“Cuando se han quedado con diez teníamos que haber controlado más el partido. Podíamos haber intentado tocar más el balón y no dar tantos pases hacia atrás. Yo creo que nos complicamos solos en alguna ocasión. Tenemos que atacar más. Podíamos haber sentenciado en alguna ocasión, incluidas las mías, y toca reprocharnos a todos”. Las declaraciones de un Take Kubo bastante enojado al término del encuentro ante el Celta pasaron inadvertidas al término. Fiel a su naturalidad, el japonés no tuvo problemas para criticar con razón el juego lento, plano y previsible del equipo contra los gallegos. Eso sí, para los más sensibles, el primero que asumió su responsabilidad por las ocasiones fue él mismo con un sincero ejercicio de autocrítica por sus dos fallos, que lo fueron, en sus remates desde dentro del área tras dos buenas jugadas.

El fútbol siempre será imprevisible. La mejor demostración es que el Celta empató en el descuento jugando con diez por expulsión de Tapia y en la jornada anterior perdió al final jugando con uno más ante el Atlético. El rival también juega y de los de abajo el equipo que mejor fútbol puede desplegar es el gallego. No hay más que recordar que la Real había ganado todos los partidos de esta Liga en los que empezó marcando menos uno (1-1 con el Valencia jugando 77 minutos con uno menos). Es decir, el del domingo fue el segundo, un dato que refleja la fiabilidad y la consistencia del equipo. Son muchos los que han recurrido al famoso término de reciente realada para justificar el empate in extremis (los atléticos que ganaban ligas se revuelven en la tumba o en su cama cuando les llaman el pupas; Arconada y compañía también con este término acuñado por parte de generaciones más jóvenes que no pudieron disfrutar de la generación de oro del club).

Nada más terminar el encuentro, todavía en caliente y antes de sentarse en la sala de prensa, Imanol declaró que el empate había sido “una pena después de hacer casi todo bien hasta el último minuto. A los puntos creo que hemos estado por encima”. Esta vez su primer diagnóstico no fue el atinado.

La Real no mereció ganar al Celta y, aunque en ventaja dispuso de cuatro ocasiones en la segunda parte que de haber aprovechado alguna habría sentenciado el duelo, la sensación y las estadísticas le pusieron en evidencia. Este conjunto txuri-urdin es de los que más engancha y enamora de toda su historia. Un equipo con mucha verticalidad y electricidad, que especula muy poco y que siempre tiene la portería contraria entre ceja y ceja. Por eso el domingo los de Imanol estuvieron irreconocibles. Con posesiones largas y sin profundidad, con muchos pases atrás, que por momentos aburrió hasta a la grada a pesar de ir en ventaja en el marcador. Ganaron la posesión, con un 55% y dieron bastantes más pases, con 487 por los 377 de los celestes, pero esta vez, en vez de dominar a través del balón y someter al rival, lo que pareció fue todo lo contrario y que se estaban defendiendo con la pelota.

Los registros no dejan lugar a la duda y confirman que la derrota ante el Valladolid fue un accidente, pero que la igualada del Celta tiene una lectura mucho más inquietante porque, como defendió su entrenador en la sala de prensa: “Hemos sido superiores a uno de los mejores equipos de la Liga”.

El Celta disparó 18 veces a puerta y la Real siete. Dentro del área probaron suerte en trece ocasiones por siete los locales. Los gallegos centraron al área en veinte ocasiones, por nueve de los donostiarras, y Remiro fue, junto a Zubeldia, el más destacado por el bando txuri-urdin con cuatro paradas por las dos del meta celeste Iván Villar.