donostia. Montserrat ofreció en el Kursaal una conferencia titulada Estrategias basadas en el copago y la mejora de la eficiencia, dentro del congreso La sostenibilidad futura de los servicios sociales celebrado ayer, organizado por el Departamento foral de Política Social.
¿Por qué es tan acuciante la necesitad de recursos económicos para sufragar las prestaciones sociales?
La Ley de Dependencia es muy progresista y ha venido a reconocer un derecho subjetivo a las personas que tienen una situación problemática. Esto significa un buen avance, porque van a entrar en el sistema público de prestaciones muchísimas más personas de las que había antes. Se calcula que, como mínimo, cinco veces más. Eso va a representar un incremento de gasto. Todo ello unido a que, además, los servicios que necesitarán serán más caros que los que se daban antes.
¿Por qué?
La ley fija unos niveles de protección determinados, que son mayores que los fijados anteriormente. Como resultado, el gasto va a crecer. Si lo miramos en términos de Producto Interior Bruto, si antes de la ley el gasto estaba en un 0,3% del PIB, ahora se espera que nos acerquemos al 1,5%. Eso son cinco veces más. La pregunta es la siguiente: ¿De dónde va a salir ese dinero? De ahí la incertidumbre.
¿La situación de crisis también genera dudas sobre la sostenibilidad de los servicios sociales?
Exactamente. La Ley de Dependencia se creó en una época de vacas gordas, con excedentes presupuestarios. Se pensaba que no hacía falta muchos más recursos, porque con el dinero que se generaba en los impuestos iba a ser suficiente para pagar las prestaciones. Sin embargo, a esto se le unió después que el gasto social era mayor de lo esperado y, además, que la crisis trajo una caída de gastos fiscales muy importante. Por todo ello, se ve necesario garantizar la sostenibilidad de los servicios sociales, es decir, garantizar que no falte dinero en los presupuesto autonómicos para poder dar cobertura a las necesidades de la población.
¿Puede llegar a cuestionarse la universalidad de las prestaciones sociales?
No creo que exista ese peligro, porque la sociedad es muy responsable y consciente de que lo reconocido como derecho no puede retroceder. En este sentido, podemos estar tranquilos. Pero debemos trabajar para saber de dónde sacamos el dinero suficiente para hacer frente a ese gasto que se va a generar. Tranquilos, pero preocupados.
Una de las alternativas planteadas es el copago. ¿Se trata de la solución?
Soy muy crítica con esa alternativa. Las previsiones iniciales de la ley han confiado demasiado en que los usuarios podrían hacer frente a un tercio del coste previsto. Al analizarlo, uno se da cuenta de que se trata de una carga tremenda para los ciudadanos. Sobre todo para las capas medias y bajas de la población, que suponen el 80% de la sociedad. Se exprime demasiado a la ciudadanía; se trata de una doble tributación. Yo pago mis impuestos y, cuando caigo enferma y me vuelvo dependiente, tengo que pagar más gravamen. Tenemos que hacer una reflexión: una cosa es que la gente contribuya, pero otra es que contribuya tanto.
¿Qué porcentajes aplican las administraciones que optan por dicha fórmula?
Una cosa es lo que representa para ti en cuanto a tu renta y otra bien distinta es lo que cuesta respecto al coste. La Administración siempre dirá que el copago no le representa más de un 15% del coste, un 20% como máximo, cuando la ley prevé un tercio. Sin embargo, en comparación con lo que gana cada usuario, con la renta media de la población, lo que representa el copago puede ser muy alto para los ciudadanos. Sobre todo teniendo en cuenta que las personas dependientes, en general, son mayores. Actualmente, la gente mayor no tiene pensiones elevadas. Por ello, tenemos que buscar vías alternativas y no basarnos en el copago.
¿Cuáles son esas opciones?
Tenemos que buscar dinero de otras fuentes: impuestos, incremento de recargos, búsqueda de alternativas, jornadas de solidaridad -como hacen en Francia-, o sorteos de lotería. Quizá parezca una tontería, pero en este país en el que nos gusta tanto jugar, ¿por qué no hacemos un sorteo extraordinario de la lotería? Se trata de buscar alternativas. Evidentemente, la vía impuestos es la más solidaria, transparente y equitativa. Quienes más tienen son los que más pagan. Y tú recibes según tu necesidad y no según tu contribución, con lo cual la redistribución es muy importante. Ésa sería una gran alternativa.
¿Puede destacar algún ejemplo que le parezca recalcable?
Me parece muy imaginativa la jornada de solidaridad establecida en Francia. La producción de un día viene a ser una contribución del empresario al Estado. Evidentemente, lo que representa respecto al coste total, es pequeña, pero sirve para complementar los recursos existentes para este fin.