Si hay un buen sitio para arrancar una caminata por la costa vizcaina, ese es el puerto viejo de Bermeo. No solo porque es amplio y tiene servicios, sino porque conserva esa esencia marinera que te mete de lleno en el ambiente desde el primer paso. Allí, entre barcas amarradas, gaviotas revoloteando y ese olor a mar que parece impregnarlo todo, ya se intuye que la ruta de hoy va a ser de esas que dejan huella. El arranque es fácil de seguir pero toca subir por las calles empinadas que llevan hacia Tala. En pocos minutos, atrás queda el bullicio del puerto, que se cambia por el sonido constante de las olas rompiendo contra los acantilados. Es un cambio de escenario brutal. Se nota ya el viento en la cara y el rugido del Cantábrico. Y ahí es donde comienza la magia de esta ruta.
DATOS PRINCIPALES
Kilómetros: 14,2 km
Desnivel positivo: 479+
Duración: corriendo 2:10h / caminar-correr 3:00h / senderismo 4:30 – 5:00h
Cuando se alcanza la parte alta, el mar se abre ante nosotros como un telón. El sendero costero discurre paralelo al acantilado, siempre cómodo, siempre con esa sensación de amplitud que hace que vayamos con tranquilidad. El viento nos trae olor a salitre, las vistas se extienden limpias hacia Ogoño al oeste, al otro lado del Urdaibai y hacia las primeras curvas del Cantábrico al este. La verdad es que si hacemos la ruta a primera hora no echaremos de menos la cama y habrá merecido la pena madrugar.
El camino serpentea sin prisa, dejándonos disfrutar del paisaje. Poco a poco nos acercamos al cabo Matxitxako, un lugar que no necesita presentación para quienes conocen Bizkaia. Es uno de esos balcones naturales que se quedan grabados. Allí conviven el faro moderno, que sigue guiando a los barcos, y el antiguo, que hoy es centro de interpretación de la pesca de la ballena. Pararse aquí es casi obligatorio: no solo por las vistas, sino porque el sitio tiene historia. Desde estas aguas partían las expediciones balleneras que hicieron famoso a Bermeo en la Edad Media. Pensar en aquellos marineros enfrentándose al mar abierto en busca de ballenas hace que se tenga una sensación de respeto máximo.
Tras dejar atrás el faro, la ruta cambia de tono. La pista se aleja de la costa y se mete hacia el interior. El azul del mar se va quedando atrás y el verde empieza a imponerse. Se pasa por campas, pequeños tramos de bosque, caseríos desperdigados… Es un paisaje más suave, más amable, pero igual de bonito. Sin darnos cuenta vamos ganando altura, y el sonido del mar se sustituye por el canto de los pájaros y el crujir de las ramas, hojas y piedras bajo nuestros pies.
CONSEJOS PARA REALIZAR ESTA RUTA
· Hidratación: No hay fuentes durante buena parte del recorrido. Imprescindible salir con suficiente agua.
· Calzado: Terreno mixto; recomendable calzado con buena suela, cuidado en época lluviosa en los alrededores de Burgoa por presencia de barro.
· Dificultad: Moderada por el desnivel, sobre todo en la pala hacia la cima de Burgoa, por lo demás ruta sencilla de seguir.
Entonces llegas al collado de Andramari, un punto clave de la ruta. Aquí se presenta el reto del día: llegar a la cima del monte Burgoa. Desde este punto aparece delante, con sus 452 metros de altitud, y nos toca la cuesta grande. El sendero deja de ser pista y se convierte en camino montañero. La pendiente se inclina, la vegetación se cierra –a veces demasiado– y el terreno pedregoso nos anuncia el inicio del tramo más duro del día.
La subida, aunque exigente, se disfruta. Cada paso nos acerca a la cima, y la sensación de estar metido en plena naturaleza es total. Cuando por fin llegamos a la cumbre, la recompensa es de las que quitan el aliento. Desde el Burgoa se domina todo: bajo nosotros, el perfil de la costa, el cabo Matxitxako, la silueta de Gaztelugatxe y buena parte de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Es un balcón natural espectacular, un sitio para quedarse un buen rato, sacar fotos y, sobre todo, disfrutar del momento.
Y DE VUELTA A BERMEO
La bajada se hace hacia Almika, primero por sendero y luego por pistas rurales que atraviesan caseríos, campos y praderas. Es un tramo amable, perfecto para soltar piernas después del esfuerzo de la subida. El paisaje es tranquilo, con vacas pastando y casas de piedra muy propias de la zona rural en la que nos encontramos. Poco a poco nos acercamos de nuevo al casco urbano de Bermeo, cerrando el círculo de la ruta. Y así, tras unas horas de caminata, volvemos al punto de partida con la sensación de haber vivido una experiencia completa: mar, acantilados, faros, historia, monte, praderas y un mirador de lujo en la cima del Burgoa. Es una ruta que lo tiene todo, y que además se puede hacer sin necesidad de ser un experto montañero. Eso sí, conviene llevar buen calzado, agua y ganas de disfrutar.
Lo bonito de esta ruta es que combina lo mejor de dos mundos: la fuerza del mar y la calma del monte. Empiezas con el ambiente marinero de Bermeo, sigues con los acantilados y el cabo Matxitxako, y terminas en el Burgoa. Es como un viaje condensado por la esencia de Bizkaia: tradición, naturaleza y paisajes de postal. Además, no es una ruta masificada. Aunque Bermeo y Gaztelugatxe reciben muchos visitantes, el Burgoa es menos conocido, lo que le da un punto de tranquilidad extra. Es ideal para quienes buscan algo auténtico, sin aglomeraciones, pero con mucho que ofrecer.
PLANES ALTERNATIVOS
Se proponen un par de planes para ampliar la jornada:
· Visitar San Juan de Gaztelugatxe: Pocos lugares de la costa vasca encierran tanta magia como la roca de Gaztelugatxe. La privilegiada ubicación de la centenaria ermita desafiando al Mar Cantábrico, se combina con la fuerza de la naturaleza, la historia y la tradición; fruto de todo ello, se genera un paraje de fantasía. Para visitarlo los días con acceso controlado se necesita reservar online un ticket gratuito para realizar el recorrido; el resto de los días el acceso es libre.
· Centro de interpretación de Urdaibai: La Reserva de la Biosfera de Urdaibai engloba 22.000 hectáreas y la integra un mosaico de acantilados, montañas, playas, ríos y aguas subterráneas, dejándonos un espectacular paisaje lleno de vida animal y humana. Integrado dentro de la Red de Centro Ambientales esta la Ekoetxea que tiene como objetivo fundamental fomentar la difusión de la naturaleza y la biodiversidad, así como dar a conocer y poner en valor los beneficios que proporciona la biodiversidad y advertir de los efectos de la extinción de especies. Además nos podemos acercar a conocer el aeropuerto internacional de las aves en Gautegiz-Arteaga: Urdaibai Bird Center. Se trata un gran museo vivo de la naturaleza, abierto al público para el disfrute del mundo de las aves y sus migraciones. El propio equipamiento es un observatorio único de la marisma y se encuentra ubicado en el corazón de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Un centro vivo donde cada nuevo día es una incógnita ya que las aves marcan el rumbo de éste.