a familia Alcántara lleva casi toda una vida instalada en los hogares de los aficionados gracias a la archiconocida serie Cuéntame cómo pasó. En la Real también lleva alojado unos cuantos meses otro Alcántara, que nada tiene que ver con la popular familia. Su nombre es Rafael y forma parte de un linaje futbolístico digno de mención. Su aita es, nada más y nada menos, que Mazinho. Ese centrocampista brasileño que maravilló en la década de los 90 y se proclamó campeón del mundo con la canarinha Y su hermano es un genio, a veces incomprendido, que vuelve a ofrecer su mejor versión en el Liverpool. Su nombre, Thiago. El otrora Rafinha llegó a Donostia el pasado mercado de invierno y lo cierto es que se ha ganado el respeto de la afición realzale y son muchos los que piden a gritos su continuidad. El 30 de junio termina su vinculación con la Real, a la que llegó en calidad de cedido. Este verano toca negociar con el PSG.

Ayer, en su -de momento- último partido con la zamarra txuri-urdin, solo le faltó el gol. Estuvo muy cerca. El que más de la Real. De hecho, ni el propio protagonista de esta historia se cree que se fuera de vacío en lo que a goles se refiere. Las dos primeras fueron muy claras. La primera llegó a la media hora. Gran jugada de Sorloth por la banda derecha del ataque blanquiazul. Su disparo con la izquierda no lo consigue blocar Oblak y el rechace le llega a Rafinha que, con todo a favor, lo estrella en el palo. Solo seis minutos más tarde vio amarilla por una entrada a destiempo. El jugador de la Real ni protestó. Pero quizá la oportunidad más clara de la noche llegó a falta de muy pocos minutos para que se llegara al descanso. Un robo de Isak en la salida de balón del Atlético de Madrid le llegó a Sorloth. El noruego vio cómo llegaba como un tren el brasileño, le cedió el balón y después de un pequeño control, ejecutó con su pierna buena, pero quiso ajustar tanto que el esférico se fue rozando el palo de la portería defendida por un Oblak que había salido a la desesperada.

Estaba tan caliente el jugador de la Real que, en los tres minutos de añadido de la primera mitad, probó fortuna desde fuera del área, pero su disparo, con intención, salió rozando el palo de la portería defendida por Oblak. Ninguno de los cerca de 24.000 espectadores que se dieron cita en Anoeta se creían que la Real no fuera por delante después de una primera parte en la que estaba siendo muy superior a su oponente colchonero. La cara del menor de los Alcántara era todo un poema. No daba crédito a las oportunidades desperdiciadas. Y ya saben lo que pasa en esto del fútbol: cuando perdonas tanto, lo acabas pagando. Y eso es lo que pasó al poco de iniciarse la segunda mitad, cuando De Paul puso un balón imposible para Remiro.

Pero ni la Real ni por supuesto Rafinha bajaron los brazos. Aunque la aportación del txuri-urdin bajó muchos enteros en los pocos minutos que estuvo sobre el verde. El esfuerzo realizado en esos primeros minutos le pasó factura e Imanol, cuando apenas se habían jugado 17, decidió que era el momento de sustituirle para dar entrada a Portu. Le dio tiempo incluso a protagonizar un último servicio a la causa, en una jugada en la que asistió a Sorloth dentro del área, pero la poblada zaga rojiblanca le arrebató el balón al noruego dejando sin valor alguno la bonita acción protagonizada por su compañero, que abandonó el campo recibiendo una sonora ovación.

En los 20 partidos que ha jugado con la Real, ha dado muestras de sus capacidades. Imanol no vería con malos ojos su regreso, tampoco la dirección deportiva, ni por supuesto una grada que ha terminado encantada con la aportación de un futbolista que, a su clase, de serie, ha añadido un pundonor que ha terminado por convencer a la parroquia blanquiazul.