Cuenta la leyenda que Nicolás II, el último emperador ruso, declaró desde su trono: “¿Qué me va a pasar a mí y a toda Rusia? No estoy preparado para ser un zar. Nunca quise convertirme en uno. No sé nada del asunto de gobernar”. Con esa sonrisa de niño y esa timidez que demostró desde su primer día y que, por supuesto, no le ayudó en su adaptación, Arsen Zakharyan tampoco dio la sensación de que su prioridad fuese reinar en la Real. Ni, por lo visto en su primera temporada, pareció estar preparado para ello. Pero muchos se olvidan de que llegó a jugar en 40 partidos y que, a sus 21 años, han leído bien porque se dice pronto, continúa siendo una de las mayores promesas que florecen en el jardín de talentos europeos. No se sabe muy bien por qué, mucha gente no le ha terminado de coger la suficiente confianza o se le ha olvidado esos detalles de calidad que dejó en su primer curso, pero el caso es que incluso no le esperaban. Una interpretación que chocaba de forma radical con la sensación que tienen en Zubieta, donde le consideran un magnífico futbolista con uno de los mejores golpeos no solo de la plantilla, sino de todo el campeonato.

Una maldita lesión en el tobillo y sus posteriores secuelas le han obligado a tener que esperar hasta finales de febrero para estrenar titularidad esta campaña. Pero, a pesar de todo ello, cuando recibió ese balón de Pablo Marín y controló sin oposición, todos sus compañeros tenían la certeza de que la pelota iba a acabar en las redes. Y si no, fíjense en alguna repetición en la que Aguerd levanta los brazos cuando aún no ha cargado su rifle.

Goles son amores y con golazos todo sabe mejor, aunque fuese una noche de domingo descafeinada. Otro de Kubo, en jugada personal, a la altura de los que viene marcando en los últimos meses, y un último de Olasagasti, que se atreve con todo y que selló la goleada con una preciosa volea, dieron una victoria clave a la Real Sociedad para seguir en la carrera por regresar al viejo continente por sexta campaña consecutiva.

Campo lleno de minas

Más que un partido trampa, se trataba de un duelo a disputar por parte de la Real en un auténtico campo lleno de minas. Explosivos que podían hacer saltar todo por los aires si no se daban los pasos acertados. Los peligros y las amenazas eran evidentes. El cansancio por el desgaste acumulado; el temor a perder efectivos y energía para el encuentro del año del miércoles en la ida de la semifinal de Copa ante el Real Madrid; la obligación de ganar si no se quería arriesgar a perder el tren europeo; las dudas ligueras con una victoria y cuatro derrotas en sus últimas cinco estaciones; un horario tardío, repetitivo y cansino que generaba un ambiente frío porque esto ya no hay quien lo aguante (una cosa es poner a prueba la fidelidad de una afición paciente y cercana como pocas y otra, muy distinta, que nos tomen por tontos); una lista dramática de apercibidos con hasta siete jugadores (Brais, Barrenetxea, Zubimendi, Kubo, Aguerd, Turrientes y Aihen) que podrían perderse la visita a Montjuïc el próximo domingo que casi invita a ir con los juveniles al tener que recibir esa misma semana al Manchester United; dos sancionados por sus expulsiones en Sevilla (Zubeldia y Becker); una falta de gol acuciante que multiplica la dificultad de sacar los partidos de casa adelante con la ley del mínimo esfuerzo y una política de rotaciones masivas que, como hemos podido comprobar, a veces descarrila como le sucedió, por poner un ejemplo, ante el Getafe.

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Gran ambiente en Anoeta, pese al horario, en el Real Sociedad-Leganés Ruben Plaza

La situación obligaba a un ejercicio de funambulismo tal que, una vez más, Imanol cambió casi a su equipo por completo. En total siete modificaciones con la gran novedad del estreno como titular en lo que llevamos de temporada de Arsen Zakharyan. El refuerzo conocido en el mercado de invierno ya confirmó su carta de presentación de su vuelta con el centro medido que le sirvió a Óskarsson en el quinto gol ante el Midtjylland. Aramburu y Javi López en la zaga, a lo que había que añadir el cambio de puesto de Aritz para regresar al eje; Pablo Marín, en quien cada vez confía más Imanol, y el ruso junto al incansable y explotado Zubimendi; y un tridente formado por Kubo, por el que había que poner una vela para que no le sucediera nada de cara a que estuviera en plenitud de condiciones ante los blancos, Sergio Gómez y Óskarsson. Otra buena oportunidad para el islandés para que acreditara a su condición de 9 txuri-urdin.

Primera parte impecable

La Real completó una primera parte impecable. Sin alardes ni fuegos de artificio, tampoco con un carrusel de ocasiones, pero con una sensación de firmeza, seguridad y superioridad que provocó que el Leganés viviera en todo momento muy alejado de los dominios de Remiro. Pasado el primer minuto, un buen centro de Sergio lo cabeceó tras botar en el suelo y como le vino Zakharyan, pero atrapó sin problemas Dmitrovic. El ruso fue el gran protagonista antes del descanso al confirmar que estaba completamente recuperado y que puede ser un hombre importante para Imanol en lo que resta de temporada. Una buena presión de Óskarsson le dejó a las puertas de quedarse solo, pero se cruzó en su camino Rosier. Gran trabajo del islandés, que cada vez trabaja más en punta, una misión en la que Imanol le veía demasiado verde y a años luz de lo que aporta Oyarzabal. Pues en este sentido ya no existe tanta diferencia. En eso también va avanzando el nórdico. Pasados los diez minutos, Pablo Marín profundizó por la izquierda y su pase al borde del área lo convirtió en gol, tras pararla y tener demasiado tiempo para cargar su fusil, Zakharyan.

Solo tres después, en una buena acción entre Kubo y Óskarsson, que continúan sin formar esa sociedad que apunta maneras, el despeje le llegó de nuevo al ruso, quien, tras domar la pelota con el pecho, enganchó una preciosa volea cruzada que salvó con un vuelo extraordinario el meta serbio.

El único susto del Leganés fue una acción de pin-ball con varios despejes y remates que no pusieron a prueba al meta realista. Zakharyan, ahora con la zurda, rozó la escuadra tras una buena dejada de Óskarsson

Kubo, que dejó muchos detalles de calidad superior, finalizó fatal dentro del área; y en el descuento, Pablo Marín, después de un buen recorte, no pudo sorprender a Dmitrovic con un disparo que le salió demasiado centrado.

En resumen, una buena primera parte txuri-urdin, con el lunar, esperemos que no demasiado negro, de la lesión de Aguerd, que se vio obligado a pedir el cambio y lo va a tener complicado para enfrentarse al Madrid. 

Otro brío, pero...

En la reanudación el Leganés saltó con otro brío, pero su intento de reacción no duró más de tres minutos, ya que Kubo se quedó solo con un marcador, al que no ayudó nadie, y cuando eso sucede la cosa suele acabar en tragedia para los defensores. Es cierto que el japonés se aprovechó de un par de rebotes, pero también lo es que hay que tener mucho nivel y calidad para alojar el esférico en las redes casi de la nada. Otro golazo más para una colección de dianas de bella factura que comienza a tener complicado guardar en su videoteca por cuestión de espacio. Casi a renglón seguido, Remiro cortó la posible reacción con la parada de la temporada en una mano abajo excepcional a disparo de Raba. Y en el córner, el navarro estuvo atento para detener el cabezazo de Sergio. Jon Martín lo intentó en otro saque de esquina y Miguel levantó astillas de la madera en un disparo demasiado cruzado al que también estuvo cerca de llegar Remiro. En los últimos minutos, Olasagasti, que ya se atreve con todo, cerró la goleada con una volea magnífica que se coló sin que Dmitrovic y Tapia lo impidieran. Una pena que Oyarzabal no culminara entre los tres palos su bonita jugada final.

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Gran triunfo de la Real ante el Leganés: las notas de Mikel Recalde Mikel Recalde

Una goleada para enmarcar. De un mérito incuestionable y en una noche en la que sí que se sentía esa incómoda presión de tener la obligación de ganar. La Real ya es octava, un puesto que casi seguro que dará acceso a Europa en mayo. Y lo ha conseguido en plena vorágine de encuentros, ante todo tipo de rivales, con rotaciones revolucionarias y masivas, y con el acierto y el control de un patrón que domina como nadie el equilibrio y la competitividad de esta plantilla. Tres golazos en un partido que había que sacar adelante por lo civil o por lo criminal y ahora que pasen los gigantes, que esta Real se siente capaz de plantar cara al que sea en el momento clave de la temporada. Algo que no había logrado en años anteriores… Y en nuestros propios horizontes de grandeza, aquí también se postulan candidatos a reinar. Están preparados.