Vista la determinación y la confianza con la que la Real Sociedad saltó a jugar al Camp Nou, a uno le queda la sensación de que, fuera de la burbuja que significa la plantilla txuri-urdin, vivimos todos en una especie de mundo paralelo. Desconozco cuánto hay de pose y cuánto de verdad en aquello que repite Imanol sobre olvidarse de los rivales y centrarse únicamente en lo que depende del equipo. El caso es que, como adelantó el propio míster antes de viajar a Barcelona, sus futbolistas siguieron en el hotel de concentración el partido del Villarreal en Girona: si se llevaron la mitad de disgusto que la parroquia en general, no vivieron una tarde ideal precisamente, en la previa de visitar al flamante campeón de Liga. Después acallaron con fútbol todas nuestras dudas y temores. Porque parecemos nuevos... No aprendemos. Y me incluyo en el saco de los equivocados, ojo.

Un par de ejemplos

Hace justo un año, a estas altura de la temporada, nuestro equipo le ganó al Cádiz, se aseguró un billete para la Conference y acudió a La Cerámica a jugarse la Europa League contra un rival directo, lejos de Anoeta. Lo veíamos en chino, se comenzó perdiendo en Vila-real, pero llegó después una remontada de quilates para adelantar los festejos por la sexta plaza. ¡Si hasta sobró una jornada! Poco ha importado, porque un curso después seguimos igual de cabezones. Se vio durante las horas inmediatamente anteriores al Barça-Real. Y también durante las posteriores, claro, porque pocas cuentas de la lechera incluían los puntos del Metropolitano contra el Atlético de Madrid. Analizado este último asunto con frialdad, no termina de entenderse.

Paso adelante

La Real ha jugado este curso, contabilizando los tiempos de descuento, durante cerca de 400 minutos en los campos de Barcelona, Real Madrid y Manchester United. El saldo de los cuatro partidos en cuestión (dos de Liga, otro de Copa y uno europeo) es de dos victorias, un empate y una derrota muy matizable, encajada con diez tras la expulsión de Brais en el Camp Nou. Más allá de los resultados, sin embargo, destaca el hecho de que la escuadra blanquiazul solo haya encajado dos goles en semejantes escenarios, uno de Dembélé con la mencionada inferioridad y otro de Lewandowski el sábado cuando el partido tocaba a su fin. Es cierto, Remiro compitió en el Bernabéu con la capa de súper héroe, y el mismo sábado hubo un tramo de partido en el que el 1-1 culé pareció muy cercano. Sin embargo, las sensaciones ofrecidas por el equipo sobre el verde resultan coherentes con lo positivo de sus números defensivos. Esto es fútbol profesional y las notas cuando termina la temporada se ponen en función de lo conseguido y de lo que dicta la clasificación. Lo que pasa es que hablamos también de un deporte lo suficientemente complejo como para valorar igualmente circunstancias ajenas al resultado final. Se conquiste o no el billete para la Champions League, la Real ha experimentado este curso un evidente crecimiento que ejemplifica el cuajo mostrado en las plazas más complicadas. Fue una roca en Old Trafford, Chamartín y Camp Nou siendo fiel a sí misma, apretando alto pero casi siempre bien ajustada, y dejándonos únicamente con la espina clavada de aquella desconexión en Roma, la del 1-0. Viene al caso todo ello porque tenemos muy reciente aún uno de esos partidos, el del Barça, en los que el equipo combinó atrevimiento y naturaleza casi granítica. El tema viene igualmente a cuento porque ya son tres los encuentros consecutivos en los que el equipo se asienta gracias a retoques del entrenador en la presión.

Arriesgar, lo más seguro

El Real Madrid estuvo cómodo durante los diez primeros minutos en Anoeta, hasta que Imanol soltó a Kubo a apretar en la primera línea junto a Sorloth: por ahí vino el principio de la victoria. La segunda parte firmada contra el Girona se explicó desde el convencimiento tras el descanso de que arriesgar en la presión era la forma más segura de defender (y por tanto de atacar). Y el sábado Alguacil tuvo que intervenir de nuevo sobre la marcha para, pasado el minuto 25 de la primera mitad, modificar toda la estructura txuri-urdin en la contención. Evitó a Merino ese salto agresivo que ejecutaba de inicio. Metió dentro a Barrene y lo emparejó con Busquets. Dio altura a los laterales. Y situó a Zubimendi como tercer central por la izquierda para hacerle la cobertura con Dembélé a Rico, cuando este subía a por Balde. Lo escribo y se me ponen los pelos de punta por los peligros que este osado funcionamiento entrañaba. Al mismo tiempo, me hincho de orgullo al recordar también la entereza con la que los futbolistas ejecutaron el plan. Gracias al mismo, el 1-1 dejó de significar el resultado más probable. Lo fue el 0-2. Y llegó.

Ajedrez

Es de Orio, siente la Real, nos hace temer por la integridad física de la plantilla cuando se pone a repartir abrazos y grita en rueda de prensa, bufanda en mano, cuando conduce al equipo a conquistar una Copa del Rey. Imanol nunca podrá quitarse esa etiqueta de tipo entrañable y jatorra, que lo es, pero me pregunto a menudo si semejante cartel le hace verdadera justicia. Quizás contribuya a ensombrecer una capacidad táctica de primer nivel mundial, cualidad avalada por la batalla ajedrecística que le terminó ganando a todo un Xavi Hernández. Incordió el de Terrasa ensanchando nuestra defensa de cuatro y buscando incorporaciones desde segunda línea por los carriles interiores. Encontró respuesta Alguacil mediante un movimiento clave para firmar una victoria más importante aún. Esto está cogiendo muy buena pinta, pero habrá que hacer caso al patrón. Almería, Almería y solo Almería.