Ladran, luego cabalgamos... Pocas frases he escuchado más veces que esta, en mi casa, de mi adorado aita, por lo que, como es normal, no me cuesta demasiado relacionarla con la Real y sus aventuras. Lo reconozco, no lo entiendo muy bien. Comprendo que hay mucho amargado en el mundo del fútbol y que las rivalidades se cultivan en la salud y en la enfermedad (nunca mejor dicho), pero la corriente que ha tratado de restar mérito a la antológica gesta del jueves por parte de los héroes se lo deberían hacer mirar. Que si perdieron el partido, que si este equipo no le mete un gol ni al arcoíris, que si la Europa League les daba igual (curioso que recurran a este argumento los vecinos más afectados), que si no apretaron porque son todos internacionales y estaban pensando en el Mundial... Que si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta. Siempre digo que a veces es bueno escuchar las voces de fuera para valorar más nuestras cosas, pero también debemos tener muy claro que el ruido exterior no nos debe afectar ni lo más mínimo. Recurriendo al librillo de refranes traducidos de forma literal al castellano por el irrepetible Toshack, “las críticas me importan tanto como el agua encima de la espalda del pato”.

Para mí, la hazaña de Anoeta tuvo muchísimo más valor que la de Old Trafford. Como podemos comprobar a lo largo de su extraordinaria historia, son muchos los equipos que les han sorprendido de imprevisto y han logrado asaltar uno de los grandes templos del fútbol mundial. No estoy restando ningún ápice de mérito a dicha proeza, que ya ha pasado a los anales de nuestra leyenda, pero es que lo del jueves fue distinto. Y trato de explicarme. El todopoderoso United, como le definió hasta el propio Imanol, se presentó en Anoeta plenamente consciente de lo que tenía enfrente, con las lógicas ganas de revancha y con las cuentas en mente de lo que necesitaba para conquistar el liderato. Todavía algún osado se atrevió a recordar que había aterrizado en Donostia con dos lesionados importantes: Sancho y Antony. La Real logró aguantar de pie con ocho lesionados, todos ellos titulares en potencia, hasta el punto de que en octavos podrían formar en el once, lo que sin duda provocaría la incomprensión en Manchester, al suponer que jugamos el jueves con los suplentes. 17 jugadores que han estado en su cantera en la convocatoria, diez en el verde (cinco en el once titular y los cinco cambios para acabar con ocho el partido). Y todavía algunos ponen en duda la importancia y el protagonismo que le da nuestro club a su inagotable vivero. Por si fuera poco, encajamos el gol en su primer ataque, en una acción en tres toques que hubiese sembrado el caos en las filas de cualquier equipo tan diezmado y limitado. Esta Real, que es la viva imagen de su entrenador, aguantó, resistió y esperó a que llegara su momento a pesar de tener enfrente a toda una selección internacional. Lo más increíble de todo es que no fue solo que arribara el instante en el que equilibró todo, sino que, en la segunda parte, superó con nitidez a los británicos, y si no empató probablemente fue porque le faltaban cinco delanteros en la cita, además del mejor asistente en la mediapunta. Yo, que estuve enfermo y casi me quedo en casa, se lo agradezco millones. Una noche inolvidable en la que nos volvimos a sentir esa aldea de irreductibles que planta cara a los monstruos que vienen a visitarnos. Porque siempre merece la pena apostar por esta Real. No falla, y si no consigue los resultados, tampoco te defrauda, porque nos identificamos con su espíritu, con sus ideas y con su convicción. De una unión así solo pueden salir sueños que otrora parecían inalcanzables.

Si hay un jugador que simboliza este éxito, ese es Pablo Marín. Hijo de uno de los futbolistas más queridos en Logroño, la vida le ha cambiado de un plumazo a sus 19 años por tener la fortuna de que se ha cruzado en su camino Imanol, que no entiende de edades. Esto funciona así, lo recuerdo para dubitativos y desconfiados. Aterriza con trece años en Zubieta, trabajo, trabajo, trabajo... Con 17 debuta en el C y el 8 de enero de este 2022 se estrena en el filial, es decir, hace solo once meses. A finales de septiembre, Imanol empezó a subirle a entrenar con el primer equipo y la lesión de Silva le ha llevado hasta unas puertas que ha derribado con su descaro y talento. Se estrenó casi por sorpresa aún en Valladolid hace solo dos semanas. En su primer balón, en una jugada en la que cayó a la banda derecha, centró a la primera e Imanol no tardó en reaccionar en un gesto que cazaron a la perfección las cámaras de televisión pidiéndole que fuera él mismo, que encarara, que regateara... Fue como si hubiese frotado una lámpara mágica y hubiera salido el genio. Caños, controles, pases precisos, ideas claras... Hasta un cabezazo alto y un gol fabricado por él que fue anulado por una rodilla en fuera de juego. Una de esas apariciones deslumbrantes que tanto se celebran en las aficiones que creen en el trabajo de sus respectivas canteras. Un jugón de cuidado.

Tres días después viajó a Chipre y disputó unos minutos pegado a la banda izquierda esta vez. El pasado domingo, disfrutó de su primera titularidad ante el Betis y el jueves estaba esperando con el resto de los jugadores que salieron de inicio a que le chocara la mano Cristiano Ronaldo. Una vez más su actuación resultó soberbia. Sin ningún complejo ni temor, con una osadía hasta insolente para los pesos pesados que tenía enfrente. Si llegó un momento en el que no parecía ni bajito al lado de Casemiro. No en vano mide 1’78, lo que pasa es que ese poderoso tren inferior que recuerda al de Bakero parece restarle centímetros.

Para los curiosos que preguntan cuál es su secreto, este es el modus operandi de la Real. Y la clave de todo es allanar el último escalón, sin duda el más complicado y el que más grande hacen la gran mayoría de clubes que prefieren buscar la supuesta seguridad del fichaje contrastado antes de dar galones a los diamantes que van puliendo y a los que terminan dando salida sin conocer si estaba preparado para dar el gran salto.

Pablo Marín cuenta con el privilegio de que le entrena Imanol e Imanol cuenta con el privilegio de tener en sus filas a Pablo Marín. Y el resto, tanto club como su afición, lo celebramos y nos frotamos las manos. Los más agoreros aludirán a que los canteranos juegan más ahora precisamente porque la enfermería parece un parte de guerra tras una batalla. ¿Alguien piensa que uno que vale de verdad, como el riojano, que va a renovar en breve su contrato para bastantes años, no tendrá más chances para confirmar su valía ahora que ya regresan Kubo y Silva? Mientras tanto, me quedo con la maravilla que está viviendo. Lo que habrá sentido, el fallar esa ocasión y pedir el apoyo de la afición consiguiendo levantar a toda una grada, el estar cerca del gol con su camiseta de toda la vida, el combinar con internacionales como Zubimendi, Merino o Brais, que le protegen aunque tampoco le haga falta. Lo que pensará cuando se meta en la cama y se cuestione si es real todo lo que está viviendo. En temas futbolísticos de este tipo, me declaro hedonista y empático. Me hace feliz su felicidad. Pero que sepas, Pablo, que tú estás cumpliendo mi sueño. Tengo más que seguro que también vivirás en breve varios más de los que he tenido siempre. Pero yo en lugar de mirarte con desdén y envidia (un poquito...), te admiro y solo pienso disfrutar de todo lo que nos vas a dar. Eres muy bueno. ¡A por ellos!