La Real no arranca. No carbura, no convence, no transmite. Es un equipo sin formar, desconocido, con muchas lagunas, incapaz de llevar el peso de los encuentros, de dominar a su rival, de encerrarle… Hasta la fecha podía escudarse en que solo el encuentro del Oviedo fue una pifia monumental e insospechada, pero lo de ayer, en un momento clave, antes de un parón liguero, y después de haber estado el colista durante varios minutos la víspera por el empate del Mallorca, clama al cielo. Se va a poner negro. Y tiene muy mala pinta.
El entrenador no logra hacer funcionar a una plantilla que por nombres es muy superior a la de muchos conjuntos de Primera División, pero que si no consigue formar un bloque de garantías que crea en sí mismo, que sepa a lo que juega, que confíe en la idea de su técnico y en el proyecto del club, lo va a tener muy complicado para remontar.
El partido fue lamentable. Ante un Rayo Vallecano menor, que completó un partido penoso y que se llevó los tres puntos sin hacer nada del otro mundo. En la segunda parte, cuando los realistas habían perdido el ritmo, el control y el dominio, mientras navegaba a la deriva expuesta a lo que pudiera suceder, en una jugada de nuevo que partió de un prometedor ataque txuri-urdin, el conjunto madrileño encadenó una rápida contra que sacó los colores a la Real y le condenó a una derrota que enciende todas las luces de alarma. Y lo que queda por venir. Porque el presidente está nervioso y el parón será un buen momento para calibrar su paciencia. Insistimos, no se descarta ninguna opción.
Esto es lo que hay ahora mismo en la Real, que tiene una mala pinta... Ya puede aparecer Yangel con una capa roja de Superman y volar como un superhéroe porque las sensaciones no pueden ser peores. Y lo peor es que no se adivina una solución fácil y rápida. Simplemente porque no la tiene.
Sergio Francisco no le dio demasiadas vueltas. El técnico tiene más o menos las ideas claras y en su once tipo solo varía uno o dos jugadores por fuerza mayor. En esta ocasión la única novedad respecto al equipo que le ganó al Mallorca en Anoeta, fecha clave, fue la entrada de Guedes por el tocado Kubo. Mientras el Rayo recuperó a su equipo titular después de ganar en Europa con los suplentes y las rotaciones.
Un inesperado mal comienzo
Algo ha cambiado en la Real. Hace muy poco tenía un equipo que a los pocos minutos de iniciar el encuentro te daba la sensación de que lo normal es que se acabara llevándose los tres puntos porque era netamente superior a su adversario. Aunque le costara ver puerta. Esa percepción ha cambiado de forma radical. Sus partidos están marcados por la incertidumbre. Los minutos pasan sin que haya ninguna certeza. Los partidos están muy abiertos y todos sabemos que, desgraciadamente, si el adversario se adelanta, hay que olvidarse de la victoria porque sigue siendo un conjunto con mandíbula de cristal. Frágil. Débil. Que en el fondo ni cree ni confía en sí mismo. Y eso multiplica la evidencia de que se encuentra más expuesto que en mucho tiempo. Ni engancha, ni transmite. Solo confiamos en que en algún arreón o destello de alguno de sus mejores jugadores logre adelantarse para soñar con la victoria.
Primera parte dramática
La primera parte fue dramática. Un equipo sin posesión, sin control, sin ser capaz de imponerse ni agobiar a su visitante. Solo jugadas puntuales, muy pocas, que tampoco pusieron a prueba a Batalla. El meta del Rayo no tuvo que hacer ninguna parada de mérito. A los tres minutos, una presión de Oyarzabal tras un mal control de Lejeune pudo provocar la roja porque, tras tocar el balón, le pisó con claridad. Pero ya sabemos cómo funciona esto. En otros campos no muy lejanos el VAR interviene y aquí nunca. Remiro despejó con apuros un centro en el primer acercamiento de los vallecanos.
Hubo que esperar hasta la media hora para que un buen pase en largo de Zubeldia lo controlara con apuros Oyarzabal, pero su remate forzado lo atrapó el argentino. En el minuto 34, Guedes probó suerte tras acometer dos buenos recortes, pero el disparo se le marchó alto; y unos minutos después, en un error grave de Gorrotxa, De Frutos se quedó a centímetros de adelantar a su equipo con Remiro ya batido. La afición despidió al equipo con pitos. Con eso queda dicho todo. Esto es lo que hay. Por ahora nos olvidamos de pensar en dominios ni exhibiciones aplastantes. El objetivo es vencer 1-0, ni más ni menos. Y eso siempre es complicado de digerir.
Tímido arreón txuri-urdin
La Real arrancó la segunda parte con una buena jugada de Barrene y Sergio Gómez, pero el disparo de este no encontró palos. Guedes sí que encontró poco después a Oyarzabal con un fuerte disparo que salvó Batalla. Era el minuto 7 y ahí se acabó el arreón realista. El Rayo incluso se dio cuenta de que podía pescar y Chavarría estuvo muy cerca de marcar tras un pase de Fran Pérez. En el minuto 60 Sergio dio entrada a Sucic y Kubo, y ninguno de los dos cambió absolutamente nada. Es más, poco a poco se fue extendiendo la sensación de que el partido estaba más para perder que para ganar. Oyarzabal no pudo aprovechar una buena contra conducida por Barrene y, tras un aviso de Díaz, que detuvo Remiro, llegó la letal contra vallecana que culminó el Pacha Espino. La reacción de la Real fue lamentable y la única opción que dispuso fue un disparo de Sucic en el descuento a pase de Oyarzabal que salvó Batalla.
¿Quién fue el mejor contra el Rayo Vallecano?
Y se acabó. Pitada gorda, de las que no se recuerdan desde hace muchos años en los que vivíamos felices y tranquilos. Igual alguno lo empieza a recordar con nostalgia y se arrepiente del final de la otra era. Cuando haces las cosas rematadamente mal, tu director de fútbol abandona el barco en mitad de temporada y decides que la solución está en casa con gente sin experiencia y con fichajes que no sabes el nivel que tienen y que pueden dar pero que vienen de años de estar por debajo de sus expectativas, navegas en una incertidumbre que a veces sale bien y otras fatal, como le está pasando a esta Real. Ojo, que la cosa pinta mal. Y a varios gestores realistas no les gusta nada que empiece a asomar la porquería por debajo de la puerta de su despacho. Aquí huele a muerto...