“Nosotros muchas veces les decíamos tú estás para jugar en el Madrid o en el Barça o el que quieras, pero te tienes que dedicar a eso”. Son palabras de Nacho Andrés hablando de Dalian Atkinson, uno de los extranjeros que más impresionó y mejor recuerdo dejó en la hinchada txuri-urdin. El gran txipiron aterrizó en Donostia en 1990 como el tercer extranjero tras haber reabierto la veda con John Aldridge un curso antes. Este donostiarra de 56 años, que actualmente, tras un largo periplo laboral, va a ser el encargado del nuevo proyecto el Almacén Wine Bar, en los bajos del hotel Letoh Letoh (calle Matia, 18), fue uno de los mejores amigos del inglés durante su breve estancia entre nosotros: “Yo estaba en la recepción del (hotel) Orly. Cuando trabajas en un hotel o en la hostelería es muy fácil que te hagas amigo de los que trabajan contigo, porque en las fiestas y en las vacaciones vas al revés del mundo. Nos hicimos amigos tres, que teníamos veintipico años: un cocinero y dos recepcionistas”. El punto de conexión con el futbolista fue un directivo de la Real: “Fernando Larrañaga vivía en la calle San Martín y era un hombre que estaba todo el día metido en la cafetería y, cuando vino Dalian, lo trajo al Orly. Estaba solo, no tenía ni novia ni nada, y había un chico de la Real que le echaba una mano pero no congeniaron demasiado y él vagaba por ahí hasta que un día le dije: ¿Qué haces? Nosotros salimos a las 23.00 horas de trabajar. Va Bene y Hollywood mínimo. Le dijimos que se animara, que tomábamos algo y él encantado”.

La primera impresión fue desternillante: “¡Pero cómo apareció vestido! La forma de salir en Inglaterra es mucho más elegante y encima él era futbolista y cuando le vimos nos entró la risa. Hasta el punto de que al día siguiente le llevamos de compras a Don Pascual a comprarse ropa normal, vaqueros, camisetas y ya empezó a salir con nosotros y nos hicimos íntimos. A partir de ahí siempre salíamos juntos”. Los lazos de amistad se fortalecieron durante varias semanas de estancia en el hotel: “No sé cuánto tiempo estuvo viviendo allí, pero al menos dos meses seguro. Estaba feliz, en pleno centro, le hacíamos todo”.

Dalian era un tipo muy especial hasta el punto de que, como reconocía Michel Robinson en su día cuando firmó con Osasuna, no tenía mucha idea de dónde recalaba cuando aceptó la oferta realista: “Un día le dijimos: vámonos a dar una vuelta por ahí. Las fotos están sacadas en un caserío de Peñas de Aia de mi amigo el cocinero. Íbamos los lunes a pasar el día ahí. Un día fuimos a hacer la compra a Hondarribia y nos dice: hostia, las casas. ¿Qué casas? Estas las conozco yo. Cuando me dijeron que me quería fichar la Real primero me dijeron qué iba a ganar y entonces dije que sí, sin saber nada más. No sabía ni lo que era San Sebastián, ni Euskadi ni nada. Me fui a una biblioteca, pedí un libro de Euskadi, de San Sebastián… Empezó a ojear y le salieron las casas de La Marina. Le pareció estupendo (risas)”.

El británico caló hondo muy rápido entre la cuadrilla de Nacho: “Él enseguida empezó a chapurrear y era muy gracioso diciendo cosas en castellano y se atrevía incluso un poco con el euskera. Era súper alegre, nunca tenía una mala palabra para nadie. Ni de noche, cuando le venían tres un poco perjudicados. Él siempre estaba muy contento. Con los niños era encantador, hacía caso a todo el mundo. No le vi enfadado nunca, jamás me dijo vámonos que me están molestando”.

Futbolísticamente hablando, era un adelantado a su época que no desentonaría en la actual Real: “Él hubiera podido ser muchísimo más de lo que fue, porque era un jugador que físicamente era un portento, técnicamente era bueno, goleador, pero no era… Creo que no era sacrificado. No le gustaba mucho el fútbol. Nunca decía hoy hay un partido de tal, vamos a verlo. Creo que es gente que cuando no tienes una familia que te está un poco encima, es fácil perder la cabeza con veintipocos años. Guardamos muy buen recuerdo porque se hacía querer y era un tío muy gracioso”.

Uno de los temas que le perdían eran los coches, tal y como acabó siendo muy recordado por su inolvidable descapotable rojo: “Él vino aquí y la Real le puso un Volkswagen Corrado, que no estaba nada mal. Pero no le hacía gracia y se compró un BMW M3 y enseguida el Porsche descapotable. Un día fuimos a Francia, a Biarritz, y a la vuelta, en los años 80 y algo, en los tiempos duros de la Guardia Civil en la frontera, él iba conduciendo y yo de copiloto en el Porsche. Entonces no había ningún negro en Donostia, los dos municipales guineanos, el extranjero del Askatuak y ninguno más. Paramos en la frontera, nos miran, y le dice: Salga y ábrame el maletero. Y él cogió las llaves y se las dio al Guardia Civil. Y yo: Bájate a toda hostia y ábrele”. Ni en la famosa escena de la película Airbag…

Atkinson compartió plantilla con sus compatriotas Aldridge y Richardson, con los que tenía muy buena relación aunque fueran muy distintos: “Una noche llegamos mi amigo Alberto Aragón, Dalian y yo en el Porsche a la Kabutzia. En ese momento salían Richardson, Aldridge y Richi, el utillero, a cada cual peor. Apareció un municipal de 60 tacos del Ayuntamiento: ¿Qué pasa aquí? ¿Quién va a coger el coche? A ver Aragón, tú, que te conozco, que eres autoescuelero y le conozco a tu padre, llévales a estos a casa y a estos que ni se les ocurra coger el coche. El poli se fió porque era autoescuelero. Tito Aragón cogió el Porsche, metió a los tres, los repartió por sus casas y volvió a la Kabutzia. Antes esas cosas eran así. Hoy estaríamos en la cárcel (risas). Aldridge y Richardson tenían una más vida familiar, pero eran ingleses, se bebían todo”.

Pese a su entrañable forma de ser, Dalian no encontró demasiados amigos en el vestuario txuri-urdin, salvo Iñaki Alaba, que era el que mejor dominaba su idioma: “Él decía: Joder, aquí están todos casados. En Inglaterra no se casa nadie hasta los 28-30. No tenía mucha relación. Iñaki es un santo varón y le echaría una mano, pero no tenía mucho rollo con los del vestuario. Creo que por eso se centró más en andar con nosotros, que éramos lo que a él le apetecía”.

Al británico no le gustaba demasiado el fútbol, como sucedía también con Carlos Vela. Jugaba en otra liga: “Estaba muy contento aquí. Pero tampoco le daba mucha importancia. No hablaba de fútbol, no tenía interés, le daba igual. No sabía ni dónde estaba Gijón. Él vivía muy al día, a divertirse y pasarlo bien… Una vez no fue a El Molinón porque le dijimos que eran cinco horas de autobús y respondió: Uf, no voy. Al día siguiente le comento a mi padre, socio de toda la vida de la Real: Me parece que Dalian no juega. Le hemos dicho que cinco horas en autobús. Y al día siguiente: Atkinson con una contractura no viaja a Gijón. Pero luego es verdad que el día del Madrid y el Barça se enchufaba y se salía”.

Era el tipo de persona idóneo para ganar cualquier tipo de apuesta: “Mi amigo Eugenio Zubia estaba estudiando para ser ingeniero agrónomo en Valencia y estábamos un jueves, en los famosos jueves sociales, en el Keops, que se iba a las 4.00 horas. Me pidió: ¿Me lo presentas? Y le dice: El sábado jugáis en Valencia y me he apostado cenas con todos mis amigos y como perdáis voy a tener que estar un mes pagando cenas… Tú no te preocupes: 0-1 gol de Dalian, le respondió. Y así fue. Cada vez que me lo encuentro nos acordamos mucho de es anécdota. Se pasó un mes cenando gratis”.

Como Romario, al inglés le gustaba trasnochar, pero Nacho nunca le vio perdiendo los papeles como a otros: “No era bebedor. No le he visto tomarse un cubata en la vida. Bebía cerveza. Me acuerdo que mi amigo Miguel Fuentes me contó que una vez jugaron en Madrid y sin acordarse bien por qué, se quedaron él y Aldrige en Madrid en un hotel. Se tomaron una cerveza en la cafetería y en eso Miguel le comentó: Voy a llamar a mi mujer. Y tardó 20 minutos y cuando bajó Aldrige estaba a punto de pegarse con uno. Se había tomado cuatro cervezas y ya estaban enganchados. Eran muy ingleses en ese sentido”.

Su impresionante potencial no pasó inadvertido para los grandes: “Creo que fue un tal Briones, del Atlético, que estuvo aquí para ficharle. Hubo interés y se reunieron con él, pero no prosperó, no sé qué pasó”.

Lo malo es que en la Real, que no tenía nada que ver con la sobredimensionada estructura actual, no veían con buenos ojos su actitud fuera de los terrenos de juego: “La Real no estaba nada contenta. Me acuerdo que entré un día en la cafetería del Orly y estaban Expósito e Ignacio Kortabarria y cuando pasé por al lado, uno de ellos señaló: Es ese. No estaban contentos con su forma de vida. Luego pasó lo del accidente aquel... Era la oportunidad de recuperar la pasta que habían pagado, vino el Aston Villa y ya se marchó”. Atkinson adoraba a su cuadrilla de Donostia y no se fue sin despedirse: “Él nos dijo: El año que viene vendré de vacaciones. Y, efectivamente, jugó en el Aston Villa y al año siguiente me llamó: voy con tres amigos. Y de repente apareció con un McLaren, un pepino. El primer día se fueron a la playa y el Orly, que en esa época era de madrileños, navarros, la señora tal, el marqués de tal… Gente pudiente. Y de repente entran cuatro negrazos, sin camiseta, descalzos… Le dije: ¡Poneros algo, hombre! Ese día estuvimos a la noche en La Piscina y súper bien, la gente encantada al recordarle y esa fue la última vez que nos vimos”. Desgraciadamente, cuando se marchó y, a pesar de la citada visita, fueron perdiendo el contacto: “Se fue. Tuvimos algo de contacto. Nos llamó para que fuéramos a comprarle unas botas Adidas a Francia. Pero luego ya nos perdimos la pista”.

La noticia de su terrible incidente con la policía y de su muerte la conoció por los medios: “Me enteré por la prensa. Es algo que no te digo que me lo esperaba, pero bueno... Decíamos que acabaría de portero de discoteca, no era una persona que se centrara en su carrera futbolística. En su pasaporte ponía football player. Era como una presa fácil para todo lo que rodea el fútbol. Pero le teníamos mucho cariño porque no hacía distinciones, estaba encantado. Nosotros teníamos nuestro rollo y genial. A veces te parecía que alguno decía: Estos van con este porque tal y cual. Y te puedo decir que no sé si le he pagado más cervezas yo a él que él a mí. Nosotros nos acercamos porque estaba más solo que la una”. Nacho se queda con los buenos recuerdos de una relación que le ha marcado para siempre: “En ese cumpleaños que hicimos en el caserío, lo hicimos allí porque él estaba feliz, en Peñas de Aia, solos, en un caserío que funcionaba tipo sociedad, piscina, hacíamos fiestas de todo tipo. Le encantaba comer chuleta. Pasó un año estupendo pero podía haber hecho mucho más de lo que hizo”.

Y con un sinfín de anécdotas y vivencias, de las cuales mantiene la privacidad con discreción: “Un día iba por la calle y me paró Kote Cabezudo, al que le conozco del barrio, y me dice: Oye, ¿tú sueles andar con Atkinson, no? ¿Ya me lo traerías un día al estudio para sacarle unas fotos? Yo le contesté: Se lo comento y lo que él quiera”. Se lo dije y me preguntó: ¿Dónde, aquí cerca? Si quieres, vamos. Subimos al famoso estudio y guardo un recuerdo al que en su momento no le di la mayor importancia pero que ahora, al atar cabos... Me había pedido que llevara una camiseta de la Real y le hizo posar con ella hasta que de repente le dijo: Quítate la camiseta. El otro, que era apolíneo, un auténtico titán, un cuerpazo impresionante, se la quitó y le empezó a pedir: Ponte así, de lado, con la camiseta al hombro, ahora quítatela del todo.... No sé ni lo que fue de esa fotografías, la verdad”.

Al contrario que la mayoría de los futbolistas de hoy, a Dalian le gustaba el contacto con la gente: “No era de restaurantes, cenábamos en Va Bene un montón de veces. Le encantaba. En Va Bene y del Hollywood éramos como de la familia. Quince años metidos ahí, los mejores de nuestra vida, solteros y sin compromiso… Era un tío muy normal, no tenía nada que ver con los futbolistas actuales, que están como en otro nivel. En nuestro plan estaba feliz y a nosotros nos encantaba eso, porque si fuese tres veces a un restaurante bueno no le podríamos seguir. Él se adaptaba mucho a nosotros. Lo que más le gustaba era ir a lo Viejo. Nuestro típico plan de ir y encontrarnos con amigos y estar todos juntos”. Nacho tiene claro su diagnóstico para mejorar el año que viene esta triunfal Real: “Nos falta un jugador como Atkinson”. Genio y figura. Siempre en el recuerdo txuri-urdin, txipiron.