Kirikiñausis de Orozko: Almacenes centenariosAitor Ventureira San Miguel
Unas enigmáticas construcciones circulares de piedra se esconden entre los frondosos bosques de la localidad vizcaina de Orozko. Allí, al abrigo protector de la montaña sagrada de Gorbeia, atesoran sus secretos centenarios y nos hablan de una forma de gestionar los recursos naturales de forma inteligente, pero sobre todo respetuosa con esa naturaleza de la que, parece, estamos empeñados en desvincularnos. Hoy caminaremos entre castañares y ericeras para descubrir los usos tradicionales de la castaña, que no solo fueron alimenticios; también rituales.
Hubo un tiempo en que las castañas fueron una de las bases de la alimentación de nuestros antepasados. Este fruto se recogía y guardaba en las ericeras, kirikiñausiak en euskera, para su total maduración, hoy podemos realizar un bellísimo paseo que nos lleva a descubrir los restos de varias de estas construcciones. Para ello, debemos alcanzar el barrio de Usabel de Orozko, donde aparcamos nuestro vehículo. Vemos un presa de agua y, junto a ella, un paso canadiense, que cruzamos para seguir hacia la izquierda por un camino hormigonado que llega al puente de Alarrita. Tras cruzarlo, optamos por un sendero a la izquierda, pasando por el restaurado horno de Telleri, y alcanzar la confluencia de dos arroyos: a la izquierda el de Sintxita y Aldabide a la derecha. Sobre este último, vemos un bello puente de piedra llamado Atxuri, que cruzamos para ascender por una clara pista hacia la izquierda. Continuamos por ella hasta un cruce en el que seguimos de frente llegando al primer kirikiñausi, llamado Atxuriko Landa.
FICHA PRÁCTICA
- ACCESO: En la localidad de Orozko, a la que hemos llegado por la AP-68, localizamos la rotonda que se ubica en la zona oriental del pueblo. En ella, debemos seguir las indicaciones hacia la localidad de Artea y del barrio de Ibarra. Alcanzada esta última barriada, abandonamos la carretera que va a Artea y nos desviamos a la derecha, en dirección Urigoiti. En breve, llegamos al barrio de Usabel.
- DISTANCIA: 6 kilómetros.
- DESNIVEL: 200 metros.
- DIFICULTAD: Fácil.
Como muchas cosas en el universo tradicional de los vascos, la forma y momentos de recolección de este fruto se ha trasmitido de generación en generación, al calor del fuego del hogar. Según mandaba la tradición, se recogía la castaña entre las festividades de San Miguel –29 de septiembre– y de Todos los Santos –1 de noviembre–. Luego llegaba el momento de almacenar ese fruto para su paulatino consumo y es ahí donde surgen estas edificaciones únicas, esta auténtica joya etnográfica. Su finalidad era conservar las castañas a salvo de depredadores, a la espera de su total maduración. Se construían directamente en el propio castañar y solían ser generalmente de piedra, aunque se han documentado algunos de madera del propio castaño.
Alimento y tradición
El proceso comenzaba de cara al otoño, cuando se vareaban los castaños para tirar el fruto envuelto en los erizos protectores con unas varas llamadas “uberea”. Para el vareo se empleaban largas varas, a fin de evitar los pinchos de estos erizos. Ya en el suelo se recogían con una especie de pinzas fabricadas con el mimbre obtenido de las cepas de los propios castaños, llamadas “ugelaxu”. Se recogían en cestos, que se vaciaban en el interior de la ericera, la cual se cerraba cubriéndola con helecho; y allí permanecía el delicioso fruto con el erizo un par de meses, terminando de madurar. En tiempos antiguos se hacía una cruz sobre las castañas como elemento de protección.
La forma de estas construcciones solía ser circular; las hay también de forma ovalada, de tres a cinco metros de diámetro por un metro de altura aproximadamente. Un muro de piedra o madera formaba la estructura de la construcción y se dejaba un hueco para extraer las castañas con rastrillos; este hueco se sellaba con losas. La parte superior se cubría con hierbas o con ramas; generalmente, las castañas se guardaban allí hasta la primavera y se iban bajando a la casa cantidades de castañas para el consumo de la familia, paulatinamente. Era tradición llevar al caserío algunas de estas castañas, para consumirlas en Nochebuena y Nochevieja.
La mitología nos dice que los jentiles, gigantes legendarios, destruían las ericeras, para robar las castañas que se almacenaban en su interior.
Era tradición en buena parte de Europa prender fuegos en la festividad de Todos los Santos, en los cuales se asaban castañas. Algunas de ellas se dejaban como ofrenda en la repisa de la cocina a los antepasados difuntos, que esa noche acudían al que fue su hogar. Se encendían velas en el interior de nabos y calabazas para guiarles y nuestros ancestros acostumbraban a ponerse una sábana para despistar a los espíritus malignos, que también cruzaban esa frontera invisible. Una herencia de los cultos del Samhain celta, que hoy celebramos como Halloween.
Continuamos el caminar para seguir por la pista y alcanzar un interesante panel explicativo sobre los kirikiñausis. Enseguida sale a nuestro encuentro un puente que nos permite salvar el arroyo de Sintxita. El sendero se deja acariciar por un bosque donde podemos ver bellos ejemplares de castaño, hasta llegar a la segunda ericera, llamada Sekudi, en bastante mal estado. El sendero nos encamina hasta la siguiente ericera, que está muy bien conservada y que se llama Lastrabe.
Continuamos en ascenso unos 20 minutos para llegar a un pinar y alcanzar la ericera de Irukusigieta. Este bello kirikiñausi, de unos 7,50 metros de diámetro, fue restaurado por la Asociación Supelaur de Orozko y es donde, anualmente, se celebra la fiesta “Gaztaina eguna” el último domingo del mes de octubre.
Solo nos resta regresar a la pista hormigonada, que nos devolverá al barrio de Usabel.