Para muchos Paul Gascoigne será el pobre hombre que se destrozó la vida con el alcohol y las drogas pero para mí, después de Totti, fue uno de los grandes ídolos futbolísticos de mi vida al margen de todos los dioses del Olimpo Txuri-urdin. El tercero lo llevo casi en secreto, porque era Fernando Redondo, cuyo póster de Don Balón es el único que puse en mi habitación de un jugador que no defendiese la camiseta de la Real, aunque, que conste en acta, vestido del Tenerife, que fue donde realmente me encantaba. Todo corazón, el centrocampista inglés coincidió en uno de los Glasgow Rangers más conocidos de la historia con Brian Laudrup, el hermano menor del gran Michael (también jugó Gattuso y estuvo muy cerca de hacerlo Ronaldo, el bueno, antes de recalar en el PSV) y no dudó en rendirse a su calidad: “Brian fue un jugador increíble. En el entrenamiento, incluso si sabías exactamente lo que estaba a punto de hacer, eras incapaz de detenerlo”. El propio jugador danés recordaba con gracia años después lo mucho que le costó a Gattuso adaptarse al fútbol escocés y la pintoresca y por momentos tormentosa relación que mantenía con Gascoigne (me los puedo imaginar): “Al principio no hablaba ni una palabra de inglés y protestaba y se quejaba en italiano. En los entrenamientos y en los partidos era como el diablo de Tasmania. Gascoigne tenía que darle un par de bofetadas para calmarle. De cualquier forma, por su manera de jugar, por su fortaleza y trabajo, estaba orgulloso de que Gattuso estuviera en mi equipo”.

Uno de los termómetros más fiables para conocer el verdadero nivel de los jugadores es la opinión de sus compañeros. Sobre todo si no tienen un micrófono delante. Cuando apareció en escena un jovencísimo Barrenetxea la mayoría de los realistas coincidían en afirmar que era un auténtico diamante y que solo dejaba cadáveres a su paso en Zubieta. Remiro siempre destacó sus opciones y posibilidades: “Ander es un avión”. Pacheco, su mejor amigo en el mundo del fútbol, con el que ha coincidido en todas las categorías tanto de la Real como de la selección, no dudó en saltar a su manera cuando le decían que se estaba poniendo en duda su valía: “Hostia, los cojones. Es más fuerte que el vinagre. Yo le he tenido de cerca, en mi equipo, y era una gozada, le dabas el balón, se regateaba al que fuese y gol. A ver si cuando se recupere bien vuelve a hacer lo mismo”.

Pero me quedo con lo que dijo Nacho Monreal en los micrófonos de Movistar en plena tormenta perfecta de la Real en Salzburgo: “Debo decir que cuando llegué en el 2019 a la Real, el jugador que más me impresionó sin ninguna duda fue Barrene. La calidad que tenía entrenando en espacios cortos, lo explosivo y rápido que es. Yo me volví loco. En parte porque no le conocía. No era por ejemplo un Mikel Merino, que ya te esperas el jugador que es, o un Mikel Oyarzabal. Pero Barrene me dejó loco. No ha tenido suerte con las lesiones por ahora pero por fin esta temporada da la sensación de que estamos viendo al verdadero Barrene, que es mucho”.

Otra buena vara de medir es la opinión de los eternos rivales. Hace unas campañas hablé con un técnico de Lezama y me comentó que los dos jugadores de Zubieta que tenían subrayados en rojo eran Pacheco y Barrenetxea. Imagino que, entre otras cosas, fue por el memorable gol que anotó en un encuentro de cadetes en un derbi en las instalaciones vizcainas que se puede ver en Youtube en el que recibió el balón pegado a la cal y sentó a dos rivales antes de definir con precisión ante la salida del portero. Sabían lo que iba a hacer y no pudieron pararle, al igual que a Laudrup. Como Ander reconoció a este periódico, lo celebró haciendo el gesto de Mbappé, con los brazos cruzados (ahora igual no vuelve a casa si lo hace porque le quema en una hoguera el pobre club de los ofendiditos que censuran todas las celebraciones de los goles que le marcan a su equipo cuando no se dan cuenta de que lo que de verdad les escuece es encajar un tanto de la Real).

Barrenetxea se encontraba en la prelista de la selección absoluta, aunque finalmente no ha entrado. De la Fuente se ha decantado por Yeremi Pino, que este curso se encuentra a años luz del rendimiento del realista. Imagino que no le habrá ayudado que ya figuran cuatro realistas en la convocatoria, porque por méritos contraídos, no admite discusión que tenía que haber sido convocado. Más grave fue el increíble ostracismo que sufrió en el Europeo sub’21 del pasado verano, en el que Santi Denia le asignó un papel secundario de revulsivo casi insignificante cuando el realista ya había dejado sobradas muestras de que estaba como el avión que mencionaba Remiro al término del curso pasado. El seleccionador se decantó en las bandas por un Sergio Gómez que, tal y como reconocía a sus propios compañeros, estuvo más cerca de recalar en Donostia de lo que se piensa y el bético Rodri, un gran proyecto de extremo mucho menos hecho y, desde luego, mucho menos determinante que el donostiarra si nos atenemos a sus números. Para colmo en la final le sacó de lateral. Lo que faltaba.

Es curioso cómo somos. Recuerdo que cuando peor se encontraba, antes y después de la lesión, escribí que no podía entender los motivos por los que siempre se ponía bajo sospecha su talento. Les cuento la secuencia. Ander debuta con 17 años. Marca un gol al Madrid y a todos nos sorprende su desparpajo, la potencia de su tren inferior y la facilidad con la que desborda. Pero después de alguna actuación discreta surgen las dudas de los más escépticos que, además parece que sientan cátedra al hablar: “Es un jugadorcito, de quince minutos”. “No vale para esta Real”.

Sinceramente, durante meses yo no salía de mi asombro. ¡Entrenadores incluidos! Cuando parece que se recupera, se lesiona de gravedad en el primer partido del año en Vitoria y no tarda en volver a aparecer el ejército agorero: “Es un músculo muy peligroso, el del sprint y el disparo, Barrene no va a volver a ser el mismo”. Esto lo dijeron hasta médicos sin ver ni una mísera página de su informe ni tener un mayor conocimiento de causa que lo publicado en prensa. Cuando por fin vuelve, después de pasar por el peor infierno que puede experimentar un futbolista y escuchar todo tipo de barbaridades, reaparece a pesar de que no estaba recuperado y le hacen jugar creyendo que estaba en condiciones para competir. No era verdad, seguía con dolores y a veces se le contraía una pierna hasta el punto de que se le quedaba mucho más corta que la otra. “Hay que ceder a Barrene o traspasarlo. No tiene futuro en la Real”. De traca.

Fue el galeno que trabajaba con Osasuna, Jurdan Mendigutxia, quien dio con la tecla y le proporcionó una serie de herramientas para que su cuerpo pudiese competir sin dolores ni más quebraderos de cabeza. Como es un fenómeno, la última gran perla salida de Zubieta, era una simple cuestión de tiempo que sacase su innato espíritu de trilero para esconder la pelota entre sus piernas y hacer todo tipo de trucos de magia para salir airoso cuando más encerrado se encuentra. Es uno de esos virgueros en vías de extinción, que cuenta con ese punto de genio al que no le hace falta pensar en fútbol las 24 horas del día. Un verso libre al que Imanol le deja volar en ataque, pero que se pone el mono de trabajo cuando hay que defender, como demostró en Salzburgo al cerrar la banda al capitán local Dedic. A su ritmo, quiere ser estrella en la Real. Y ya nadie discute que lo va a conseguir. Y que conste que con todo esto no quiero señalar a nadie, solo constatar lo agonías que somos en demasiadas ocasiones los aficionados al fútbol.

El reputado periodista inglés Sid Lowe, que siempre ha mostrado un respeto y cariño a nuestro equipo de lo más reconfortante, escribió tras el recital de Salzburgo: “La Real Sociedad es el club que desearías que fuera tu equipo”. Yo le cambio un poco la frase, “Barrene es el jugador que siempre te gustaría tener en tu equipo”. Y yo también estoy muy orgulloso de que sea uno de los nuestros. ¡A por ellos!