En las afueras de la localidad alavesa de Kontrasta, se localiza una preciosa ermita que atesora una curiosidad en sus vetustos muros. Y es que, cuando se edificó el templo de Nuestra Señora de Elizmendi, se decidió colocar en sus paredes estelas de origen romano con labras indígenas. Desconocemos los motivos primigenios por los que se pusieron en el templo cristiano el misterio que se oculta en lo insólito de nuestra vieja cultura y que tanto nos gusta descubrir. Nos vamos a Kontrasta.
Comenzamos a caminar en el centro de la localidad, donde aparcamos y nos calzamos las botas para cruzar un bello arco medieval, frente a la plaza de la Fuente. Esta puerta está ubicada en la iglesia de La Ascensión, un templo con marcados restos que nos susurran que también fue fortaleza. Cruzamos el pueblo por su calle Mayor, para llegar a las afueras, y alcanzar el cementerio, donde tomamos una pista de tierra, hacia la derecha, que se encamina a la montaña. Vamos ascendiendo entre campos de cultivo para internarnos en un hayedo y alcanzar el impresionante paso de Kalarabia, donde nos recibe un espectacular diente de piedra.
Pasamos bajo el pináculo pétreo por un estrecho pasillo y seguimos caminando entre los paredones y la belleza del hayedo. Avanzamos hasta topar con unas grietas naturales en el suelo, a modo de simas, que fueron utilizadas como neveras antiguamente en las que se almacenaba la nieve, tapándola con helechos, para su consumo. Seguimos por el sendero balizado con piedras, por lo que debemos estar atentos para no perder su traza entre el bosque. De esta forma llegamos a una alambrada en el paraje de Eskibela y, tras cruzarla, giramos a la izquierda para dar con una pista asfaltada que alcanza unas antenas cercanas. Sin llegar a ellas, seguimos de frente por el hayedo para llegar a la cercana cumbre de Illaratza, de 1.142 metros de altura, cubierta de bosque. Un poco más adelante, hollamos, siguiendo el sendero, la cumbre de San Cristóbal, de 1.137 metros de altitud.
Ficha práctica
- ACCESO: Llegamos a Kontrasta por la carretera A-2128 desde San Vicente de Arana o bien desde el puerto de Opakua.
- DISTANCIA: 12 kilómetros.
- DESNIVEL: 400 metros.
- DIFICULTAD: Media. Ruta dificultosa en orientación.
El misterio de Elizmendi
Descendemos en dirección NE, caminando por una bellísima ruta que se interna en el hayedo y nos regala rincones de cuento de hadas. De esta forma, pasamos junto a la cueva de Zarpia, muy cerca de un canal de aguas. Un estrecho sendero nos lleva a un paso característico entre calizas, para llegar a una caseta de aguas y al canal, antes citado. Caminamos por él, con precaución, pues algunas losas que lo componen están caídas, y llegamos a una pasarela que nos permite salvar el río. Dejamos atrás el bosque y el riachuelo para salir a zona más despejada, disfrutando del panorama que se abre ante nosotros. Volvemos a pasar el regato y a entrar nuevamente en el hayedo, saliendo al cementerio de Kontrasta y llegando a la plaza de la Fuente.
Desde la propia plazoleta, subimos una cuesta que nos lleva hasta la ermita de Nuestra Señora de Elizmendi, donde nos espera lo insólito. El templo se ubicó extramuros de la localidad, en un alto que domina el rio Urederra, que se abre paso bajo ella. Los documentos más antiguos con los que contamos sobre la ermita datan del año 1203, cuando se menciona una donación por parte de doña Sancha Pedriz de Uztuniga. En él, se refiere la entrega de tres partes del monasterio, además de otros bienes como casas o heredades, al monasterio navarro de Iratxe. Este es un interesante dato que nos habla de la existencia de un monasterio en estos parajes a principios del siglo XIII.
Centrándonos en lo que hoy podemos ver en la ermita, hay dataciones que la sitúan en el siglo XI, tratándose, por tanto, de un templo románico; pero del mismo solo se conserva el ábside. Presenta una planta rectangular; con el citado ábside de forma semicircular, a la iglesia se le adosó una sacristía. En el interior del templo, además de un retablo barroco del siglo XVIII, vemos su cubierta plana, a excepción de la cabecera que tiene una bóveda de horno con arco. Cuenta además con una talla de la Virgen María del siglo XVI.
Pero lo que realmente llama la atención es el exterior del templo, donde podemos observar losas, posiblemente de origen romano, colocadas en los muros del mismo. Estas lápidas son un misterio, ya que una hipótesis nos dice que su origen estaría en el siglo II d. C. y que procederían de enterramientos de dicha época. Surge la duda de si fueron colocadas allí con la construcción de la ermita, o colocadas a posteriori. Tampoco se sabe su objetivo: resulta extraño que simplemente fuese una reutilización de las piedras; quizás tuvo un sentido más ritual o de nexo de aquellas gentes medievales con su ancestral cultura. Sí que es cierto que están ubicadas tanto en el ábside como en los muros de la nave que se construyó más tarde.
En lo relativo a la decoración de las estelas, podemos ver motivos vegetales como uvas, alguna figura antropomorfa, textos y las características labras en forma de discos solares tan presentes en la tradición artesanal de los vascos. Esto nos lleva a pensar que las tallas tenían una clara influencia de culturas indígenas, como es la simbología solar.
Bajo la cornisa del templo, encontramos diferentes canecillos con labras muy diversas, como una estrella de ocho puntas, una cruz, un disco solar, un personaje con los brazos abiertos o flores de seis pétalos.
¿Qué llevó a estas gentes a colocar en su ermita todos estos símbolos, algunos de origen pagano? Pues el misterio quedará guardado en la magia atávica de la ermita de Nuestra Señora de Elizmendi. Solo queda regresar al punto de partida.