Dos orejas y puerta grande en Sevilla. La Real Sociedad de Imanol ha sellado la sexta plaza tras asaltar el Benito Villamarín en una cita en la que se ponía en juego la última plaza por la Europa League. Con una plantilla mermada y agotada, en parte por la incomprensible cacicada perpretrada por la Liga con sus horarios, los blanquiazules se llevaron tres puntos de oro al aprovechar dos zarpazos de dos de sus mejores jugadores antes del descanso. Merino y Brais son de los que suelen comentar que es un privilegio compartir equipo este tiempo. Son precisamente los que, aparte de producir gran parte del fútbol del equipo al ser intocables en la sala de máquinas para el técnico, han debido asumir una gran cuota de responsabilidad por el déficit de los goles de los tres delanteros. Valen para todo. Juegan como los ángeles, se les cae la calidad de los bolsillos y son competitivos hasta explorar los límites de su cuerpo. Todo por la Real, aunque no sientan los colores desde la cuna. Como declaró Brais, “a mí ya me pueden considerar como un canterano más”. Con permiso de los vecinos navarros, a Mikel casi también, por eso luce y dignifica la ikurriña como capitán de este proyecto que ha entrado en la historia del club gracias a la quinta clasificación europea consecutiva y, que a nadie se le olvide, por la Copa para siempre. 

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Las mejores jugadas EFE

Dos goles y una defensa pétrea y numantina. Heroica y de granito para proteger al portero que ha terminado por levantar un muro en este tramo final del curso para asegurar el objetivo prioritario marcado desde el inicio. Por algo es el segundo equipo menos goleado del campeonato. Imanol andaba con la mosca detrás de la oreja el jueves al comprobar que la victoria ante el Valencia y el consiguiente pasaporte para viajar al extranjero de nuevo no parecía satisfacer a su gente y a su entorno. Por eso intentó recordarlo, con esa declaración tan suya de que “nos olvidamos muy rápido de los malos momentos y nos cansamos rápido de lo bueno”.

Las mismas caras acaban aburriendo a los más histéricos y agoreros de todas las temporadas, sobre todo si tienes que tomar decisiones en 52 encuentros, pero el oriotarra es el entrenador perfecto para esta Real y para este proyecto. Un magnífico gestor de mínimos que ha conseguido que todos sus soldados den la vida por él cuando saltan al campo y, lo que es más importante en la actualidad, un extraordinario conseguidor de buenos resultados. Y todavía alguno lo discute y lo seguirá haciendo los próximos meses, pero que sepan que el verdadero artífice de este exitazo se encuentra en su banquillo. Esta vez además obrando un auténtico milagro porque los delanteros centros le han fallado y los refuerzos de la dirección deportiva han estado muy lejos de ser de Champions. Chapeau don Imanol Alguacil. Eskerrik asko.

“Somos capaces de ganar los tres partidos, pero hoy hemos acabado el segundo tiempo reventadísimos, jugadores que casi no se podían ni mover. Hay unos cuantos lesionados”. El técnico había reconocido en caliente que la lista de damnificados por el desgaste acumulado en los dos partidos anteriores era importante. No quiso personalizar para no dar pistas, pero se mascaba la tragedia.

Como era esperable, la alineación llegó con muchas sorpresas y hasta el calentamiento deparó un último cambio al lesionarse o darse cuenta Le Normand de que no podía jugar y entrar de emergencia Pacheco, que había sido el suplente más sorprendente. Imanol se decantó por lo tanto por hacer seis cambios. Entraron Traoré, Aritz, Javi Galán, Brais, Becker y Oyarzabal. En principio, para jugar con una línea de cuatro que, dado el dominio local, se convirtió en una de cinco con el extremeño retrasando más su posición. A pesar de sus importantes bajas, el Betis también dispuso de un once muy reconocible con Fekir ejerciendo de Isco y Johnny de Guido. 

Gran arranque

El partido no pudo comenzar mejor para los realistas. Brais provocó una falta en una buena posición, un poco ladeada, y sacó su fusil de precisión para depositarla con fuerza y colocación en toda la escuadra. El tanto enrabietó al Betis, que comenzó una ofensiva total en busca del empate. Lo que no se esperaban es con que Remiro tenía muchas ganas de revancha después del error que cometió en este escenario y que acabó costando una dura goleada por 4-0 ni, sobre todo, con su excepcional estado de forma. Oyarzabal no pudo aprovechar una gran conducción de Merino tras un control excelso, pero después saltaron todas las alarmas porque no pararon de llegar las ocasiones locales.

En un fallo de Aritz, Ayoze no pudo superar la salida del meta, que a la segunda también salvó un fuerte disparo de Fornals. Otro tiro desde la frontal del ex del West Ham lo atajó sin mayores apuros. Un error de Galán acabó en una finalización de Fekir, que también apagó el de Cascante. Aritz, que fue de menos a más, salvó un disparo de Willian José y abortó una gran jugada de Ayoze. Una rosca de Fekir se marchó lamiendo el palo y un lanzamiento lejano de Riad se estrelló en el larguero tras desviarla con la yema de los dedos tras una estirada felina Don Remiro. 

En pleno acoso y derribo, cuando peor pintaban las cosas, Merino robó una pelota a Fornals, se apoyó en Oyarzabal y el balón devuelto lo clavó en la red después de otro control que le dejó en ventaja y solo ante el Rui Costa. El gol silenció la caldera del platillo volante soñado por Lopera y tanto la afición local como Pellegrini se frotaban los ojos para entender cómo era posible que se fuesen al descanso con un 0-2 en contra.

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Betis-Real Sociedad: las notas de Mikel Recalde Mikel Recalde

Mayor tranquilidad

En la reanudación la Real tranquilizó mucho más la situación. El Betis perdió mordiente en ataque a pesar del intermitente talento de Rodri, que es de no creer que jugara en lugar de Barrenetxea en el último Europeo sub’21. Lo grave fue que Martínez Munuera había pasado un mal descanso y, pese a su experiencia, cayó víctima de la presión de la siempre ruidosa hinchada local. No cotizaba en las casas de apuestas que a la primera que pudiese iba a señalar un penalti en el área de la Real, porque este es un colegiado de los que sabe en todo momento lo que pita y, lo que es peor, lo que le interesa pitar. Una mano imposible, de espaldas y de rebote, de Traoré fue su coartada perfecta para echar un cable a un equipo local al que le costaba mucho generar peligro. Abde intentó un Panenka lamentable y Remiro lo detuvo (por fin) con el pie. Luego el VAR anuló un gol a Ayoze por una mano, en una blanda salida del meta, y ninguno de los dos trencillas quiso ver un golpe que le propinó Rui Costa a Oyarzabal en un córner.

Pero la Real pudo con todo gracias a un nuevo ejercicio hercúleo de resiliencia. Y que nadie se atreva a hablar de mala suerte, porque era imposible arrastrar peor fortuna contra este rival. En esta ocasión los blanquiazules aprovecharon sus ocasiones y con lo poco que les quedaba de energía y gracias a las paradas de su portero volvieron a lograr un triunfo épico para el recuerdo. “¿Y la Real qué, otra vez en Europa?”, parafraseando aquel anuncio del hombre de las montañas que preguntaba por su Madrid. Pues sí, señores, con Imanol siempre en Europa. ¡A por la sexta!