Tras el partido en el que la Real Sociedad selló su cuarta clasificación europea consecutiva, hito que antes solo había logrado la mejor plantilla de la historia del club, el ambiente a la salida de Anoeta no era precisamente de fiesta este sábado. Lo cierto es que la obtención de un pasaporte continental se veía venir durante la semana previa: el equipo iba a certificarlo tarde o temprano y la gente lo tenía asumido, sin significar esto que semejante éxito esté infravalorado. La buena calificación estará asegurada cuando llegue la hora de ponerle nota a la temporada. Y la afición, aún así, ansía una guinda en formato Champions League que los txuri-urdin, pese al 2-2 contra el Girona, se encuentran en buena disposición de conseguir. Al fin y al cabo, los colchones (ventajas de puntos) están para amortiguar resultados así, y el que ostenta la escuadra de Imanol Alguacil viene demostrándose fiable desde el pasado noviembre.

1-2 en Sevilla

El sorteo del calendario liguero no deparó a la Real un arranque sencillo. Le tocó recibir a Barcelona (1-4) y Atlético de Madrid (1-1) en sus dos primeros partidos caseros, lo que unido a la derrota de Getafe en la quinta jornada (2-1) llevó a los txuri-urdin a sumar siete puntos de los quince iniciales. La cuarta plaza que da acceso a la Champions quedó entonces a cinco, pero el buen hacer blanquiazul permitió enseguida al equipo acercarse a la zona noble de la clasificación. Se situó tercero gracias a su victoria contra el Mallorca en Anoeta el 18 de octubre. Bajó luego a la cuarta plaza tras perder en Valladolid. Y los dos partidos consecutivos en Donostia frente a Betis (0-2) y Valencia (1-1) le sacaron momentáneamente de la zona Champions. Poco importó. En el último encuentro previo al parón mundialista, la Real ganó al Sevilla en el Sánchez-Pizjuán (1-2) y comenzó a asentarse en unos puestos de honor que no ha abandonado desde entonces. Hablamos de 21 jornadas consecutivas entre los cuatro primeros, y de un total de 23 si incluimos en el recuento las dos previas.

Muchos cambios

Lo dicho. Los colchones están para utilizarlos, y lo ilustra a la perfección el modo en que la Real ha amortizado el suyo durante estos últimos seis meses. Su ventaja sobre el quinto ha crecido y ha menguado, como resulta lógico dentro de una competición de primerísimo nivel que enfrenta a los txuri-urdin con rivales de gran potencial. Sin embargo, un análisis del modo en que han ido variando las ventajas demuestra que la andadura blanquiazul resulta más estable de lo que pueda parecer. Calibrada al calor de las alegrías y de las frustraciones que produce cada resultado, cualquier trayectoria se antojará frágil, para lo bueno y para lo malo. Pero el caso de la escuadra guipuzcoana, bastante lineal, dibuja picos de ocho puntos de ventaja y valles de tres, dentro de un tramo de la temporada en el que se han vivido fases de todo tipo. Esto significa dos cosas: que la mala racha vivida entre febrero y marzo no resultó tan negativa, y que a todos los equipos les cuesta sumar y remontar posiciones en la tabla. Dolió que contra el Girona se escaparan dos puntos de Anoeta, pero ahí no se acaba el mundo: la Real tiene cinco más que el quinto y solo quedan cuatro partidos, cuando su renta hace un mes tras perder en Bilbao era de solo tres con nueve jornadas por delante.

El matiz del calendario

En el retrovisor aparece el Villarreal. Y a través de la luna delantera se observa un calendario en el que pueden residir muchos de los temores en clave txuri-urdin. Ganar los dos partidos de Anoeta contra Almería y Sevilla ya no sería sinónimo de Champions. Y además toca viajar a dos estadios complicados como Camp Nou y Metropolitano. Sin embargo, conviene precisar que el fin de semana ha propiciado una circunstancia favorable para endurecer la agenda del rival directo: la lucha por la séptima plaza, que dará acceso a la Conference League, se presenta sumamente abierta, lo que afecta a las dos salidas que debe afrontar aún el propio Villarreal. Los amarillos tienen que visitar a Girona y a Rayo Vallecano, inmersos de lleno ambos en la citada pelea. Además, deben pasar por La Cerámica un Cádiz que batalla por eludir el descenso y el Atlético de Madrid en la última jornada. Repetimos que cada punto y cada victoria cuestan mucho sudor a estas alturas del curso: le sucede a la Real y les sucede también al resto.

Siempre en pie

Si los txuri-urdin han logrado dar esta temporada el paso adelante que significa pelear por la Champions ha sido, principalmente, gracias a los niveles de competitividad mostrados en los malos momentos. La derrota contra el Valencia en Mestalla, a finales de febrero, significó tocar fondo en cuanto a juego esta campaña, pero no de forma excesivamente profunda. De hecho, aquel partido se resolvió por la mínima (1-0) y por matices, cayendo una Real que, en líneas generales, ha sido capaz de mantenerse siempre en pie durante los encuentros. El citado 1-4 de agosto ante el Barça supone la excepción que confirma la regla, pues los duelos en los que los blanquiazul han llegado a verse inferiores se han desarrollado de forma equilibrada en el marcador. El Celta, por ejemplo, puso las cosas muy difíciles en Anoeta, pero solo pudo empatar. El derbi de San Mamés deparó unos 30 minutos de clara supremacía por parte del Athletic, pero luego la Real dispuso de ocasiones para empatar. Y este mismo sábado, contra el Girona, el equipo de Imanol mereció la victoria durante la segunda parte tras sufrir al final de la primera mitad como pocas veces lo había hecho antes. Son señales que no garantizan la suma de puntos de aquí en adelante, pero que obligan a confiar en que el equipo estará al menos cerca de sumar en sus dos últimas salidas.