Dentro de dos semanas va a cumplir 26 años y es una bestia. Lo ha vivido todo en el fútbol. Siempre con un billete de protagonista y de estrella. Ha ganado Europeos, ha sido semifinalista de una Eurocopa, ha sido medalla de plata olímpica con tanto en la final y, cómo no, ha llevado al equipo de su alma a lograr un título 34 años después con un gol partita al transformar un penalti en el derbi para siempre. El curso pasado nos rompió a todos el corazón, porque de repente se lesionó la rodilla y tuvimos que volver a aprender a vivir sin él en Anoeta. Ahora ha regresado tras nueve meses de convalecencia. Es más, el de ayer era su encuentro 19, pero por ahora nada es igual. Ni tiene las mismas sensaciones en la rodilla que el médico le ha dicho que pueden prolongarse durante dos años, ni se siente el mismo jugador que era antes de la lesión. “No es una cuestión de segundos, sino de milésimas”. Eso es lo que le falta para aspirar a ser el Oyarzabal que ser convirtió por méritos propios en leyenda txuri-urdin. 

No es fácil reconocerlo ni, por supuesto, sufrirlo. Pasar de ser la figura de cartel a entrar en el grupo de meritorios. Solo los más fuertes consiguen llevar con entereza y serenidad un cambio de rol tan drástico. Llega Roma, el partido del año, y de repente la mayoría del entorno considera que debe ser suplente. Qué duro ha tenido que ser... Los que le aplaudían con las orejas, iban al campo con el 10 y su nombre a la espalda, preferían que jugase alguno de sus compañeros. Ni una palabra más alta que la otra y paciencia, porque él nadie mejor que él sabe que más pronto que tarde recuperará el duende y retornará al sendero de gloria por el que discurre su carrera.

Mikel fue la gran novedad de un once con siete zurdos. No era un encuentro sencillo, una defensa poblada con muy pocos resquicios para generar peligro. De las que sacan a relucir muchas miserias. Y al 10 todavía le falta. No hace falta que se lo diga nadie, es plenamente consciente de ello. Eso sí, para estar lejos de su mejor versión, apunten, que el tema es serio: provocó una tarjeta roja clarísima a Milla que Melero López, un auténtico Charlot que debería avergonzar a su profesión, no quiso ver; forzó un penalti que protestó hasta que lo señaló el VAR, al haber pocas esperanzas de que lo señalara el incompetente que trataba de sabotear el encuentro; lo falló, cierto, pero cuando parecía hundido y muchos pensaban que de esta no se recuperaba (al menos ayer), solo cuatro minutos después siguió como si le fuera la vida en ello el pase de locos que dibujó Silva a Brais y el despeje de Soria al centrado remate del gallego lo enchufó a la red con un cabezazo. El grito de rabia y su celebración plena de liberación, parecida a la mítica de Tardelli en el Bernabéu en el Mundial del 1982, ya se incluyen en el libro que relata sus gestas en txuri-urdin. 

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Real Sociedad - Getafe: Las mejores imágenes del partido Ruben Plaza

¿Saben lo peor de todo? Que por un momento pareció que hasta su propia afición dudó. Su reacción al fallo desde la pena máxima fue fría. El runrún que circulaba por la grada era el típico “no está todavía”. Se equivocan, porque este canterano está hecho de otra pasta. Es un ganador nato y ya puedes cerciorarte de que le has ganado la batalla hasta comprobar que se encuentra a buen recaudo en su vestuario sin poder volver a saltar al campo, porque si le dejas la más mínima oportunidad, volverá para matarte. No se vayan todavía, aún hay más. El que todavía no está fue clave en el segundo tanto al proyectar a Merino con un gran pase antes de que este asistiera con música a Kubo para que sentenciara el duelo. A los escépticos y a los de la memoria de pez, es importante acudir a Anoeta con los deberes hechos y ser plenamente consciente de todo lo que ha hecho don Mikel Oyarzabal, que dentro de nueve encuentros cumplirá los 300. Y sí, es verdad, no pasa nada porque de vez en cuando sea suplente, pero es justo rememorar que, a pesar de no haber jugado bien en muchos de ellos, acabó siendo decisivo porque tiene un espíritu indomable y un ardor guerrero que solo lo demuestran las bestias pardas que llevan años liderando proyectos en Champions.

La Real firmó una reacción de Champions que borró de un plumazo todas las dudas que se habían generado tras la derrota en Villarreal. Los números no engañaban y es cierto que solo había logrado dos victorias de doce y que en ocho de sus encuentros no había visto puerta. Pero, como dijo Laporta en su día, “que no estamos tan mal”. Lo de Villarreal podía pasar y los blanquiazules se presentan en la recta final con bastantes jugadores recuperando paulatinamente la forma, lo que le va a conceder a Imanol muchas alternativas. El equipo fue de menos a más, demostró madurez para cocinar a fuego lento el partido y fue plasmando poco a poco su superioridad gracias a la aparición en escena de sus mejores actores. No nos vayamos a olvidar ahora que los Merino, Silva, Brais, Kubo, Le Normand son muy buenos...

El Getafe nunca es un plato de buen gusto. No importa que ya no esté Bordalás, sigue siendo un equipo incómodo de los que cuesta Dios y ayuda tumbar o simplemente encontrar resquicios en su entramado pétreo. El caso es que si se analizaba el once que dispuso Quique Sánchez Flores, había muchos elementos ofensivos de buen pie y hasta Portu, el extremo que exploraba las espaldas de las defensas rivales con la txuri-urdin, ahora actúa de carrilero izquierdo. Milla, Munir, Mayoral y Enes Unal son buenos futbolistas con calidad y nivel para aspirar a muchos equipos de la Liga. Imanol, al que siempre le ha costado encontrar soluciones ante este tipo de molestos visitantes, contaba con las importantes bajas por sanción de Zubeldia y Zubimendi. Como cabía esperar, sus sustitutos fueron Pacheco y Guevara. Los dos estuvieron bien, lástima de la prematura amarilla que vio el alavés que motivó su cambio en el descanso.

La primera mitad fue un choque de trenes, sin apenas ocasiones y con los duelos individuales disputados a muerte. El Getafe parecía incluso algo mejor hasta el primer acercamiento de los realistas en un centro chut de Gorosabel que se marchó alto. En la esperada aparición de Kubo, un disparo de Merino acabó en saque de esquina y era obvio que algo había cambiado. En los minutos finales llegó el penalti que provocó y falló Oyarzabal. Debe tener cuidado, porque le tienen muy calado y sin tanta confianza cantan más sus intenciones. En el descuento, el martillo pilón sacó su cabeza y su competitividad para poner por delante a los suyos.

En la reanudación entró Illarra por Guevara. El capitán supo acertar siempre con la velocidad que interesaba al equipo, que no tardó en acreditar que estaba mucho más inspirado en ventaja. Una jugada entre Brais, Kubo y Silva acabó en un centro interceptado a Aihen y al japonés se le escapó fuera una buena rosca tras su habitual diagonal. A la hora de encuentro llegó el segundo tanto en una acción entre el lateral navarro, Oyarzabal, Merino y la finalización del nipón. Unos segundos antes Silva lo había intentado desde el centro del campo y Anoeta estaba disfrutando de nuevo.

De ahí al final, Remiro hizo dos paradas, Melero no quiso ver un posible penalti a Barrenetxea y en el descuento Cho se quedó a escasos milímetros de anotar el tercero.

La Real sigue con la Champions entre ceja y ceja. La mejor manera de preparar el derbi era sumando los tres puntos y evitando que hubiese bajas en forma de sanciones. Imanol viajará con todos salvo Sadiq. Ha llegado la hora de la revancha por lo sucedido el año pasado en un duelo de circunstancias en Bilbao al estar en medio de la eliminatoria frente al Leipzig. Los realistas han recuperado a tiempo las mejores sensaciones y nadie confía más que ellos mismos en que van a lograr el objetivo de entrar en la competición más importante de clubes. Si siguen como ayer, la gloria les espera. Da gusto ver jugar a la Real cuando su fútbol fluye y sus violinistas bailan con el balón....