La Real Sociedad cayó goleada en el Bernabéu. Lo hizo sin ninguna opción y frustrada porque, además, consiguió ponerse por delante en el marcador. Lo que sin duda duele más. Como dijo Moyá al término del choque, este equipo cuando pierde, pierde de verdad. Imanol volvió a recurrir a su versión más conservadora y sus pupilos le ratificaron que no están preparados para salir vivos de un escenario tan exigente jugando así. Oyarzabal adelantó a los realistas al transformar un penalti cometido sobre Silva a los nueve minutos, pero luego fueron incapaces de darle continuidad y el duelo fue un quiero y no puedo de los donostiarras y una penosa espera a que les ajusticiaran. No lograron aguantar su ventaja hasta el descanso y después tampoco consiguieron reaccionar hasta que el Madrid les sentenció con otros dos goles.

Hay una cuestión que deberíamos tener clara en la Real. Que nadie diga que no nos sentimos orgullosos con nuestra filosofía y con el trabajo del club con la cantera, que se ha convertido, sin lugar a dudas, en un referente del panorama nacional. Pero el esfuerzo y la consecuencia de competir en inferioridad de condiciones respecto al resto de aspirantes a Europa nunca debería ser utilizado como una excusa en la derrota. Jamás. Está claro que el Villarreal o el Betis, rivales directos, disponen de más recursos que la Real, o los explotan más motu proprio. Pero también se tiene que recordar que la Real cuenta actualmente con un presupuesto que supera los 130 millones de euros (más que el Athletic) y que la gran mayoría de sus foráneos son internacionales con sus respectivas selecciones. No son de esos fichajes Google de antaño que no tenemos ni idea de quiénes son. Ayer en Madrid les conocían a todos.

  • Lea más: las notas de Mikel Recalde

Cuando se alcanza una gesta como el título de Copa, se debería ensalzar su descomunal mérito, porque es cierto que resulta mucho más complicado de lograr con su modelo, pero si vamos a dar por bueno caer en cuartos de final en la Copa y en los dieciseisavos de final de la Europa League cada año sin disponer de una mínima opción de clasificarse por su asimilada inferioridad de antemano, ¿de qué sirven los mensajes ilusionantes de sus gestores en el inicio del curso y su ambición con la que nos hacen soñar con firmar algo grande en unas competiciones en las que muchos de su entorno se conforman simplemente con salir al campo y dar la cara? Es decir, luchar y sudar la txuri-urdin. Como si eso no fuese de obligado cumplimiento. Esto es fútbol de elite, en el que la exigencia es máxima, y si pretendemos dar un paso adelante, haríamos todos bien en abandonar un conformismo que nos condenará siempre a un éxito condicionado. O a un coitus interruptus. Y ahí estará para siempre el 3-4 como símbolo para ser conscientes de ello, porque esa noche la Real dio la gran campanada siendo irrebatiblemente inferior a su contrincante y jugando sin complejos. ¿A quién le convence codearse con los más grandes sin apenas posibilidades de superarles por muchos jugadores de casa que utilicemos? Imaginamos que habrá gente que sí, imaginamos€

Dicho esto, porque conviene recordarlo cuando los realistas regresaban al Bernabéu dos años después de aquella gesta copera, con el mismo proyecto que lleva años perfeccionando, pero en notable desventaja respecto a su anfitrión, que lidera la tabla con solvencia. No solo por su filosofía, sino también por una plaga de bajas que le limita sus alineaciones.

Ancelotti era plenamente consciente de que la Real le iba a generar problemas y que disponía de un buen cartucho para sentenciar la Liga, por lo que abogó por su once titular con Alaba en la defensa y Rodrygo en el extremo derecho como grandes novedades. Imanol tardó más en anunciar su alineación, pero su apuesta fue inesperada. Con Illarra y Silva en el once, o lo que es lo mismo, una pareja poco defensiva, porque no son los elementos que más resisten ni recuperan. Pero lo que fue aún más sorprendente, un 4-4-2, con dos laterales derechos en el once. Zaldua y Gorosabel, sin ocupar su demarcación natural. El primero actuó por delante de Zubeldia, que fue el elegido para frenar a Vinicius y el segundo de nuevo en la izquierda. La otra variante imprevista fue que Silva ejerció de delantero con Isak, mientras Oyarzabal se desenvolvió por la izquierda.

El encuentro no pudo arrancar mejor para los realistas. En su primer ataque serio, Silva recibió en el área y fue derribado por Carvajal cuando le recortó. El penalti lo convirtió con su habitual maestría el 10 txuri-urdin. A partir de ahí, el Madrid asumió el control y los realistas levantaron un muro defensivo a la altura de cualquier técnico amarrategi. El problema es que, aunque hagas las cosas muy bien tan atrás y con las líneas muy juntas, si no le das salida al balón, este vuelve muy rápido y al final estás sentenciado, porque enfrente te ataca un equipo plagado de estrellas. No es que los blancos dispusieran de excesivas ocasiones, pero, desgraciadamente, lo que no tardaron en aparecer fueron los errores realistas, sobre todo con la pelota. La ofensiva se agudizó en los últimos minutos, y en solo cinco los blancos estuvieron a punto de golear a los de Imanol. No de remontar, que lo hicieron, sino de vapulear.

Remiro se tragó un disparo lejano de Camavinga que se envenenó tras rozar en Illarra; el capitán perdió una pelota imperdonable a continuación que Benzema convirtió en gol en una acción anulada por un fuera de juego de VAR, que no real, porque no lo fue (como el de Oyarzabal ante el Betis); Modric puso el segundo en un saque de esquina (esquivó fácil a Silva), este sí imparable, y la sensación fue que si no suena la campana habrían metido los que les hubiesen hecho falta antes del entreacto.

En la reanudación, sin que la Real reaccionara y generara peligro, el Madrid fue atacando hasta encontrar otros dos goles, y uno más anulado.

Una pena, porque no era mal día para dar la campanada. Los realistas perdieron de nuevo pie y, ya por debajo en el marcador, se dejaron llevar sin orgullo ni casta. Y así es imposible en este escenario. Esta vez lo que les falló fue su apuesta con el balón, aunque seis puntos en esta semana no están nada mal. Borrón y cuenta nueva. El Bernabéu nunca ha sido un territorio demasiado accesible...