La Real cumplió con lo previsto. Despacito, pero seguros, los realistas tumbaron a un rival de la parte baja de la tabla con el séptimo 1-0 de la temporada en casa. Un resultado que desvela muchas evidencias. Como que este equipo llega con lo justo a la recta final del curso, en reserva sin apenas gasolina en el depósito, con una crisis galopante de cara al gol y que, a pesar de que ayer concedió más de lo habitual y tuvo que aparecer Remiro para salvar el triunfo, no encaja casi nunca en su feudo. Todo esto le permite sumar de tres en tres con los rivales sobre el papel inferiores, aunque, cuando se presentan los gallos de la categoría no le alcanza e incluso acaba recibiendo severos correctivos. Un tanto de Zubimendi, cuando en la segunda parte los blanquiazules habían inclinado con nitidez el campo hacia la portería de Pacheco, dio tres puntos de oro a una Real que está obligada a mejorar mucho si pretende acabar de forma exitosa una temporada en la que deberá medirse aún con cinco rivales directos. Por ocasiones o a los puntos, la victoria se puede considerar justa, aunque también hay que destacar que el Alavés le puso en problemas en la primera media hora y en el tramo final del duelo, en el que dos manos de Remiro le dejaron sin un botín que necesita como el comer para intentar salir de los puestos de abajo.

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La primera semana de la nueva vida, la del partido por semana, no modificó demasiado la existencia txuri-urdin. Las bajas y los contratiempos físicos siguieron condicionando la alineación de Imanol hasta el punto de que Mikel Oyarzabal se quedó fuera de la misma. Un once con solo cuatro canteranos, en los que destacaba la presencia de Gorosabel en la derecha, la vuelta de Rico en la izquierda, la continuidad de Pacheco junto a Le Normand, la permanencia de Illarra en el mediocentro, la entrada de Rafinha por Silva y el regreso de Januzaj en el puesto que suele ocupar el 10. En principio, un equipo reconocible y suficiente como para ser capaz de imponerse al penúltimo del campeonato en una jornada clave en la que no se podía fallar.

El caso es que, una vez más, la Real protagonizó de nuevo una salida contemplativa, muy alejada de lo que exige un duelo de rivalidad geográfica, por mucho que el Alavés no motive tanto como el Athletic. El gol es la salsa de fútbol y los realistas se encuentran en un serio peligro. Aburren. Su temporada tiene mucho mérito, como repite hasta la saciedad Imanol, pero hace muchos meses que su fútbol no engancha. Y el ambiente en Anoeta empieza a no ser el mismo, por mucho que la Aitor Zabaleta despliegue su propia banda musical con sus habituales temas. Si el equipo no transmite y no contagia a la grada, va a ser todo mucho más complicado. Y la atmósfera lleva bajando decibelios bastantes semanas por la simple y llana razón de que sin dianas y sus celebraciones no es lo mismo. Sin goles no hay paraíso y como el caudal ofensivo no mejore mucho el pasaporte europeo se va a alejar sobremanera. Al ritmo cochinero con el que juega últimamente no le gana a ningún rival hoy en día, porque los de abajo ya se juegan la vida en cada encuentro y no concederán tantas facilidades. A quien corresponda. Los datos no engañan: de los catorce encuentros que se han disputado en Anoeta, diez llegaron al descanso sin goles. Eso no puede convencer a nadie salvo a los muy cafeteros, los que analizan el fútbol como si fuese geometría, sobre todo cuando Imanol dispone del arsenal ofensivo más importante quizá de la historia txuri-urdin.

Los alaveses dominaron y fueron superiores en el primer cuarto de hora, a pesar de no generar excesivo peligro con su bombardeo en forma de continuos centros. En la primera aparición de Portu por su banda gracias a un gran servicio de Merino, su centro lo finalizó Isak de sutil taconazo que desvió a córner in extremis Laguardia. Ya con la Real más firme y cómoda en el campo, Januzaj proyectó a Isak, cuyo pase lo desperdició Merino con una frívola vaselina cuando Rafinha estaba a un metro dispuesto a marcar. La misma combinación belga-sueca, con otra invitación al gol del eritreo, no la remató el navarro en boca de gol. Justo lo que le viene faltando para ser el mejor jugador de la Liga, como le gusta comentar a Imanol. A tres del descanso, otra carrera de Portu, que tiene mucho más de vikingo que los otros dos escandinavos, y su posterior centro con música lo cabeceó fuera de forma horrible Isak. Un testarazo como nunca debe ejecutar un killer, con miedo y sin fe. Era una jugada para estrenar el luminoso.

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En la reanudación, después del primer disparo entre los tres palos de Tenaglia, que atajó sin problemas Remiro, Imanol movió ficha y se protegió quitando al amonestado Illarra para dar entrada a Zubimendi, que no tardó en tomar el mando. Isak volvió a dar otro gran pase a Portu, quien, sin apoyos, se encontró con Pacheco al quedarse casi sin hueco para chutar. Zubimendi casi rozó la gloria, tras un buen recorte, pero su rosca no encontró portería. Con la Real superior, Remiro repelió el envío de Rioja.

El oriotarra quemó sus naves dando entrada a Oyarzabal y a Sorloth, que le imprimieron el impulso definitivo para alcanzar el triunfo. El noruego sirvió un gran balón que Gorosabel envió a las nubes y, después, un cabezazo picado con fuerza a centro de Portu lo salvaron milagrosamente entre el palo y Pacheco. En la misma jugada, Rafinha estuvo a punto de marcar de falta, pero, tras desviar la barrera, la pelota no quiso entrar. Fue el preludio del gol. Oyarzabal sirvió una falta lateral, Le Normand no pareció llegar y Zubimendi que pasaba por ahí y no sabía muy bien si estaba en posición correcta cabeceó a la red. Enorme alegría para el canterano, que, para no saber celebrar los goles, contagió su ilusión a todo el estadio.

En ese momento, cuando tocaba dormir el duelo con posesiones largas que tan bien se le suelen dar, la Real perdió el control y en una misma jugada los vitorianos remataron en cuatro ocasiones, pero se toparon con un muro y una mano abajo antológica de Remiro. El de Cascante volvió a brillar con otra parada de nivel a chut de Manu Vallejo. Ahí se acabó el Alavés. Sorloth pudo poner la sentencia a pase de Merino, aunque su culminación con la derecha no olió a gol desde que se quedó solo para disparar finalmente al muñeco.

Y punto final. Se acabó el sufrimiento. De gol a gol y tiro por que me toca. De tres en tres en Anoeta y la Real que continúa sexta. No enamora ni transmite como antaño, pero se mantiene firme a pesar de que ya puede rellenar algo el depósito o lo va a tener crudo para sellar el pasaporte europeo. Mientras no sume fuera, estará obligada a ganar en casa. Se prevé un epílogo de máximo sufrimiento en Anoeta. Con un conjunto que sigue a su ritmo, lento, pero sostenible. Por ahora le vale. Que pase la siguiente batalla después de una semana en la que lo más importante, sin duda, será el recuperar efectivos y energía. La nueva Real, la que prefiere vencer 1-0 que 4-3 sus partidos, también liquidó al Alavés. Paso a paso. Despacito.