HACE sólo unos meses, en septiembre del pasado año, se dejaron de fabricar las bombillas incandescentes de 100 vatios (W). Aunque todavía se pueden encontrar en muchas tiendas -está permitido venderlas hasta concluir el stock del almacén-, "cada vez es más difícil conseguirlas, sobre todo las de marcas buenas", reconoce Pablo Sánchez, propietario de la tienda Instalaciones Eléctricas Pablo Sánchez Berasarte, situada en el barrio donostiarra de El Antiguo.
En septiembre de este año, les tocará el turno a las bombillas de 75 vatios, al año siguiente dejarán de fabricarse las de 60 vatios y en septiembre de 2012 las incandescentes convencionales serán historia, según sostiene la normativa europea. La retirada progresiva de este tipo de bombillas también afectará a las lámparas incandescentes mate (no transparentes que difuminan la luz), que se han dejado de fabricar desde septiembre con independencia de su potencia; y a las halógenas de alto consumo, que desaparecerán progresivamente, como las transparentes. Exentas de esta regulación quedan las lámparas direccionales, ya que el ámbito de los focos y resto de bombillas todavía no se ha regulado.
Aunque el invento que presentó Thomas Alva Edison el 21 de octubre de 1878 al gran público -no lo creó, sino que lo comercializó- ha mejorado respecto a esa bombilla que lució por primera vez durante 48 horas ininterrumpidas, hoy día el sistema que usan las incandescentes, que producen luz mediante el calentamiento de un filamento metálico, se considera poco eficiente "porque como efecto lumínico sólo se aprovecha un 5% ó 10% de la energía que consumen", aduce Iñaki Garcia, técnico del Ente Vasco de la Energía (EVE). "Todo lo demás se pierde en forma de calor", añade.
"De unos años para acá, a raíz de la clara incidencia que tiene el coste de la energía, tanto a nivel climático como económico, se están estableciendo normativas claramente enfocadas a hacer un uso más racional de los elementos que consumen energía en todas sus vertientes", recuerda Garcia; y en esta carrera por evitar las emisiones descontroladas de CO2 a la atmósfera, las lámparas no pueden ni deben excluirse de la revisión normativa.
Este año, el Ministerio de Industria del Gobierno español también tiene previsto comenzar -en principio debía hacerlo en abril- una promoción similar a la del año pasado, en la que, junto con la factura de la luz, se reciba un vale para canjearlo por una bombilla en cualquier oficina de Correos; iniciativa encaminada, en definitiva, a concienciar a la población.
Sin embargo, los guipuzcoanos siguen demandando las bombillas incandescentes, según constata cada día en su establecimiento Pablo Sánchez y su empleada Rosa Mediero. "En general, saben que van a desaparecer, pero continúan pidiéndolas. Más que nada, es por un tema económico", afirma Sánchez. Una bombilla incandescente no cuesta más de un euro, "frente a los nueve, diez u once euros de las de bajo consumo". "Hay gente que está concienciada de que, al final, duran más, pero hay otros tantos que no, que piden una incandescente porque las otras son más caras y creen que no las van a rentabilizar", apostilla.
El precio es una de las cuestiones claves de la balanza, que inclina el peso hacia las incandescentes. Sin embargo, a medio plazo se desvela el espejismo, ya que, en realidad, las ventajas son mayores con las de bajo consumo: una vida más larga y un consumo energético menor originan, finalmente, un ahorro mayor. Aproximadamente, las bombillas de bajo consumo -cuya versión más extendida son los fluorescentes compactos- permiten un ahorro energético del 65-80%, frente a las bombillas incandescentes, y pueden llegar a durar hasta diez veces más -se estima que las incandescentes tienen una vida útil de 1.000 horas, es decir, entre uno y dos años-. Pero hay que matizar que la duración de una bombilla depende del número de encendidos -"salvo en el caso de las incandescentes, no les afecta tanto porque es una resistencia pura, es la única ventaja que tienen", advierte Garcia-. Apagar y encender reiteradamente una lámpara "reduce la vida útil de la lámpara fluorescente de bajo consumo si ésta no tiene equipos auxiliares apropiados", dice el técnico del EVE.
Otro aspecto que está influyendo en el tipo de acogida que la población da a las bombillas de bajo consumo es la calidad de las mismas. "Hay gente que tiene la concepción errónea de que las bombillas de bajo consumo no dan luz o que son lentas -algunas tardan unos minutos en alcanzar la plenitud de iluminación-, pero es porque las compran más baratas en algunos supermercados o en los bazares chinos sin tener en cuenta la calidad", advierte Sánchez. El pedigrí de una lámpara depende, según el instalador, de distintas variables como son "la duración, la calidad de luz, la potencia o el consumo". "Algunas, incluso, no consumen realmente lo que dicen, sino más de lo que deberían. Por ejemplo, en el envase de una bombilla pequeña de bajo consumo en el que pone 25 vatios se supone que tiene que dar 125 vatios, pero eso es imposible y, sin embargo, las están vendiendo", dice.
Para hallar la equivalencia entre una bombilla de bajo consumo y una incandescente se suele multiplicar el número de vatios por cinco. Así, una incandescente de 40 vatios equivale, en principio, a una compacta fluorescente de 8 vatios. Por otro lado, la Unión Europea utiliza la misma clasificación de eficiencia energética de los electrodomésticos para el alumbrado, por tanto, una bombilla de clase A será más eficiente que la de clase G.
"Para que no nos den gato por liebre, hay que comprar marcas", opina Sánchez, quien asegura que, pese al incremento de ventas, el precio de las bombillas de bajo consumo no ha disminuido. "Las que lo han hecho ha sido a costa de bajar la vida. Es decir, si antes valían diez euros ahora cuestan ocho, pero porque le han restado 4.000 horas de duración para ser más competitivos", apunta.
La Unión Europea reconoce estos inconvenientes, tanto el efecto perjudicial que tiene la venta de bombillas de bajo consumo de mala calidad como el precio superior en el momento de la venta de las bombillas fluorescentes compactas y los LED frente a las convencionales, para promocionar el uso de las lámparas de bajo consumo. De hecho, la Comisión Europea justifica la nueva normativa en el poco calado que han tenido hasta ahora este tipo de bombillas entre la población, aunque se comercializan desde los ochenta.
Ahora bien, aunque incluso la nanotecnología esté llegando a la iluminación, cabe concluir que, sin lugar a dudas, la manera más eficiente es aprovechar la luz natural. Como sostiene el EVE en su página web: "Utilice el mejor invento para el ahorro: el interruptor y aproveche al máximo la luz natural".