Algo había cambiado en Almería. No su suerte, porque seguía abandonado por la Diosa Fortuna al haber hecho méritos suficientes para marcar y tener que ser sustituido en el descanso por una exagerada amarilla, pero sí en su confianza y autoestima. Justo los dos ingredientes que necesitaba para recuperar su mejor versión. La misma que motivó que la Real le eligiera para sustituir a todo un Alexander Isak previo pago de 20 millones de euros. Señoras y señores, con todos ustedes, Sadiq Umar. Quince meses después de estrenarse de forma antológica y con gol incluido ante el Atlético, el nigeriano volvió a ver puerta y lo hizo con una jugada que le define a la perfección. En un equipo cuya doctrina se fundamenta en el juego de pase y se señala y castiga al que no la suelta rápido, el nigeriano es un verso libre. Un futbolista distinto que puede encajar a la perfección para erigirse en ese elemento incontrolable e imprevisible. El punta recibió un pase de Traoré en la línea del centro del campo, se dio la vuelta y arrancó con ese ritmillo especial que tanto le caracteriza. No había ninguna mínima pista que invitase a pensar que esa acción iba a acabar en gol. Pero así ha sido siempre él. Es uno de esos jugadores que encaja a la perfección en el no todo es lo que parece. Volvamos a su carrera, avanzó, recortó en dos ocasiones para evitar las entradas de los defensas y desde 35 metros conectó un obús extraordinario que se coló por la escuadra de un sorprendido Dmitrovic. 

Ahora les paso la transcripción de cómo vivió la grada la jugada. “Bien Sadiq, bien, pasa, pero pasa, pasa ya, hombre, no chutes, eh, ¡no chutes!”. Y la clásica carcajada que acompaña la felicidad y el asombro que generan un golazo de semejante calibre cuando lo firma uno de tu equipo. Sin duda uno de los momentos más emocionantes de la temporada. Con la grada rompiéndose las palmas aplaudiendo y el futbolista sin poder evitar sacar todo el mal fario que llevaba acumulado y arrastrando desde hace tanto tiempo. Preciosa la piña con el equipo y lacrimoso abrazo con el banquillo para dar las gracias por todo lo que ha tenido que soportar y lo bien que se ha sentido cuidado. Si hay que explicar en una imagen qué es la Real probablemente basta con mostrar el gol de Sadiq y todo lo que se vivió en los minutos siguientes. Sobrecogedor y sin duda un instantes para estar muy orgulloso de todos los que conforman nuestro club. 

Pero lo mejor de todo es que no fue una acción aislada, porque a cualquier futbolista de este nivel le puede sonar la flauta y protagonizar una jugada espectacular de este tipo. Puede que fuese hasta más importante y destacado todo lo que hizo además del gol. Esta vez se movió muy bien, con diagonales muy inteligentes, se atrevió a encarar apoyándose en su imponente potencial físico y estuvo muy cerca de dar una asistencia para el que hubiese sido el tercer tanto tras una jugada magnífica, con ese ritmillo suyo tan especial, que consiste en que parece que no lleva el balón controlado, que lo va a perder seguro, pero que cuando su marcador se confía o le ha dejado atrás o le ha metido la pierna desde el suelo y por detrás, para dar un pase decisivo al que no llegó Brais porque no acabó de creer. Habemus delantero centro. Y de los buenos. Puede y debe darnos muchas más alegrías. Un aficionado del Almería se felicitaba en las redes sociales viendo el show de la Real ante el Benfica y con una imagen de una afición festejando un gol escribió “Nos van a pagar todas las cláusulas por Sadiq. Van a ganar la Champions”. Bueno, varias de ellas son objetivos o marcas individuales. La primera piedra ya está puesta. Ojalá que Aperribay se tenga que rascar el bolsillo. 

La Real ganó al Sevilla en un encuentro muy exigente y difícil, que lo controló muy bien durante más de 50 minutos hasta que la mejoría de su visitante le puso contra las cuerdas. En ese instante acreditó que ha progresado mucho en cuestión de madurez y con el oxígeno que le proporcionaron los cambios logró mantener su ventaja. Real-Sevilla ha sido sinónimo de eléctricos y duros choques de trenes en los últimos años. No en vano han acaparado la cuarta plaza de la clasificación en los últimos cuatro años. Los andaluces en tres ocasiones y los guipuzcoanos el año pasado. Imanol no se fiaba para nada de un rival con un potencial de Champions que por los motivos que sean no carbura en Liga en los dos últimos años

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Imanol apostó por su once de gala de los dos últimos meses, el de la Champions, con la novedad de la entrada de Sadiq en lugar de Oyarzabal cuya forzada participación iba a estar supeditada a la urgencia del choque. El partido no pudo comenzar mejor para los realistas ya que se pusieron por delante a los tres minutos en una falta muy escorada de Barrenetxea cuyo disparo lo salvó en primera instancia Dmitrovic con tan mala suerte que su rechace con la mano le golpeó en el pie y se lo introdujo en su propia portería. De todas formas estaba Sadiq al acecho presto para empujar el balón al fondo de las mallas. No era mal botín ponerse por delante casi desde los vestuarios ante un contrario con dudas. 

La Real no necesitó completar una brillante primera parte, en la que se mostró precipitada en muchas acciones y en la que, salvo por el primer gol, no tuvo la magia diferencial que le proporcionan sus extremos. 

En la reanudación los realistas seguían siendo superiores, aunque les costaba generar ocasiones en parte por el ocaso de sus alas. Al cuarto de hora, en una acción mal defendida, Pedrosa centró solo porque Kubo llegó muy tarde en la ayuda, y el cabezazo de En-Nesyri entró en la portería de la única manera que podía hacerlo, después de desviarlo sin querer Le Normand. Uno de esos goles que duelen principalmente por ser evitables. Con los realistas mareados y desconcertados y la afición al borde de un ataque de nervios, el propio goleador sevillista estuvo a punto de sellar las tablas al culminar una gran jugada con un disparo violento a la cruceta

Imanol movió ficha, el partido se paró un poco por la lesión de Badé y, sobre todo, con la energía de los cambios, y la Real volvió a hacerse con el control aunque se seguía percibiendo el miedo. No hay que olvidar que enfrente estaba el vigente campeón de la Europa League. Antes de ser cambiados, Kubo centró y el cabezazo de Sadiq lo detuvo el ex del Eibar. Y el propio japonés finalizó muy flojo un buen robo de balón al cortar un pase de Ramos. Todo se acabó de aclarar cuando Ramos se autoexpulsó con una entrada muy peligrosa a Brais y en la protesta absurda de todo el equipo andaluz, el más veterano y experto, Navas, vio el camino de los vestuarios. El gallego ejecutó bien el libre directo pero Dmitrovic se lució con una buena estirada. 

Y se acabó. Los nervios y los malos momentos vividos en la segunda parte no pueden empañar la poderosa primera hora de una Real que también sabe ganar partidos ásperos y más trabados de este tipo. En realidad cuando se sufre ante todo un campeón europeo debería saber mejor. La excelencia está reservada para la Champions. En la Liga, pico y pala y a derramar hasta la última gota de sangre, sudor y lágrimas. Así va a ser hasta el final. Que nadie ose rebajar un mínimo el mérito y el valor del triunfo ante el Sevilla cuando esta semana hay que ponerse de nuevo la pajarita para recibir al Salzburgo.