Año nuevo, vida nueva en Anoeta (0-0)
La Real se choca contra un muro amarillo y se tiene que conformar con un decepcionante empate en el mejor resumen de lo que ha sido su campaña en Anoeta en 2024
Las cuatro últimas victorias de la Real en casa habían servido para maquillar unos números decepcionantes en casa, pero si había que cerrar el año con un exponente fiable de lo acontecido este año en Anoeta, el empate 0-0 ante Las Palmas ha sido un ejemplo inmejorable. Con esa mezcla de frustración e impotencia que provoca el constatar que el equipo es netamente superior a su rival y genera más ocasiones aunque luego sea incapaz de plasmarlo en el marcador. Sin un delantero específico que no necesite demasiadas balas para matar un partido cuando el rendimiento colectivo no es el esperado. Ha sido una historia que desgraciadamente se ha repetido en numerosas ocasiones. Una película que sabíamos cómo iba a terminar. Así se le escapó a la Real una final de Copa, así tuvo que sellar su notable clasificación europea el curso pasado con grandes gestas a domicilio y así se metió en una incómoda y peligrosa crisis al inicio de curso. Lo bueno, y esto también hay que destacarlo, es que su magnífica reacción nos había permitido adentrarnos en una nueva dimensión. Esa que hemos disfrutado tantas veces a lo largo de los últimos años con Imanol. Antes de la visita de Las Palmas todos estábamos convencidos de que este plantel iba a conseguir el pleno de puntos para cerrar el año. Incluso lo dijo Imanol, “para nosotros es muy importante sacar los encuentros que nos quedan en casa” porque se sentían en deuda. El del Dinamo lo lograron vencer casi sin despeinarse y todo parecía ir rodado hasta que un Las Palmas, que no tuvo nada que ver con sus equipos talentosos y frágiles que siempre acababan cayendo en sus visitas a Donostia, nos recordó que el año 2024 no ha sido un camino de rosas en Anoeta…
Normal que el aficionado se marchara molesto. Porque, insistimos, aunque en el último mes hemos recuperado esa sensación de bonanza por la era que estamos disfrutando, lo cierto es que da mucha rabia que la Real no consiga decidir encuentros que tenía que ganar. Sin quitar ningún mérito a un Las Palmas que por cierto celebró a lo grande el punto, pero que incluso pudo haber ganado porque convirtió a Remiro en el mejor local, el partido no se le podía escapar a este conjunto, cuyo valor se encuentra descaradamente al alza. Su flecha está para arriba. Todos los partidos tienen su clave que descifrar para hallar el oro, y la de este domingo quizá estaba en el banquillo. En los jugadores de refresco. Porque a los realistas se les vio plomizos y cansados, con piernas pesadas por los esfuerzos acumulados, y cuando entraron Olasagasti y Barrenetxea el campo se inclinó hacia la meta canaria. Era una noche para intentar comprobar si Óskarsson nos hace olvidar de una vez por todas el debate del 9, pero apenas tuvo tiempo. No se le puede achacar que no lo diera todo hasta el final, aunque una vez más, cuando un duelo se le complica y a pesar de contar con muchos jugadores de quilates arriba, la Real no logra marcar, como se suele decir, por aplastamiento. Por romper el cántaro de tanto llevarlo a la fuente.
Imanol estaba de enhorabuena porque mientras disfruta de la mejor ola que ha cogido esta temporada las lesiones le están respetando bastante y ha podido recurrir de forma bastante habitual a su once tipo. En esta ocasión, las novedades fueron la entrada de Javi López por Aihen, las vueltas de Zubimendi y Sucic en la medular y el regreso de Sergio al extremo en detrimento de un Barrene tocado.
Las Palmas se presentaba a la cita sin su gran sensación y cabecilla de su impresionante resurrección, el portugués Fabio Silva. Su lugar lo ocupó Jaime Mata, que no tardó en demostrar que no importa qué camiseta, no cambiará en la vida.
La Real regresó a su salida contemplativa. Se desconoce si fue porque le pesaban las piernas por la exagerada carga de partidos, pero la verdad es que en los primeros 20 minutos se salvó de milagro de no ponerse por debajo en el marcador. Y eso que a los dos minutos Kubo sirvió un buen balón a Sucic y el disparo de este, tras dos amagos, se marchó fuera cruzado. Incluso Zubimendi, tras domar un interesante pase del croata, buscó suerte desde la media luna, pero el disparo se fue lamiendo el larguero. A los doce minutos, el donostiarra buscó a Remiro desde lejos, el meta no le entendió o no se lo esperaba y Mata se encontró con la ocasión soñada para un punta, aunque el meta se hizo grande y pudo rechazar su disparo. La jugada dejó noqueada a la Real y poco después, en una acción de tiralíneas amarilla, Moleiro también encaró a Remiro solo y su chut lo salvó el navarro con una gran acción.
Cuando Zubimendi se recuperó del susto y, como es habitual, regresó para agarrar el timón, la Real protagonizó sus mejores minutos. Una preciosa jugada de Brais, en la que intervinieron el pivote realista y Sergio Gómez con una selecta invitación al gol marca de la casa, no pudo convertirla en gol Oyarzabal en una situación algo comprometida. Mucho más clara fue la siguiente que tuvo el 10, cuando se encontró con un mal despeje de un canario y, con todo a su favor, la envió a la cruceta. Sergio Gómez, con otro disparo de nuevo muy cruzado, cerró el periodo de ocasiones realistas en una primera parte con no muy buenas sensaciones por las concesiones y la falta de puntería en la finalización.
La Real volvió a entrar floja en la reanudación en una señal inequívoca de que algo no iba bien. Zubimendi estaba impreciso en el pase y Sucic y Brais eran superados por Essugo, cuyo despliegue físico fue monumental. Estaba en todos lados y era un auténtico animal en las disputas y en los balones divididos. Incluso el duelo estuvo cerca de ponerse aún peor, en un saque de banda muy mal defendido (otra de las especialidades de la casa cuando el tema no va bien), y Sandro, que había sido el que había abierto a la banda, culminó el ataque con un disparo al larguero. El mismo exrealista probó a Remiro, aunque, en dos tiempos, acabó atajando la pelota.
El viento cambió por completo en el minuto 67 con la entrada de Olasagasti y Barrenetxea. Nada más entrar, una pared entre los dos la culminó el segundo y paró Cillessen. Casi a renglón seguido, un buen pase de Zubimendi lo culminó el 7 y la parada del meta no la remachó a gol por milímetros Oyarzabal.
Olasa sirvió una gran pelota a Sergio, pero su disparo, centrado, lo repelió el neerlandés antes de que el posterior chut con la mala la enviara a las nubes el propio catalán. Barrene no encontró hueco en un mar de piernas, Sucic y Aihen probaron sin suerte fortuna desde lejos y Óskarsson a pase de Zubimendi dispuso de la última, pero también se topó con un defensa.
Se acabó. Un empate 0-0 de los que te dejan mal sabor de boca. Porque la ilusión que estaba generando este equipo era muy alta y, sobre todo, convincente. Porque los más agoreros y agnósticos ya se habían subido al tren de la Real de esta temporada. Y, desgraciadamente, porque nos recordó el sinsabor de una temporada en la que, hay que reconocer, después de las emociones fuertes con las que habíamos disfrutado, sobre todo en la fase de grupos de la Champions del curso pasado, no hemos sido lo suficientemente felices como esperábamos. Y estamos hablando de sensaciones, porque todos estamos de acuerdo con que la estadística vuelve a reflejar que esta Real apunta alto esta campaña. Pero en Nochevieja brindaremos por un año nuevo y una vida nueva en Anoeta...