Luis Rubiales accedió a la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol en mayo de 2018, iniciando así cinco años de controvertido mandato cuyo punto final, este pasado septiembre, se vio marcado por la polémica. Más allá de las circunstancias extrafutbolísticas sobradamente conocidas, su legado dibuja también un panorama estrictamente deportivo que irá cambiando (o no) durante las próximas fechas. Se anuncian elecciones en la RFEF durante el primer cuatrimestre de 2024, y habrá que ver entonces si la directiva saliente resulta continuista o rupturista. Sea como sea, la Copa del Rey en el formato actual, un sistema de competición ideado por el propio Rubiales, apunta a vivir su epílogo durante el presente curso 2023-24. Este es el balance.
1. ¿Cómo se disputaba antes?
El ya ex presidente de la Federación heredó un formato según el cual los 20 equipos de Primera entraban en liza en los dieciseisavos de final, uniéndose entonces a doce clubes de categorías inferiores supervivientes tras las rondas previas. Las escuadras europeas gozaban de privilegios en los primeros sorteos. Y además todas las eliminatorias se disputaban ya a doble partido, con lo que los llamados “grandes” encontraban muchas facilidades para terminar disputándose el título. Entre 2011 y 2018 (ocho ediciones), solo ganaron la Copa el Barcelona (5), el Real Madrid (2) y el Atlético de Madrid (1). El Valencia de Marcelino acabó con esta racha en 2019, con el antiguo formato aún vigente y el nuevo ya cocinándose...
2. ¿Qué cambió Rubiales?
Su aterrizaje en mayo de 2018 se había producido sin apenas margen de maniobra para variar nada de cara al siguiente curso. En abril de 2019, mientras, el ex presidente de la RFEF sí pudo sacar adelante el formato que aún pervive: rondas a partido único hasta las semifinales, mayor presencia de clubes modestos (incluidos los de categoría regional) en las eliminatorias iniciales y menor número de escuadras con privilegios (dejaron de tenerlos las siete europeas y pasaron a gozarlos únicamente las cuatro participantes en la nueva Supercopa). Cuando arrancó la campaña 2019-20 y la Copa probó su reformado sistema de competición, las sensaciones generalizadas resultaron muy positivas, más que nada por el contraste que presentaba respecto al formato anterior, cerrado y poco dado a la emoción.
3. ¿Hay balances numéricos?
Las cifras sobre lo visto en la competición durante estos últimos años hablan de que esta se ha democratizado. Tras casi una década de supremacía culé, merengue y colchonera, no puede considerarse casualidad que el presente formato haya deparado cuatro campeones distintos en otras tantas ediciones. Es cierto que Real Madrid y Barcelona se han alzado con sendos títulos, pero clubes como nuestra Real Sociedad y el Betis también han logrado colarse en un palmarés reciente al que optaron igualmente Athletic y Osasuna, perdiendo estos sus finales. El sistema de eliminatorias a partido único ha convertido en más vulnerables a los transatlánticos de la Liga y ha despejado el camino hacia el trofeo a otros clubes. A lo largo del período en cuestión, el propio Madrid ha caído en San Mamés, en Alcoy y en el Bernabéu contra los txuri-urdin. El Atlético, mientras, lo ha hecho ante la Cultural Leonesa, el Cornellà y la misma Real. Y el Barça se vio también apeado en Bilbao, el año del decisivo derbi de La Cartuja.
4. ¿Y las sensaciones qué?
Los partidarios del actual formato siempre podrán agarrarse a las estadísticas mencionadas para defender la idoneidad del sistema. Sin embargo, las sensaciones respecto a la Copa han seguido estos años una progresión decreciente, de positivas a más negativas, en una circunstancia atribuible a varios factores. El alentador contraste inicial, comparando el nuevo torneo con el viejo, ha ido evaporándose con el paso de las temporadas. Tiene toda la pinta, visto lo visto en la pasada campaña (la que menos sorpresas registró), que los clubes más importantes acuden ya sobre aviso a los famosos partidos “trampa”. Y el propio formato actual, más abierto pero ni mucho menos puro, deja también la cada vez más multitudinaria percepción de que esta Copa se centra en exceso en el folclore que supone la clásica visita de una escuadra de Primera a un conjunto de categoría inferior. En las rondas iniciales, los clubes de regional apenas provocan algún susto que otro. Los sorteos tienen condicionantes por división hasta fases muy avanzadas del torneo. Y parece, en definitiva, que todo se encuentra configurado para buscar el morbo del “grande contra pequeño”, en detrimento de la pureza de la competición. El formato ha ido cansando poco a poco. Es posible que le den una vuelta enseguida.
5. ¿Cuál es el futuro?
El actual sistema, finales incluidas en La Cartuja, tiene en la presente temporada su fecha de caducidad. Queda por ver cuál es el momento exacto de las elecciones y si el presidente saliente cuenta luego con margen de maniobra para meter mano al formato de la Copa 2024-25. Se trata de una patata caliente, porque, si bien la sensación generalizada apunta a la necesidad de abrir más la competición, los clubes con mayor poder van a presionar en el sentido opuesto, para devolver el torneo a panoramas que les generen mayor seguridad.
6. ¿Cómo se juega este curso?
Se juega igual que en los últimos cuatro años, probablemente por última vez. Ya se han celebrado las rondas previas que dan pie al sorteo de la primera eliminatoria, este martes en la sede federativa de Las Rozas (13.00 horas), con la Real Sociedad integrando un mismo bombo junto a otros quince clubes de Primera (todos salvo Real Madrid, Barcelona, Atlético y Osasuna, los cuatro participantes en la Supercopa). Existen diez opciones sobre 16 (un 62,5%) de que a los txuri-urdin les corresponda debutar contra un equipo de regional, tal y como hicieran la pasada campaña ante el Cazalegas manchego. Cuatro posibilidades (un 25%) emparejarían a los de Imanol con un rival de Segunda RFEF, la única vía por la que el sorteo se complicaría algo. Y los otros dos escenarios (un 12,5%) situarían a la escuadra guipuzcoana enfrentándose a un conjunto de Tercera RFEF, digamos que un término medio.