En la vida todo está en los libros. O en la serie de Los Simpson. No importa que sucedan cosas absolutamente inverosímiles que todo ya había sido ideado por los dibujos animados de Springfield. No tiene explicación ni lógica. Lo de los libros sí, obvio, porque ya está todo inventado, pero lo de esta serie es uno de los grandes misterios de la humanidad. Solo comparable a lo del Real Madrid en la Copa de Europa. Auténticos fenómenos paranormales que llegan hasta tal nivel que es para preocuparse. Al menos respetarlo mucho, por si alguna vez se puede volver en tu contra. No se fíen. Yo ya he decidido no criticar jamás al Madrid. Por si acaso.

En la internacionalmente declarada semana del resultadismo, me ha venido a la cabeza un capítulo de Los Simpson en el que Lisa toma las riendas del equipo de béisbol de Bart. Ahora es cuando hemos descubierto que también auguraban la nueva corriente filosófica que ha invadido el fútbol y que lo analiza todo como si fuera ajedrez. Los célebres panenkitas, denominación peyorativa con la que les define el periodista Roberto Gómez (yo les llamo así con todo el cariño del mundo para ellos y ellas). Cuando muchas veces todo se resume, como comentaba la pareja humorística Pantomima Full, en que corren ríos de tinta con estudios tácticos sobre el desarrollo de un solo partido sin apenas historia y al final todo se limita a que el Alcorcón le ha ganado al Leganés 1-0 con un miserable gol de rebote.

A lo que iba. Lisa toma las riendas del equipo y decide ir a un lugar de culto y de referencia para aprender secretos del béisbol, el bar de Moe, donde siempre está bebiendo cervezas su padre. La niña pide ayuda y el dueño deja una declaración memorable que nos tiene que hacer pensar a todos los periodistas deportivos, a mí el primero, por supuesto: “Lo único que sé sobre estrategia es que lo que hace el entrenador siempre está mal a no ser que gane, en cuyo caso es un cantamañanas”. De repente, Lisa se da cuenta de que en una mesa hay un grupo de matemáticos entendidos en la materia con todo tipo de libros: “El béisbol es un deporte practicado por habilidosos pero solo entendido por estudiosos”, le dice uno de los panenkitas que dicen haberse inspirado en un libro llamado La estadística, en el que un especialista se vende como “el béisbol es un deporte tan divertido como la declaración de la renta”. ¿Lo pillan?

Con la nueva entrenadora y sus hojas de cálculos y GPS, llegan los resultados, pero Bart no tarda en rebelarse al corset impuesto por su hermana: “Le quitó la diversión al béisbol, no es el juego con el que crecí jugando en los parques. Voy a practicar mi propio juego, el tonteibol”. Hasta el punto de que le desobedece y le da el triunfo a los suyos con un golpe magnífico que decide el partido. El castigo por no hacer caso a su entrenadora es la expulsión del equipo. La verdad es que deja tantas enseñanzas un solo capítulo que impresiona…

La Real, ante el Getafe

La Real visita al Getafe. Se enfrentan los dos equipos que menos juego efectivo propician en sus encuentros, pero por mucho que algunos interesados y malintencionados les han querido equiparar, no tienen comparación posible. Sin ánimo de menospreciar a nadie y poniendo en valor la capacidad de Bordalás como entrenador (los resultados le avalan), yo les veo la misma diferencia con la que ven el béisbol Bart y Lisa. La Real sería el equipo del parque, que siempre busca con el balón arriesgar, mandar y superar al rival. Y cuando no lo tiene, es cierto, hay que reconocerlo, hace tiempo que dejó de ser el pardillo del barrio y, además de que le pitan muchas infracciones por su agresiva presión, también detiene el juego premeditadamente para reorganizarse. Y por el contrario, su siempre incómodo rival tiene un gran rigor táctico y todo está bien calculado para frenar a su adversario al que ha desnudado en los vídeos de la forma que le haga falta.

Yo soy un nostálgico del fútbol antiguo. No me gusta que desnaturalicen el juego, que pierda su esencia por un exceso de estudio, por no dejar que los jugadores sean ellos mismos o porque no se lo permiten. En el mismo capítulo de Los Simpson, aparece una leyenda de los banquillos que deja la frase “un entrenador siempre debe escuchar a su capitán”. Hay jugadores que se encuentran muy por encima de cualquier etiqueta, sistema, época y hasta de equipo… Uno de ellos es Mikel Oyarzabal cuya categoría y relevancia dentro y fuera de los terrenos de juego trasciende al futbolista. Podría jugar en cualquier club, táctica o momento. Un 10 en todo. Al final del episodio, Bart vuelve a hacer la guerra por su cuenta y al intentar robar la última base para firmar la carrera del triunfo, “la jugada más emocionante del béisbol pero que el ordenador decía que era imposible”, se queda con la miel en los labios por centímetros. Pero su pasión, desparpajo y capacidad para transmitir convencen hasta a su hermana, que acaba aclamándole como Anoeta a Oyarzabal cuando acomete una de esas carreras para presionar a la zaga rival: “Has conseguido que me entusiasme el béisbol y no como una sucesión de números sino como un deporte impredecible y apasionante”. Justo lo mismo que consigue Mikel, que nos enloquezca el fútbol y la Real. Aquí los niños siguen queriendo ser como Mikel en lugar de otras estrellas rutilantes. Qué afortunados somos. Seguro que La estadística enaltecería todo lo que aporta el capitán al juego y al vestuario. Tanto lo tangible como lo intangible. Y que, además, haría coincidir a los entrañables panenkitas y a los que les gusta disfrutar del fútbol como un simple deporte en el que se puede ganar de rebote sin apenas atacar en 90 minutos. Su rendimiento prevalece por encima de todo y el que no sepa valorarlo, sobre todo fuera de Anoeta, es que quizá no se hizo la miel para la boca del asno. Nosotros sabemos bien la joya que tenemos y que, como Imanol, es uno de los nuestros desde la cuna y ejerce de ello a diario. Simplemente el mejor. Irrepetible e intacto. ¡A por ellos!