Una sudadera en un horno
Como no conozcan el camino y tengan que preguntar no llegan al verde ni en diez días
No se equivoquen, la derrota fue lo de menos. Entiendo la frustración que pueden sentir muchos aficionados realistas que están a punto de romper su carné de abonado como decían antiguamente que sucedía en el Camp Nou cuando el socio perdía los papeles al comprobar que un año más se quedaban lejos del Madrid. La culpa es suya, porque perder un tiempo precioso de su verano para ver a la Real, el club con menos sentido del marketing y más incapaz de ilusionar a nadie cuando parece navegar a deriva en tiempos de incertidumbre. En julio nada es real (ni el Igor ese) ni mucho menos lo que parece, se lo digo yo que llevo demasiados años tragándome sus bodrios veraniegos que deberían estar sancionados con multa a los osados que no aguantan sin ver a sus ídolos y se ponen a ver sus amistosos. Insisto, entiendo que lo del hombre de River y su descenso a la B podría asemejarse a las ganas que te entran cuando ves jugar a tu equipo sin estar lo suficientemente preparado, a miles de kilómetros de distancia, tras un viaje largo y cansado, sin la más mínima adaptación ni sus internacionales, en un césped lamentable, bajo un calor sofocante y una humedad insufrible. No son excusas, esto simplemente es lo que hay. Si nos llegan a ver en la grada a Cuezva y a mí retransmitiendo el duelo sin saber muy bien lo que decir, con una sudada más propia de los futbolistas que de periodistas, que dejaban en minúsculas manchitas los ronchones de la camisa de Camacho en Corea, seguro que se tomarían mucho menos en serio un test que, seamos sinceros, no sirve para nada.
Marcianos en un planeta extraterrestre
Equivocaciones
Insisto, lo peor no fue eso. Después de quedarme solo en una sala de prensa con el aire acondicionado puesto a tope en la que aparecieron un par de esquimales lo que me obligó a quitarme el polo que llevaba y ponerme un jersey que portaba en la mochila sin nada por debajo y de lograr mantener conectada la batería de mi ordenador de forma milagrosa y funambulista debido a que el maldito adaptador no se mantiene conectado, decidí bajar a zona mixta para recoger declaraciones. No exagero, me crucé con diez personas. La prueba era conseguir que me indicaran en qué piso debía bajarme para juntarme con el resto de medios, tras todo tipo de reacciones, sobre todo guturales (“uhhh, ohhh”) ninguno de ellos fue capaz de explicarme en cuál de los cinco malditos números tenía que bajarme. Como era lógico le di al equivocado y aparecí por donde estaban los futbolistas. Una de las organizadoras del partido casi se hace el hara-kiri al verme en el lado oscuro con mi sonrisa de “no sé cómo lo he hecho”. Bueno, nada comparable a una aparición estelar que tuve en Mendizorrotza, cuando entré en mitad de una rueda de prensa de Imanol por el lado reservado a los que atienden a los medios al más puro estilo del “sorpresa” habitual del que sale de dentro de una tarta, con la consiguiente mirada asesina del jefe de prensa de la Real y la llorera de risa de mi mujer que se encontraba recogiendo sus declaraciones. Pero esa es otra historia…
La Real premia la fidelidad de la peña Reala Nippon
Tras la ácida y reivindicativa declaración de Kubo, al que, de verdad, entendemos un poco mejor después de conocer a sus compatriotas, me senté en el banquillo del campo. Por la tarde, después de la megaodisea de la desesperada búsqueda de la tarjeta sim de Cuezva, regresé al hotel y, como no atinaba a quitar el aire acondicionado y necesitaba escribir rápido, acabé poniéndome una sudadera. El problema es que justo me llamaron unos aficionados a los que tenía que entregarles unas camisetas, no me di cuenta y no me cambié de ropa para bajar cuatro pisos en el hotel. Cuando me vio Gorka Larrea casi se desmaya: “¡Pero qué haces con tanta ropa!”. No sé yo si la explicación fue lo suficientemente convincente, pero el caso es nos volvimos a topar cuando estaba sentado en el banco con el citado jersey y ya no pudo contenerse: “¡Pero tú estás enfermo!”. Tampoco le quise dar más explicaciones, el cartero siempre llama dos veces. No hay más.
Take Kubo, claro sobre los fichajes: "Cuando vine estaban Silva, Merino, Zubimendi..."
No nos entendemos
Cansado de que no me entendiera ni Dios, de repente me encontré en el campo con el capitán del rival, Juanjo Delgado. De Valencia de toda la vida. Imagínese la ilusión que me hizo que estuve casi una hora de charla con él y su familia en el mismo césped. Un crack que me contó que cobraba sueldos similares a los que perciben en el Sevilla. Tremendo. No ven, que tampoco eran tan malos, hombre…
Lo mejor de la noche fue que se nos ocurrió intentar la hazaña de pedir un Glovo (je). Lo que iba a llegar a medianoche acabó haciéndolo cerca de la una y media de la madrugada cuando uno no tenía ya ni hambre. Nos sentamos en una de las terrazas que eran un palco del estadio ya vacío (bueno, no del todo, siempre hay gente extraña paseando por sus gradas). No tardaron en volver a aparecer los problemas. Y estos sí que eran graves. La comida que, aparte de fideos no tenía ni la más mínima idea de lo que era, solo venía con palillos. Yo ya estaba dispuesto a zampármela con las manos cuando se me ocurrió intentar pedir tres tenedores y tres cuchillos en la recepción. Esto dio para una nueva película de Indiana Jones. Increíble. Lo más curioso de todo es que también pedimos tras vasos. Y casi veinte minutos después y a pesar de que hay un restaurante pegado a la recepción, nos trajeron los tres vasos pero solo dos tenedores y dos cuchillos. En el fondo yo empiezo a pensar que lo hacen para tocar las pelotas y en realidad se parten de risa a nuestras espaldas. Y de verdad me gustaría que fuese así, porque son adorables, no pierden la sonrisa ni se molestan jamás por nada.
Mañana les contaré más sobre la entrevista a nuestro entrenador que, más allá de cualquier otro análisis prematuro, es un tipo encantador, cercano y, sobre todo, muy natural. Antes de comenzar nos explicaba que sus mellizas de 10 años estaban preocupadas porque ya no iban a poder bajar al césped después de los partidos como hacían cuando estaba al frente del Sanse. Ya se lo digo yo, si es en este país seguro que no, porque como no conozcan el camino y tengan que preguntar no llegan al verde ni en diez días! Cosas de otro mundo. Del planeta Jabón...