Desde que comenzó la temporada, cuando todavía se discutía si la Real Sociedad tenía mejor o peor equipo que el año pasado, la vieja guardia, es decir los que ya estaban, se mostraron plenamente convencidos de que el margen de mejora se encontraba en su evolución. Es decir, creían que dicha responsabilidad no podía cargarse en las espaldas de los recién llegados, que, además, aterrizaban con el mismo denominador común de su juventud. Así lo manifestaron dos de los centrocampistas más cerebrales y sensatos, como Zubimendi y Guevara, en este mismo periódico. El donostiarra, titular indiscutible hasta la fecha, manifestó que “puedes fichar o no, pero de los que estamos nadie es igual que a comienzos de la pasada temporada. En muchos casos creo que mejor, con más experiencia y eso te ayuda a la hora de jugar”.

El vitoriano considera que una de las claves del éxito de este equipo es la convicción en la evolución en Zubieta: “La filosofía del club está clara. Hay un bloque ya muy sólido, que es el que tiene que mejorar y desarrollar, y luego la gente que trae el club desde el mercado viene a aportar y a subir ese peldaño de calidad para, entre todos, volver a hacer un equipo muy competitivo y que ilusione a la gente”.

Lo más impresionante de los refuerzos de esta temporada es que han disipado de un plumazo la discutible máxima de que “necesitan un tiempo de adaptación”. En solo dos meses han encajado a la perfección y, como ha repetido en más de una ocasión Imanol, “parece que llevan muchos años con nosotros”.

Pero es evidente que no brillarían tanto de no ser por el rendimiento de los que ya estaban en los últimos años, en los que la Real ha logrado tres billetes europeos consecutivamente. Por encima de todos, Mikel Merino. Con el extraordinario servicio que le dio a Brais y que decidió el encuentro frente al Villarreal, el navarro ya es el máximo asistente del campeonato con cuatro. Dicho esto con el mérito añadido de que tampoco juega en posiciones tan adelantadas y que incluso uno de los reproches que más se le hace es su falta de contundencia de cara a puerta. Merino sigue siendo un pilar básico en este equipo y a nadie se le escapa que es un diamante preciado en el mercado y que ha tomado la decisión de pasar al menos gran parte de sus mejores años de txuri-urdin. Por eso acaba muchos partidos con la ikurriña en el brazo.

Su compañero en el rombo, Zubimendi, ha dado un paso de gigante jugando tan protegido y con tantos jugadores de nivel y de tan buen pie. El donostiarra domina los encuentros y es capaz de incrustarse entre los centrales para defender cuando hace falta y de dirigir una sinfonía que, en parte gracias a él, por momentos parece perfecta. Su crecimiento es tan grande que ya suena como el sustituto del Busquets en la selección y el Barça bebe los vientos por hacerse con sus servicios mientras se encuentra a punto de renovar su contrato. Como ya hace de todo, lleva dos pases de gol y un tanto frente al Girona.

David Silva

Qué añadir sobre David Silva, en su eterna juventud. El mediapunta ha encajado como Cenicienta en su zapato en el 4-4-2 que ideó Imanol para que precisamente pudiera desplegar todo su repertorio. El canario, al que le dosifican bastante más, juega como los ángeles y hace jugar a sus compañeros, además de sacrificarse como el que más. Ahora incluso se atreve con sacar su fusil y limpiar escuadras como en el duelo de ida ante el Sheriff.

En esa guardia pretoriana de Imanol, no se puede pasar por alto la madurez de Remiro, que, aunque es cierto que ha patinado en alguna acción, es clave con sus paradas y su juego de pies. En la zaga, con las lesiones de Le Normand y Zubeldia, que habían comenzado muy fuertes, hay que destacar la regularidad de Aritz y de Aihen. El primero cometió un error de bulto ante el Omonia y acusó el estar a caballo entre la banda y el eje de la zaga, pero sigue siendo un referente muy fiable, mientras que, como ya sucediera el curso pasado, Aihen ha vuelto a rebelarse y hacerse con la indiscutible titularidad.