Es increíble la de vueltas que da el fútbol. Una temporada se convierte en una especie de noria que gira para acabar produciendo todo tipo de situaciones y giros de guion. Porque ahora que somos inmensamente felices tras haber ganado 32 años después en el Camp Nou y tener a tiro de piedra la clasificación de la Champions, nos olvidamos de que unas horas antes, después del gol de Gerard Moreno, no eran pocos los que habían tirado por la borda todas sus esperanzas de acabar en la cuarta posición. Nada nuevo. Una de las mejores reflexiones que escuché sobre la carrera por el nuevo y ambicioso objetivo durante el bache que sufrió el equipo tras el KO europeo fue del siempre imprevisible Asier Illarramendi: “El equipo está bien. Últimamente no hemos logrado grandes victorias, pero a los demás también les cuesta. Hemos dejado de ganar un montón de puntos aunque nadie nos ha pasado. A todo el mundo le cuesta vencer y más ahora que se juegan todos los objetivos de principios de temporada y da igual cómo juguemos que lo importante es mantener esa posición”. Pocos días después la Real cayó en Bilbao y, a pesar de que el pesimismo entró entre nosotros como aparece una galerna de verano por detrás del monte Igeldo, el equipo cumplió el análisis de su capitán y se puso a sumar hasta el punto de que no ha vuelto a doblar la rodilla y continúa en una situación privilegiada a falta de tres jornadas para el final tras haber derrotado a los dos gigantes en un mismo mes. Menos mal que la Real de Imanol no ganaba a los de arriba... Si es que ya no le falta por fumigar ningún cliché ni ninguna maldición. En una palabra, arrasa con todo. Me vuelvo a subir a la noria. Parece que fue ayer cuando arrancó la temporada y tras una buena victoria en Cádiz, en la que nos ilusionamos con una nueva sociedad formada por Kubo, que ya apuntaba alto, e Isak, de la noche a la mañana nos encontramos compuestos y sin delantero centro. No podemos olvidar que en este maldito fútbol de hoy en día los dos goleadores en casa de una campaña que invitaba a soñar con horizontes de grandeza no han vuelto a ver puerta y apenas han podido aportar más. El sueco se fue en un visto y no visto y, tras una operación fugaz, salió por la puerta de atrás dejando al menos un cheque de 70 millones. Que no es poco. O mejor dicho, que es mucho. Y luego está Sadiq. Yo llevaba tiempo siguiendo los partidos del Almería porque me llamaba especialmente la atención un delantero larguirucho, con gestos poco ortodoxos y sensación de frágil, pero que cuando recibía el balón en carrera o cerca del área resultaba imparable. Un futbolista de esos que transmiten y enganchan. De los que no olvidas y te entran ganas de volver a ver. Por eso cuando le ficharon mi expectación e ilusión alcanzaron cotas muy altas (siempre he reconocido que en materia futbolística y fichajes me declaro facilón). Esto probablemente se nos olvida menos, pero el tanto de Sadiq, a centro de Cho, contra el Atlético fue de largo el momentazo de Anoeta antes de llegar los goles más decisivos de los últimos meses (sobre todo los del partido del Madrid, porque desgraciadamente, si lo analizamos bien, ni contra el United ni contra la Roma pudimos festejar ninguno). Después llegó el trauma y el estado de shock en el que nos quedamos tras lo sucedido en Getafe. Estábamos acostumbrados a que todo nos saliera mal en el Coliseum, pero que se destrozara la rodilla de la incorporación estrella me parece un exceso. Con lo bien que nos habíamos repuesto a la célebre transición, a rey muerto, rey puesto. Muchas veces pasamos por alto que la Real se dejó un dineral en la mayor inversión de su historia: más de 20 millones de euros, y no solo no ha podido amortizarla en el campo, sino que además se ha visto obligada a tirar de lo que tenía. El curso pasado cayó en combate Oyarzabal y apareció al rescate el soldado Sorloth. Lo hizo bien, hasta el punto de que Imanol pidió su vuelta. Sin exageraciones ni reclamando una operación costosa, con otra cesión le bastaba. En esta se rompió el jugador que estaba llamado a ser el nuevo Isak y el que ha acudido de nuevo ha sido el recluta Sorloth. Es curioso, porque, al igual que sucede con el nigeriano, nada o muy poco es lo que parece en el futbolista nórdico. Quien más o quien menos pensó que era un tronco o el típico Panzer, pero, a pesar de que en este final de curso ha progresado mucho a la hora de sujetar el balón de espaldas y pivotar, sus cualidades son bien distintas. Es un delantero rápido y explosivo, al que le gusta correr tanto al espacio como con el balón y que se asocia de maravilla. Aunque defiende que este curso ha visto mucho más puerta porque su cometido ha cambiado y le obligan a pisar más posiciones de remate, nunca será el típico ariete de área. No va muy bien de cabeza, jamás ataca el primer palo hasta el punto de que imagino que Kovacevic ha tenido que ser hospitalizado en varias ocasiones al ver cómo dejaba escapar algún centro al área de sus compañeros que él jamás hubiera desaprovechado y, lo que es peor, en una circunstancia que no se puede entender, apenas carga el temible fusil que atesora en su pierna izquierda (yo si fuese Imanol estaría al borde del suicidio con el tema).
Como se pudo comprobar ante el Girona, en uno de los pases de la temporada que le regaló Zubimendi, o incluso en la definición del gol en Barcelona, la derecha la tiene para subir al autobús. Y sin embargo ha marcado 15 goles, además de participar en 43 partidos, 35 de ellos titular, para un total de 3.000 minutos, barrera que va a superar hoy ante el Almería. En resumen, lo ha jugado todo. Con la rodilla muy tocada, sin apenas entrenar entre semana, en momentos que ha estado reñido con la puntería y ha sufrido crisis de confianza, Imanol le ha dado las llaves de la titularidad. Si Carlos no juega más en estas últimas semanas es única y exclusivamente porque el delantero que le gusta y le convence al oriotarra es el gigante de Trondheim. Y eso que tiene más cosas que le sacan de quicio, como que un defensa no salga despedido a la grada cuando va al choque con su 9 de cabecera. Imagino que son muchos los que consideran que, sobre todo si vamos a la Champions, se puede traer a un estilete de mayor nivel. Sobre todo cuando se analizan las cifras que va a pedir por su contratación un Leipzig que tiene tanto dinero por, entre otras cosas, saber moverse muy bien en el mercado (menos de 15 millones no creo que soliciten). Que quede claro que no me muevo ni me dejo llevar por el oportunismo de su exhibición en el Camp Nou, pero me parecería muy extraño que Imanol no exigiera esta vez un esfuerzo al club para que Sorloth siguiera en propiedad en la especie de Valhalla futbolístico en vida en el que se han convertido Donostia y Zubieta para él. Y el caso es que, para mí, se lo ha ganado. Si la Real entra en la Champions será en gran medida por la temporada sellada por el vikingo escandinavo que, además, tiene el don de que cada vez que ha anotado el equipo gana. A día de hoy, no me extrañaría nada que los delanteros para la próxima campaña, y en la competición europea que sea, continúen siendo los mismos. La estabilidad transmite confianza y la mezcla de ambas también suele garantizar resultados. Chapeau Sir Alex. Eskerrik asko por darlo todo y honrar la txuri-urdin. ¡A por ellos!