José Bordalás es un personaje nocivo para el fútbol. También se trata de un gran entrenador, pero no puede ser que todos sus equipos prediquen un juego destructivo mientras planean todas las trampas posibles que se pueden hacer en este deporte con la connivencia de un árbitro incompetente e incluso del propio reglamento. Su Valencia es una réplica de su Getafe que hasta los técnicos que le han sustituido este año han reconocido en privado que les preocupaba la mala fama y la animadversión que se había generado su equipo en su anterior etapa. Está claro que en el fútbol de hoy en día lo que prevalece es el resultado y a muchos dirigentes no les importan los medios para lograr el ansiado fin. Pero la realidad es que ayer daba grima comprobar en lo que se ha convertido el Valencia, con los buenos jugadores que aún mantiene en su plantilla, pero que parecía el clásico conjunto pequeño que viene jugándose la categoría y que se pasa todo el encuentro fingiendo, golpeando y provocando. Como era de esperar, la Real volvió a salir derrotada en ese otro fútbol del subsuelo y Aritz vio la roja por revolverse en el suelo tras una falta flagrante de Wass. Es cierto que apenas le golpeó, pero Melero no tardó ni un segundo en mostrarle el camino a los vestuarios. Ni la reacción sustentada en la casta ni el apoyo incondicional de su afición, que bastante paciencia demostró para soportar a los dos malditos forajidos, el del banquillo y el ínclito colegiado, sirvieron para sumar una victoria que hubiese permitido a los realistas recuperar el liderato.

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Pero Bordalás es un gran entrenador. Le tiene tomada la medida a la Real. Sabe muy bien cómo cerrarles todos los caminos para bloquear su fútbol de toque y posesión. El Valencia consiguió que ninguno de los blanquiazules de calidad estuviera cerca de su nivel habitual. Y, sobre todo, anuló a Merino y a Silva, con lo que cortocircuitó el juego txuri-urdin sin que ni Imanol, ni sus pupilos encontraran soluciones ni respuestas en un campo plagado de minas.

El oriotarra sorprendió con cambios en todas las líneas salvo en la portería. En la zaga se decidió por Gorosabel y Rico; en el centro del campo tomó la batuta Guevara; y en la delantera prefirió proteger a Oyarzabal para decantarse por Barrenetxea como compañero de Isak y Januzaj. En el Valencia, Bordalás solventó su crisis en el eje de la zaga, con los centrales Diakhaby y Alderete. Pronto se descubrió que su equipo tiene el mismo sello del Getafe de los últimos años. Un rival incómodo, que no te deja respirar, que no te concede ninguna facilidad y que domina el otro fútbol a la perfección. Es evidente que no se trata de una casualidad, porque el Valencia de Javi Gracia ganó en Anoeta el curso pasado y no tenía ni punto de comparación con los once gladiadores que se presentaron ayer en Donostia luchando por cada balón como si le fuera la vida en ello y que cada vez que notaban el más mínimo contacto se desplomaban en el suelo como si sufrieran una lesión de larga duración que pusiera en peligro sus carreras. Milagrosamente, a los pocos segundos se levantaban como si nada. En resumen, un continuo atentado al fútbol lamentable (esto sí que lo debería perseguir el VAR). De los que te acaban sacando de quicio. Si encima te toca en suerte un colegiado como Melero López, que era uno de los árbitros más pesados de Primera y debió pasar unas vacaciones con Mateu Lahoz, porque de repente no pita nada y pasa de todo, la trama se complica. Si metes en la coctelera a Bordalás y Melero, el resultado nunca podrá aspirar a ser demasiado satisfactorio. Desde luego que no.

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Eso sí, como entrenador es inteligente y hace tiempo que le tiene tomada la medida a la propuesta ofensiva de la Real. El técnico cerró los pasillos interiores y juntó mucho sus líneas para formar un embudo en el que deambulaban sin apenas entrar en juego Merino y Silva. A la Real le costó muchísimo encontrar un ritmo que le interesara lo que se tradujo en que apenas generó peligro. Januzaj, que se encuentra en un gran estado de forma hasta el punto de que su ausencia en su selección ha sorprendido hasta en su propio país, destacó como su arma más desequilibrante. El belga fue el primero en probar suerte, en una carrera en horizontal que culminó con un disparo desviado. El único susto visitante llegó en un fallo muy grave de Rico, que no acaba de encajar, y que salvó Gorosabel cuando Guedes se disponía a rematar.

La mejor oportunidad local la firmó Isak en una gran media vuelta que culminó con la zurda obligando a Cillessen a hacer una gran parada. Al sueco le sacaron de sus casillas porque no paró de recibir golpes sin que el trencilla se diera por aludido. Antes del entreacto, Merino también probó su zurda con una rosca que no encontró la escuadra.

La segunda mitad comenzó con Oyarzabal calentando en la banda. Por comentar. Algo podía cambiar€ La Real contaba con un arma secreta que, sobre todo, podría devolverle el déficit de confianza que había ido consumiendo cada vez que chocaba una y otra vez contra el muro ché. Pero ni por esas. La entrada del Primo de Zumosol activó a la grada, pero el equipo seguía sumido en una depresión que le impedía imponerse a su pegajoso y agresivo contrincante. Soler fue el primero que chutó a puerta en la reanudación, pero Remiro respondió seguro. El partido se fue embarullando cada vez más, entre otras cosas porque el colegiado era un pirómano sofocando cada incendio con un lanzallamas. La roja a Aritz en el minuto 75 trastocó la ofensiva final de los de Imanol, que aún y todo tiraron de garra y orgullo y del aliento de su entregada afición para generar alguna opción como en la jugada individual de Isak, que culminó con un remate desviado, o el disparo con la zurda de Turrientes que atajó Cillessen. En la otra portería, Gayá, que en los últimos minutos suele salir de caza sin importarle su rol inicial, probó a Remiro y estuvo a punto de llegar a una falta envenenada de Soler, que acabó lamiendo el palo.

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Un punto y agur liderato en una noche gris y rabiosa. Ante un villano ya conocido como Bordalás, de los que sabes de antemano el tipo de batalla con malas artes que te aguarda, y un colegiado como Melero López, que es tan incompetente que cuesta entender por qué se lo han designado tan pronto a la Real cuando le arbitró hace solo tres jornadas en Vigo. Quizá fue para que no nos equivocáramos y entendiéramos que sigue siendo el mismo inhábil de siempre. Una pena, pero en otro encuentro cerrado y de poca inspiración del equipo, décima portería a cero y un nuevo punto a la buchaca. Seguimos para bingo, porque, caminante, se hace camino al andar. Y la Real continúa con paso firme su ilusionante viaje.