de ingenieros repartidos por los cinco continentes". Y ese resultado, entre otros aspectos, es lo que Tecnun viene celebrando en las últimas semanas, con motivo de su 50º aniversario. Este periódico reunió recientemente a tres personas, tres alumnos intergeneracionales de la Escuela de Ingenieros, reflejo y fruto de su proyecto educativo. Se llaman Alberto Aguirre, Carlos Bergera e Irune Gutiérrez. Los primeros terminaron su carrera hace ya muchos años, aunque guardan intactos algunos recuerdos de su época universitaria; la tercera, en cambio, estudia para convertirse en ingeniera biomédica.
alberto aguirre
Primera promoción
Si alguien puede dar testimonio de lo que fueron los comienzos de la escuela, sin duda, son los alumnos de la primera promoción, aquella que en 1961 inició sus estudios de Ingeniería Industrial en la actual Ganbara del Koldo Mitxelena de Donostia. El donostiarra Alberto Aguirre había estudiado peritaje y, sin renunciar al puesto de trabajo que ya tenía, decidió matricularse en el incipiente centro universitario.
"También había algunos que procedían de Bachillerato", rememora. En total fueron doce los estudiantes que, seis años más tarde, consiguieron licenciarse. Recientemente, con motivo del acto conmemorativo de Tecnun celebrado en el Kursaal, media docena de ingenieros de aquella generación se reunió para cenar juntos.
Aguirre describe los sesenta como una época de "cambios sociales", en la que comenzó a "popularizarse" la enseñanza. "Los contratos eran de larga duración y el ingeniero era desde el primer día una persona de confianza de la empresa, algo que comenzaba a evolucionar", explica, entre otros aspectos. "Visto desde hoy", según añade, también llamaba la atención que no hubiese "prácticamente ninguna" mujer ingeniera en Euskadi. Tampoco había ninguna fémina entre los miembros de la primera promoción.
En opinión de Aguirre, desde el principio "el nivel de exigencia" académica fue muy alta, algo que se compensaba con el esfuerzo de los alumnos y "el interés" que ponían los profesores para que sus pupilos superasen las dificultades. El veterano ingeniero, retirado ya a sus 77 años, incluso tuvo que dejar su trabajo por la dificultad que entrañaba compaginarlo con sus estudios. Eso sí, optó por realizar una labor solidaria: "Estuve dando clases a personas que querían obtener el graduado escolar para poder trabajar".
El exalumno recuerda con cariño la "muy buena" relación que existía entre los alumnos, así como con los profesores. "Tenía un compañero, Manuel Cendoya, que me prestaba sus fantásticos apuntes cuando no podía acudir a clase por trabajo. ¡Cogía todo y, además, con buena letra!", expresa, sonriente.
Aguirre piensa que, desde "el primer momento", la Escuela de Ingenieros contó con "gran prestigio". Él mismo, al terminar la carrera, envió su currículum y consiguió colocarse gracias a la primera oferta que le interesó, en Victorio Luzuriaga. "Ese prestigio, en un centro aún sin testar, se debía a su relación con la Universidad de Navarra", constata.
Todas esas vivencias y recuerdos hacen que Aguirre muestre "un sentimiento de admiración" por la trayectoria de la facultad y por la labor de sus responsables. "Incluso, aunque dé pudor decirlo, un sentimiento de orgullo colectivo", resume.
irune gutiérrez
50ª promoción
Lejos han quedado aquellas fechas en las que la Escuela de Ingenieros ofertaba unas pocas especialidades. Hoy día los alumnos pueden optar entre nueve grados de ingeniería, desde las ramas más clásicas a otras mucho más novedosas. Es el caso de la joven getxoztarra Irune Gutiérrez, que cursa el segundo grado de Ingeniería Biomédica.
Estos estudios, que reflejan un nuevo y amplio abanico de actuación que se abre frente a los ingenieros, le pareció "muy atractivo" a esta alumna, sobre todo por "el potencial de aplicación en el campo de la salud o en el campo bio" que pueden alcanzar estos estudios. De modo que se matriculó en Tecnun, donde le ha sorprendido gratamente "el trato entre profesores, alumnos y personal no docente". "Los novatos nos sentimos muy bien recibidos por parte de todos y es muy fácil adaptarse. Destacaría la cercanía de los profesores, incluso fuera del horario de dudas, están dispuestos a recibirte y ayudarte en la medida de sus posibilidades".
A pesar de los cambios -Irune es una de las primeras hijas del Plan Bolonia-, la exigencia académica parece no haber cambiado. "La dificultad es alta y hay periodos con mucha carga de trabajo", reconoce, algo que se intensifica en periodo de exámenes, "que es un sin vivir". "Pero al final el esfuerzo vale la pena; si no es en diciembre, en junio", afirma, haciendo mención a la desaparición de los exámenes de septiembre que tuvieron que afrontar sus antecesores.
La forma de divertirse fuera de horas de clase no parece haber cambiado demasiado. Irune disfruta los martes jugando "una pachanga" con otras compañeras, mientras que los domingos por la mañana empuña una raqueta de pádel. Incluso participa en un seminario en ISSA, da catequesis los viernes y asiste al club de teatro, entre otras cosas. Sin olvidar que es la delegada de clase. "La universidad es algo más que sacarse una carrera", asume, por lo que valora "todo lo aprendido" y "las amistades" que ha hecho y que espera hacer.
carlos bergera
25ª promoción
Los años de universidad suelen recordarse a posteriori como una de las mejores etapas de la vida de una persona, visión que comparte Carlos Bergera (Pamplona, 1962) de su paso por la Escuela de Ingenieros. "Fue un periodo de mucha exigencia, del que también recuerdo la amistad y el compañerismo que teníamos entre nosotros", aprecia.
Cuando Bergera llegó a la facultad se ofertaban tres especialidades de ingeniería que, en total, sumaban alrededor de 70 alumnos. "En el curso nos conocíamos todos. Éramos como una cuadrilla de amigos", añade el exalumno, quien recuerda que la mayoría eran estudiantes de Donostia y de otras zonas de Gipuzkoa, mientras que el resto procedían de Navarra, Andalucía, Bizkaia, Galicia... "Había mucha convivencia", asume.
Bergera, actualmente Director de Movilidad Verde de Iberdrola, convivió con otros alumnos en el Colegio Mayor Ayete al principio y en un piso de estudiantes, después. Fue miembro de la tuna del colegio, "una cosa exótica" en Donostia pero que gozaba de "bastante aceptación" en aquella época, así como del equipo universitario de baloncesto. Para Bergera fue una época vital "muy ligada" a la ciudad, "con todo lo que ello conlleva", y pone como ejemplo el ambiente, el mar y la Parte Vieja. "Nos dejó huella", añade.
Al terminar la carrera, la crisis de los ochenta comenzaba a amainar y fue un "momento bueno" para comenzar a trabajar. Ya entonces la Escuela de Ingenieros de San Sebastián gozaba de gran prestigio, algo que, en opinión de Bergera, tiene que ver con pertenecer a la Universidad de Navarra y a ubicarse en Gipuzkoa, un territorio reconocido en todo el Estado como una zona industrial desarrollada.
En la actualidad, Bergera observa que Tecnun ha dado un salto significativo en el campo de la internacionalización académica, algo que permite a los alumnos realizar prácticas o proyectos en empresas extranjeras. "Sería una ilusión y un gran orgullo que alguno de mis hijos estudiase en Tecnun", agrega.