En esta vida nunca te acostarás sin aprender algo. Si tienes el placer de pasar un fin de semana en una casa rural en el monte de Navarra, con granja incluida llena de animales y un hombre apasionado explicándote con detalle la rutina de todos ellos, debes ir con boli y papel para no olvidarte de todo lo que te cuentan. Y eso que cuando nos despertamos la primera mañana, la cosa no prometía demasiado porque mi hija emitía alarmantes señales de ser tan urbanita como sus aitas. El caso es que nosotros estábamos muy motivados y entregados a la causa, explicando los distintos sonidos de los animales para que los fuera identificando: “Mira, Lucía, ese que canta es el gallo, el otro el burro, el otro el gatito”... Su respuesta no tuvo desperdicio: “¿Me pones la tele, aita?”. De repente sonó un inconfundible “kikiriki”. A lo que contestó con menosprecio: “Cállate, gallo”. Aparte de las risas, al menos, algo es algo, había asimilado bien el canto del gallo.
Creo que el domingo, de repente se posó en una rama un pájaro con colores azules y el dueño de la casa nos explicó que era el que inspiró el nacimiento de Twitter. En principio simboliza un gorrión estilizado y su nombre era Larry The Bird, en homenaje a la leyenda de los Boston Celtics de la NBA. El pájaro emitía sonidos muy breves, por eso Twitter se creó como mensajes cortos, rápidos, ligeros y que vuelan de persona a persona.
Redes sociales
Ahora ya con la aplicación llamada X y sin el pajarito, se ha convertido en un auténtico vertedero en el que no hay respeto y sobre la que siempre vuela una nube tóxica que no hace más que generar enfrentamientos. Llevaba un tiempo con la mosca detrás de la oreja y el otro día me sentí muy identificado y representado por unas declaraciones de Sergio Camello, el delantero del Rayito, en una magnífica entrevista concedida a Panenka: “A todo el mundo le afecta. Hay gente que lo llevará peor y otros que lo llevarán mejor, pero yo he aprendido. He mandado a la mierda Twitter, creo que es lo más tóxico del mundo. Y lo es muchas veces por tu propia culpa. Yo he sido de los que, alguna vez, ha buscado su nombre en este tipo de plataformas. A veces encuentras cosas buenas, pero cuando ves algo negativo, aunque sea una gilipollez, te hiere. Y eso es por el ego. Estás buscando halagos, no sé ni para qué, porque no sirven para nada, y cuando ves algo malo, te jode. Entonces, Twitter fuera. Mantengo Instagram porque me encanta el tema de la imagen”.
Hola, soy Mikel Recalde, yo he buscado mi nombre en redes sociales aunque ahora cada vez le encuentro menos sentido al no identificarme con mi ego. Mi mujer me preguntó un día si era consciente de que llevaba 45 minutos discutiendo con un conejo rosa. Me daría pena, porque creo que sigue teniendo una parte buena que es la información inmediata y la posibilidad de interactuar con gente de bien, sobre todo de tu equipo, porque creo que eso es bueno para mí y mi trabajo, pero la cloaca cada vez te invita a dar un paso atrás, aparcar ese vanidoso y orgulloso ego que te martillea la cabeza y, al menos a mí, no me trae ningún bien, y salir de la cuenta para convertirte en un mero espectador. Como me suele vacilar con gracia un buen amigo, “sólo tengo Twitter y sólo lo uso para ver cómo te peleas con la gente”.
La competitividad de Zamorano
En la aplicación también puedes encontrar historias y anécdotas que me vienen de lujo para ilustrar y edulcorar los A por ellos. Una de ellas fue el recuerdo del gran triunfo de Iván Zamorano en la temporada 1994-95. Aquel verano, el Real Madrid se preparaba para una reconstrucción profunda. Con la llegada de Jorge Valdano al banquillo, el club buscaba un estilo nuevo, más asimilable a la escuela argentina y al juego asociativo como el que practicaba su Tenerife.
El chileno, que venía de dos buenas temporadas marcando goles, fue señalado como transferible. El jugador respondió a la antigua usanza: competir más fuerte que nunca.
Hace unas semanas, en una entrevista con Josep Pedrerol, Zamorano recordó uno de los momentos clave de esa pretemporada al contar que, durante un entrenamiento, en medio de una sesión particularmente intensa y tras una entrada muy dura a su propio técnico, este le frenó y le dijo: “¿Usted siempre entrena así o solo cuando odia al entrenador?”. Fiel a su competitividad, Zamorano, no contestó. Siguió trabajando. Y entrenando fuerte. Todo era una declaración silenciosa: podía ser descartado, pero no iba a dejar de competir. Seguro que muchos recuerdan el final: campeón de Liga, autor del tanto clave en el duelo ante el Deportivo que decidió el campeonato y pichichi con 28 goles.
Zamorano reveló que tiene en su casa una fotografía de aquella entrada durísima a Valdano en el entrenamiento. Le pidió al técnico que se la firmara, y el argentino, con ese humor filosófico que lo caracteriza, resumió a la perfección lo que había sucedido: “Rencoroso, Zamorano va a ser el quinto delantero, pero es el número 1”.
Sadiq
Sadiq ha tenido malas experiencias en redes sociales. Su ego le ha jugado malas pasadas y en ocasiones hasta ha cometido el sacrilegio de faltar y ofender a su propia afición. Una vez superados esos menosprecios, a los que hubo que sumar el capricho de negarse entrar en una operación que le convenía a la Real el pasado verano para en el último instante recular y tratar de que se pudiera cerrar, sus últimas actuaciones le han permitido demostrarnos que si le pinchas sale sangre y que tiene un gen competitivo como el de Zamorano. Que llegados al punto en el que se encontraba no es poco. Pero a mí no me vale. Entiendo que algunos se agarren al clavo ardiendo de que es diferente, imprevisible y que cuando salta al campo puede suceder cualquier cosa. Pero no es suficiente.
A los que achacan a Aperribay que no demuestre ambición en sus fichajes, este señor ha costado 20 millones y lo único que nos debe importar es que marque goles. Y muchos además. Soy comprensivo con los atenuantes de que es complicado ser el 9 de este equipo con dos buenos extremos que juegan a banda cambiada y que no siempre finalizan sus acciones con el centro o que en el área suele estar demasiado solo. Aceptamos pulpo como animal de compañía, pero Sadiq no ve puerta con la txuri-urdin desde el 9 de marzo de 2024. Precisa y simbólicamente, en el último encuentro que remontó la Real con tantos de André Silva y el nigeriano que solo podía desatar una epidemia de proporciones indefinidas.
La Real tiene una falta de gol alarmante desde que se fue Sorloth, por lo que necesita un punta con bigote, experiencia y con un currículum acreditado de víctimas por sus dianas, además de no lesionarse continuamente por no aguantar el ritmo y la exigencia de Zubieta. El club ya cometió el error el año pasado de creer que Oyarzabal lo iba a solucionar todo, que no digo que no sea capaz, pero igual con otro al lado acaban poniéndose las botas los dos.
Quitarse el cartel de descarte y darle la vuelta de verdad se consigue siendo diferencial en tu cometido, más aún cuando eres un 9. Que los pequeños brotes verdes de su actual entrega no sean las ramas que nos impidan ver el bosque. El Sadar es un campo en el que ha marcado tres goles (dos con el Valencia y uno con la Real) en sus dos últimas visitas de titular. Sin duda, una buena oportunidad para reivindicarse o, quizá, otro clavo ardiendo al que agarrarse. Porque sin goles, Sadiq tendría que ser traspasado, si se pudiera, el mismo 1 de enero. Y si los empieza a meter, que me mande callar como mi hija al gallo, que lo aceptaré y celebraré gustosamente. ¡A por ellos!