Si el conflicto ruso-ucraniano no existiera y la UEFA permitiera que el partido de hoy se disputara en Tiraspol, el Sheriff recibiría a la Real en su primer campo. Hablamos de un coqueto y cerrado recinto con capacidad para 13.000 espectadores, ubicado justo al lado de un miniestadio (al estilo del de Anoeta) en el que el equipo compite en el campeonato local. Sin embargo, la cita de esta noche tiene su sede en el Zimbru Stadion de Chisinau, una instalación con capacidad para albergar a 10.300 personas. Se encuentra a 78 kilómetros de Tiraspol, una hora y 20 minutos por carretera según Google, distancia que en el último partido ante el Manchester United no fue óbice para que, entre seguidores locales desplazados y otros más neutrales de la capital moldava, 8.734 espectadores asistieran en directo al encuentro.

Chisinau no es la casa del Sheriff. Pero los de Stjepan Tomas ya se han acostumbrado a competir en el estadio, pues el de hoy es su sexto partido en el exilio. Disputaron así sus previas veraniegas de Champions contra el Zrinjski Mostar bosnio, el Maribor esloveno y el Viktoria Plzen checo, que les eliminó. También jugaron en el escenario la vuelta de la última ronda de la Europa League contra el Pyunik armenio, duelo que ganaron en los penaltis. Y ahí recibieron igualmente al Manchester United.

La Real se presenta en Moldavia como una buena vara de medir para los de Tiraspol, que habitualmente se ordenan en ataque con un 4-4-2 de rombo en la medular. Los balones largos al espigado Akanbi son su vía de salida en Europa, con la profundidad del propio Akanbi, las carreras tras peinada de Ouattara y las caídas a los pies del mediapunta Atiemwen como principales argumentos. Atrás, mientras, el Sheriff viene de esperar al United en 4-2-3-1 y de sufrir ante la superioridad numérica inglesa en la zona de iniciación. Habrá que ver cómo apuesta hoy por contener a los de Imanol.