[A por ellos] "Un partido más", por Mikel Recalde
La Real necesita que varios de sus mejores jugadores den un paso adelante en esta recta final para asegurarse la vuelta a Europa
A mí la verdad es que me sigue llamando mucho la atención… Alguien me tendrá que explicar por qué se nos queda siempre la misma cara de tontos e incluso consiguen que nos invada un extraño sentimiento de culpabilidad cuando el colegiado asume un protagonismo que no le corresponde en los partidos de la Real. Y la diferencia salta a la vista. Cuando en Mánchester el galo Benoit Bastien perpetró un atraco en contra de los realistas digno de pasar cuanto menos la noche en un calabozo y que un juez de verdad le tome declaración antes de volver a pisar la calle, y tras una galernilla de indignación a la vasca sin excesiva repercusión, la vida no tardó en regresar a la normalidad como si no hubiese pasado nada. En plan, a ver si deja de hacer ruido esta pobre gente que molesta.
Villarreal
Y por el contrario, cuando supuestamente le beneficia, se monta la mundial, no tardan en aparecer los más histéricos del planeta de los ofendiditos (a los que, casualidad, les favorece el pinchazo del Villarreal) y nos pasamos varios días con el tema en la palestra. A ver, por partes. Por mucho que entendamos que duela, qué culpa tiene la Real de que haya dos rivales que se encuentren en fuera de juego. O que en el origen del tercero, que, insistimos, entendemos que escueza aún más al ser el minuto 96, aparte de que se pita un offside escandaloso a Mikel Oyarzabalcuando parte de su campo que, se supone, hubiera impedido ese último ataque local, hay un forcejeo en el que al principio utiliza claramente las manos Pepe para ganar la posición. La linier señaló la falta al momento, por lo que no se debería poder hablar de gol anulado. Es más, Remiro está parado porque ve que ha levantado el banderín a su favor. El problema es que el trencilla principal cometió el grave error, con el que perjudicó a la Real, de creer que en realidad estaba señalando una infracción de Javi López a Pepe, es decir, el mundo al revés. Ese fue el principal fallo arbitral que se dio en la segunda parte del encuentro a pesar de que, lo asumimos, a nosotros también nos hubiera soliviantado si nos sucede algo así en contra (para mí, faltita). Lo demás solo son fuegos de artificio o quejas de gente interesada y bajo sospecha. Y coincidirán conmigo en que ver llorar a Marcelino después de sufrir cómo celebraba los tres goles por la banda (nadie lo definió mejor que Klopp, “no me gustaría ser como él ni un minuto de mi vida”) no tiene precio. Ni lo tendrá. Esto, como la final que perdió contra la Real después de recibir un baño en la pizarra y que creía que iba a ganar seguro, también va a ser para siempre. Se siente…
En resumen, aceptamos pulpo como animal de compañía y reconocemos que estaríamos fumando en pipa si nos sucede a nosotros, pero de robo nada. Si necesitan que les expliquen el concepto, lo hacemos con innumerables ejemplos gráficos de este mismo curso. Lo más “increíble” (como repetía desesperado Marcelino), es que nadie caiga en la cuenta de que el árbitro se llamaba Cuadra Fernández. Me imagino a esta gente cuando están en el colegio y el profesor pasa lista y no tarda en distinguirlos: “Señor Cuadra, usted tiene mucho futuro en el mundo del arbitraje”.
Árbitros
Esta cuestión, que es la única parte que tiene gracia de este mundo absolutamente inescrutable, me recuerda que en mis tiempos de Madrid, un verano entró como becario en el As el hijo de Prados García. Los más jóvenes no tendrán ni idea de quién es, pero pasó a la historia por ser el primer colegiado que fingió una agresión por parte de un jugador. Sucedió en El Sardinero en un Racing-Zaragoza de la temporada 1999-00, con José Ceballos, el meta santanderino, que vio la roja tras montarse una tángana en la banda y, al reaccionar de forma tan enloquecida, cuando fue a protestarle le acercó la cara y la cabeza y este se dejó caer ante el estupor del resto de futbolistas y de la grada. Su hijo llegó al periódico poco después de lo sucedido y, en una selva de auténticos cabrones como era esa redacción, no tardó en salir el vacile. La verdad es que era un tipo estupendo, un cachondo, y encajaba con una dignidad envidiable. Todavía le tengo en mi agenda como Aceitunilla, que era el apodo que le pusieron por ser de Jaén (sí, estoy de acuerdo, dados los acontecimientos, pudo ser mucho peor). En realidad, qué más les puedo contar, si el hijo de González González, el mayor villano de la era moderna de la Real, estaba en el partido de Copa disputado en Ponferrada con la camiseta txuri-urdin intentando sacarse fotos con todos sus ídolos (lo contó tras verlo con sus propios ojos mi compañero Samu Valcárcel en Onda Vasca).
La anécdota del bigote de Prados García me vino a la cabeza en la entrevista que concedió Ceballos a Panenka. Parco en palabras, explicó que ahora se acordaba de lo sucedido “con una sonrisa. Entonces me dolió, me dolía mucho, pero ahora... No me llamó, pero coincidimos después de aquel partido, y hablamos un rato en el vestuario, de la jugada, de que estaba todo olvidado, de que no queríamos buscar culpables. Lo que fue, fue. Pero sin más, cosas que pasan en el fútbol, que es el sitio de los asuntos raros. Como decía un entrenador: Si en el fútbol me dicen que hay un burro volando yo miro, porque igual hay uno volando.
Jugadores
Yo asumo que soy una parte implicada en el tema, entre otras cosas, porque éste es el artículo previo 52 de la temporada, pero creo que hablamos demasiado de los entrenadores. Les damos excesiva importancia. Y que conste, para sus fervientes detractores, que estoy de acuerdo con que el cambio de sistema resultó fatal en Villarrealy que, diga lo que diga, este año está muy lejos de ser un temporadón.
En el momento de la verdad, pido una vez más que pongamos el foco en los jugadores, que son los que bajan al barro para lo bueno y para lo malo. Y no, no estoy para nada de acuerdo con los que defienden que Imanol ha contado con muy buenos jugadores y pasan de puntillas con que se convirtieron en mejores en parte gracias a él. En fin, una más, es lo que hay…
Es la hora
Solo quedan seis partidos, ya no hay marcha atrás ni tiempo para corregir errores. Es en estos instantes cuando se conocen a los jugadores de verdad, a los que valen. Siendo consciente de que Kuboes uno de ellos y, después de leer sus ácidas declaraciones, solo me queda lanzar la misma pregunta a varios realistas que planteó John Fitzgerald Kennedy a sus compatriotas: “No pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tú país”. ¿Cómo es posible que con la aglomeración de realistas que se acumulaban en los dominios de Remiro ninguno de ellos fuera capaz de cortar un cambio de banda horizontal o un centro al área? ¿Cuántos goles y asistencias llevan algunos? ¿Aparte del de siempre, hay alguno capaz de echarse al equipo a sus espaldas? ¿Tenemos futbolistas de carácter y con personalidad? ¿También es culpa del entrenador que estén rindiendo casi todos muy por debajo de su nivel? Ya va siendo hora de que espabilen, marquen diferencias y nos hagan felices, porque, como han podido comprobar en el entrenamiento abierto, su cartel de ídolos no se encuentra en peligro con una parroquia tan receptiva y permisiva. Hasta facilona en algunas cuestiones. Y no voy a caer en la trampa de acusarles de millonarios prematuros, como hizo Bielsa en el vestuario del vecino, porque, como decía Luis Aragonés: “No he conocido a un jugador que cuando entra en el campo, se acuerde del dinero. Como el actor de teatro que busca la exclamación del público, cuando llega a la pradera el futbolista solo piensa en hacer una gran jugada y marcar por la escuadra para recibir las palmas del público”.
Estamos preparados para ovacionarles. Es más, lo necesitamos. Queremos jalearles y agasajarnos entre nosotros con interminables abrazos de gol mientras les elevamos de nuevo a los cielos. Que nunca olviden lo privilegiados que son y que como aquí se está en pocos sitios. El tiempo pasa rápido y fuera de la Real hace frío. Ya lo dice, a sus 56 años, Ceballos, el racinguista con más encuentros: “Me encantaría tener 25 años y jugar un partido más con mis compañeros de entonces”. Que no lo olviden, no hay un club ni un destino mejores en el mundo cuando las cosas salen bien. Está en sus manos que este año vuelva a terminar como los cinco anteriores. Es la hora. ¡A por ellos!