Desde su aterrizaje en París en julio pasado, Luis Enrique sólo tiene una obsesión: convertir al París Saint-Germain, rival de la Real Sociedad en octavos de final de la Liga de Campeones, en un equipo, lograr que la constelación de estrellas bailen al ritmo de una misma sinfonía.

Algo que sus predecesores en el cargo no lograron y que entronca bien con la personalidad del entrenador español, acostumbrado a sacar la cabeza por encima de la nómina de futbolistas que ponen a su disposición.

Un viaje que también se acomoda a la nueva etapa del club, que dejó escapar a jugadores de la talla de Lionel Messi y Neymar para construir una escuadra con menos pedigrí, lo que obliga a que el colectivo asuma las carencias de las individualidades.

Solo se mantiene Kylian Mbappé, convertido en el centro de un proyecto, pero al que las dudas sobre su continuidad restan peso en el vestuario, en beneficio también del entrenador.

El equipo de Luis Enrique sigue siendo uno de los más caros del mundo, en él continúan conviviendo algunos de los jugadores más deseados, pero el exseleccionador español exige que todo el talento se ponga al servicio de una idea común.

Una tarea que está exigiendo tiempo, algo que Luis Enrique justifica por la magnitud del viraje, con jugadores nuevos, un nuevo centro de formación y un nuevo cuerpo técnico.

Por el momento, el nuevo proyecto no ha brillado por la excelencia de su fútbol y las estadísticas son menos impresionantes que las que el PSG logró el pasado año con el tridente Mbappé-Messi-Neymar, pero Luis Enrique repite que, poco a poco, su salsa va tomando la consistencia que busca.

Escapó por los pelos de la eliminación en la fase de grupos de la Liga de Campeones, que hubiera sido la primera de la era catarí, y ahora ha ganado oxígeno para que las piezas de su rompecabezas cobren sentido.

CRÍTICAS EN TODAS LAS LÍNEAS

En sus cinco primeros meses al frente del equipo, el asturiano no ha conseguido que ninguna de las líneas de su equipo escapen de las críticas. Empezando por el portero, el italiano Gianluigi Donnarumma, cuyos errores bajo los palos han costado caro al equipo.

En la defensa, el PSG no ha conseguido blindar al equipo, en medio de los constantes titubeos del técnico, que si bien tiene claro que los laterales son para Achraf Hakimi y Lucas Hernandez, no da con el acompañante de Marquinhos en el centro de la zaga, aunque ha sido el centro del campo el que más dudas ha generado.

Luis Enrique no ha conseguido una auténtica zona de creación y solo la eclosión del joven Warren Zaïre-Emery, un canterano de 17 años que se ha revelado como un pilar del equipo, le ha permitido ganar cierta consistencia.

El uruguayo Manuel Ugarte no ha aportado el peso que se esperaba y la rueda de jugadores que entran en ese puesto, desde el español Fabián Ruiz al surcoreano Kang-in Lee, pasando por los portugueses Danilo Pereira y Vitinha, no han dado todo el resultado deseado.

En el ataque, un Mbappé a medio gas ha salvado los muebles de una delantera que se ha convertido en el centro de la mayor parte de las críticas, sobre todo Randal Kolo Muani, llamado a ser el escudero de la estrella francesa pero cuyo rendimiento deja mucho que desear.

Ousmane Dembelé, el tercer hombre del tridente, se ha mantenido fiel a su imagen de jugador tan desestabilizador de rivales como ineficiente de cara al gol.

Por ahora esos tres están lejos de los números que lograban Mbappé-Messi-Neymar en las dos anteriores campañas, algo que también abunda en la búsqueda del juego ofensivo que persigue el entrenador.

ESPERANDO AL MEJOR MBAPPÉ

Resta por ver el caso Mbappé, un jugador que estuvo un mes en el dique seco durante la pretemporada por las diferencias con el club sobre su renovación y que ha visto su rendimiento resentirse de esa mala preparación.

El francés irá ganando en altura a medida que pasen los meses y el PSG espera ver su mejor versión ahora que llegan los momentos decisivos de la temporada.

A él también le han llegado las exigencias del entrenador para que se convierta en una pieza del equipo más que en un verso suelto.

Una obligación para el delantero si no quiere verse envuelto en las constantes elucubraciones sobre su futuro, nutridas de su voluntad de mantenerse ambiguo sobre si quiere ser el centro del proyecto catarí del PSG o iniciar una nueva aventura.