Este es el mes que suelo elegir para irme de vacaciones. Aprovecho alguna parada del calendario futbolero, que supone libertad en los compromisos. Normalmente los precios de los hoteles son más asequibles, el calor no te achicharra y se puede pasear y visitar monumentos con más tranquilidad. Sucede que con este trajín de gases, electricidad, consumo, ahorro energético y otras pejigueras, a más de uno se le está yendo la olla.

Por ejemplo, la última edición del festival de Eurovisión la ganó Ucrania, pero en Kiev no están para musicales, precisamente. Liverpool asume la organización y allí esperan una llegada masiva de personal. ¿Qué han hecho? Lo leí en las páginas de este diario el pasado lunes. Han decidido que una noche cueste 4.000 libras (4.550 euros a día de hoy). La noticia no explica si a la hora de irte a la cama, el espíritu de los Beatles te acompaña y con música de Yesterday cantan aquello de “cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos guardan mi alma”. Tampoco si, al despedirte, permiten que te lleves el frigorífico de la habitación, la lámpara victoriana o la almohada de sobra. Hacen el agosto en mayo, que es cuando cantarán los artistas europeos.

Este verano, por curiosidad, entré en las webs de varios hoteles a la orillita del Guadalquivir. Quise comprobar cuánto costaba la habitación por noche. Hace un año pagué 55 euros, sin desayuno, porque disfruto más en una terracita con un zumito de naranja, un con leche y un paquetón de churros. Muy cerca de este hotel, existe un cuatro estrellas que se anunciaba en agosto con tarifas desorbitadas y que ayer mismo andaba por 60 la nuit.

La cuestión no es que la cosa se desmadre, que están en su perfecto derecho de decidir el precio que quieran, sino que haya gente dispuesta a desembolsar esas barbaridades. Os cuento esto porque, si la marea txuri-urdin se desplaza este curso a una ciudad de renombre, como lo hizo en su día a Manchester, a lo mejor nos tocan las maracas sin que actúe Antonio Machín. De todos modos, nada es comparable al afán recaudatorio de la UEFA, que nos ha metido 10.000 euros de vellón por retrasarnos, ¿cuánto?, en el inicio del segundo tiempo de Manchester. ¿Qué culpa tiene el 27, si al pobre le dio un apretón? ¿Y qué hizo Imanol para que le toquen la cartera?

Como el que avisa no es traidor, ahí os lo dejo. No me extraña que nuestras ciudades estén siendo invadidas por las caravanas que nos visitan. El asunto va in crescendo. Son mucho más modernas que aquellos antiguos carruajes de enormes ruedas de madera, que no faltaban en las viejas películas del Lejano Oeste. Vuelvo a aquel escenario, porque con el Sheriff en el inmediato horizonte no queda otro remedio. El partido se presentaba raro, porque no había tensiones mayores. Imanol aprovechó para hacer probaturas con un equipo competitivo sobre el terreno. Situó a Le Normand en el central derecho, Turrientes, de titular, al igual que Guevara. Carlos Fernández fue el elegido como pareja de baile de Sorloth. El sevillano salía en el once inicial muchos meses después. Comprobé algunos movimientos en el equipo visitante. Cambiaron de portero, Renan Guedes saltaba con los mejores y Kiki no perdía su puesto en el centro de la zaga.

Ganar suponía seguir invictos, sumar doce puntos y confirmar la clasificación para la siguiente ronda. Todo más claro que el agua. Sucede que estos partidos no son fáciles de ganar. El rival se atrinchera con los jugadores que hagan falta, persiguen de modo individual delante de su área, reparten lo que les dejan y, mientras el marcador no diga lo contrario, aguantan. La paciencia es la madre de todas las ciencias. Alardeó de ella la Real en el primer tiempo. Apareció Sorloth en el momento final y su remate ajustado subió al marcador, como antes debió suceder lo mismo con sendos golpeos a los postes. En suma, el equipo llegó a vestuarios con el tanteo a favor y con un jugador más por la expulsión indiscutible del desconsolado Armel Zohouri.

El segundo periodo aclaró pronto el panorama porque el Sheriff decidió no usar pistolas, ni siquiera de fogueo, y la Real amplió la diferencia con dos buenos goles de Diego Rico y Robert Navarro. La marcha del tanteo y las sensaciones le permitieron a Imanol mover el banquillo a sus anchas, cambiando los peones de brega sin que el equipo perdiera el tono. Más minutos para los jóvenes y descanso para los que llevan la mochila pesada. Pudo redondearse la clasificación si el Manchester United no le marca al Omonia el tanto de la victoria en los minutos de prolongación. McTominay evitó la debacle para los reds. En definitiva, que, la puerta a cero, tres goles, liderazgo del grupo, algo así como hacer el agosto el 13 de octubre, día de San Eduardo, el guardián de la riqueza.

Apunte con brillantina: el comensal que propuso hace una semana una botella de moscato para acompañar unos estupendos pelayos, repitió ayer en su casa mientras cenaba. Felizmente, estaba en la mía con un Sauternes que adquirí en la mañana de ayer. Nada que ver. Por comentar y sin ánimo de tocar la bandurria a nadie.