Era una auténtica final por la Europa League. Lo habían reconocido en las horas previas los dos entrenadores, Imanol Alguacil y Manuel Pellegrini. Y la afición local respondió a semejante calificativo, y no de cualquier manera: el Benito Villamarín batió el récord de asistencia para un partido de Liga, con más de 58.000 espectadores en sus gradas. Todos ellos, béticos, una vez el consejo de administración sevillano decidió no facilitar entradas a la Real y venderlas con descuentos a sus propios socios. La Real se sobrepuso a todos los factores: 0-2 y billete para la Europa League.

En concreto fueron 58.036 espectadores los que se dieron cita en el estadio de la avenida de la Palmera de la capital hispalense. Esta cifra supone superar en casi 2.000 personas el anterior récord, de septiembre, contra el Cádiz (56.087 personas). La expectación que levantaron tanto el duelo como la Real tienen una mayor dimensión habida cuenta que contra el FC Barcelona asistieron 53.288 espectadores y contra el Real Madrid, 52.756.

El dato absoluto del campo verdiblanco, recuerda Estadio Deportivo, quedó fijado en las semifinales de Copa de la temporada 2021/2022 contra el Rayo, con 59.916 espectadores, “un lleno prácticamente absoluto” tras la ampliación que llevó a cabo el Betis antes en la pandemia. Ahora busca una profunda renovación del estadio.

El Betis también hace historia: “A Europa manquepierda”

Si la Real ha hecho historia con sus cinco clasificaciones europeas consecutivas, algo similar ponen en valor en Sevilla con el Betis: los verdiblancos suman cuatro billetes seguidos; el último, de Conference, aunque “el objetivo” era el de la Europa League. El que se llevaron los blanquiazules.

“La derrota deja un mal sabor de boca en el día de esta rúbrica, que era el objetivo de toda la campaña. Será el Betis séptimo y mantiene su suelo tan alto como nunca en su historia”, escribe Mateo González en las páginas de ABC de Sevilla sobre un equipo que afrontaba una “temporada de transición”.

Las crónicas andaluzas dejan entrever que por el Villamarín pasó un equipo que supo gestionar el choque, sobre todo con el 0-2. “El partido pierde ritmo y eso perjudica al Betis. El remate sigue sin llegar”, alude González sobre una segunda parte en la que “el equipo de Imanol toca tratando de adormecer a un Betis que corre algo necesitado de echarse un gol a la boca para que su esperanza no decaiga de forma definitiva”.

El espíritu manquepierda, que sirve de titular de la crónica de ABC de Sevilla, también recorre la columna del profesor universitario y antropólogo social Alberto del Campo, que se declara admirador de Mikel Oyarzabal. Con él departió meses atrás y le explicó que en Zubieta “primero trabajo, después talento”, mientras que “en el Villamarín lo que gusta es el jugador que parece trascender las capacidades mundanas”. Por eso, Del Campo interpreta el partido de este domingo como “la pugna entre la inspiración y la transpiración. Pero los vascos no necesitaron sudar mucho. Les bastó el oficio”. Un choque en el que la Real ganó y perdió el Betis, aferrado al espíritu del manquepierda, “una proclama quijotesca, idealista, que sugiere que el placer en el juego de la vida va mucho más allá que ganar o perder en un solo partido”.

Entre lo “meritorio” y el objetivo

El cronista de Diario de Sevilla, Francisco José Ortega, vio justa merecedora de la victoria a la Real tras una Liga de los béticos que “no ha estado mal” y los deja séptimos: “Los verdiblancos se jugaban contra el rival directo, la Real Sociedad la opción de estar más cerca de ser sextos al final del curso y la realidad es que estuvieron muy lejos de lograrlo”. Tras el gol de Brais Méndez todo fue “cuesta arriba” ante un Betis que “salvo un rato del primer periodo en el que fue capaz de meter a los vascos en su propia área a base de recuperaciones muy arriba y de jugar con un punto más de intensidad, no fue capaz” de alterar a su rival tras el 0-2 de Mikel Merino.

La jugada clave que resolvió el choque fue el penalti que marró Abde, que como reconoció el técnico bético, Manuel Pellegrini, hubiera reducido distancias con 10 minutos por delante. “Cuando un futbolista opta por la vía elegida en su día por el mítico Antonin Panenka en un máximo castigo está obligado a gritar el gol a los cuatro vientos”, resume el cronista de Diario de Sevilla, para quien el “sorprendente” lanzador de la pena máxima “no falló el lanzamiento, sencillamente fue un frívolo” que facilitó que Remiro, “que ya estaba sobre el césped tumbado como si estuviera frente al mar” despejara el esférico con el pie “como si le llegara un balón de playa de ésos que no caen nunca”.