La Real se dejó dos puntos en el Wanda. Con esa frase se resume todo. El equipo realista completó una actuación magnífica ante el vigente campeón, en la que mostró todo el repertorio que le ha llevado a liderar la clasificación. Orden, seguridad defensiva, personalidad y calidad a raudales en sus soldados ofensivos. Por momentos silenció uno de los estadios más ruidosos del campeonato. Sobre todo cuando aparecía bajo el foco del escenario don David Silva, vestido de frac y con su varita mágica y hacía trucos con Merino y los dos delanteros, Isak y Sorloth, que pueden convertirse en una de las sociedades más letales de la temporada. Fue una pena, porque los blanquiazules dejaron boquiabiertos a muchos de los que recelaban de su mandato al ponerse con un 0-2 nada más iniciarse la segunda parte. Pero para asaltar un feudo así, en Madrid, debes tener algo de fortuna y que te dejen. Y no es habitual, lo sabemos de sobra. Munuera Montero ya consumió el comodín de arbitrar con equidad a la Real en la capital con aquel penalti de Rulli que acabó pagando durante muchos años. Un gol de Luis Suárez de cabeza y un penalti, de los de ahora que han llegado con el VAR, obligaron a una heroica Real a conformarse con solo un punto. Hasta un empate en casa del campeón le sabe a poco a esta máquina insaciable.
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El Atlético es un club curioso. Un coloso con aires de flaqueza. Cuando por fin ha recuperado la grandeza y se ha vuelto a instalar entre la nobleza del fútbol español, por increíble que parezca, parece seguir empeñado en no perder las señas de identidad que poseía cuando se convirtió en uno más del montón. Simeone siempre vende que el tercer puesto es un gran éxito cuando simplemente es el puesto que les corresponde por presupuesto. Se autodenominan "el equipo del pueblo", con esa intención buscada de distanciarse de diseños tan comerciales como los de los dos gigantes. Será el de su pueblo, como el de aquí es de la Real. O el de aquí al lado de Osasuna o Athletic. Por si fuera poco, como solía comentar Mendilibar, cuenta con una de la mejores plantillas del mundo, pero juega como si fuera un equipo modesto. Siempre midiendo esfuerzos y riesgos para ir venciendo partido a partido por un raquítico gol de diferencia. Otra forma de entender la vida se denomina el documental de su título de la temporada pasada. Muchas veces no se entiende muy bien el empeño de algunos por considerarse distintos a los demás cuando hoy en día en el fútbol no queda nada por inventar. Sobre todo cuando su bulliciosa y fiel afición se ha visto salpicada y mancillada por los dos asesinatos de su grupo ultra que tanto protege. Eso sí, en lo deportivo no admite ninguna pega el extraordinario mérito que tiene arrebatarle el campeonato a Barca y Madrid, como ha hecho ya en dos ocasiones en los últimos ocho años. El Pupas, ese sambenito tan incómodo como el de las realadas que prospera en épocas de hambruna por estos lares, cuenta a día de hoy con el cartel de mejor plantilla y el de gran favorito para revalidar la Liga. El problema es que cuando se le complican las cosas como ayer busca el penalti y las faltas con continuos piscinazos. Ahí ya no le gusta ser pobre, y trata de lograr los mismos privilegios que su vecino con trampas. No es picaresca, es hacer trampas. Que quede claro.
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La víspera del encuentro, le preguntaron a Imanol si Atlético y Real compartían los mismos objetivos. Su respuesta fue tajante: "Para nada, si no nos estaríamos confundiendo. Si nuestro objetivo es el mismo que el del Atlético, uno de los dos no está haciendo lo que toca". Esto no fue óbice para que su equipo se presentara en el Metropolitano sin complejos y sin poner ninguna excusa al hecho de que había tenido dos días menos de descanso. El oriotarra viajó sin lateral izquierdo, por las bajas de Diego Rico y Monreal, por lesión, y de Aihen, por sanción. Sorprendió que dejara en el Sanse a Cristo Romero para finalmente decantarse por un esquema original y permutable, con una defensa de cuatro, que pronto se convirtió de cinco, con Aritz de lateral y Zaldua por delante, para cerrar la siempre peligrosa banda rojiblanca. En la medular mantuvo al trío esperado, con Guevara como compañero de Merino y Silva, y por delante las dos torres, Isak y Sorloth. Simeone apostó por su once más ofensivo y probablemente de más talento, con un tridente de categoría mundial compuesto por Griezmann, Suárez y Joao Felix y una defensa de cuatro jugadores. Un señor equipo. Y el auténtico partido de la jornada, muy por encima de clásicos deslucidos y venidos a menos.
El Atlético arrancó fuerte y no tardó en encerrar a los realistas con su presión y sus rápidos robos, pero en la primera jugada que salieron los realistas golpearon duro. Guevara recuperó en la medular e inició una jugada de tiralíneas al primer toque entre Silva, Merino, Silva, Isak y Sorloth, que superó a un Oblak rendido antes de tiempo. A partir de ese momento la Real se sintió poderosa y explotó la posibilidad de que fuera una gran noche. Con un noruego omnipresente. Un delantero peculiar, de esos que engañan. Porque parece lento y torpe, pero no lo es. Todo lo contrario. Es explosivo en carrera, fuerte en las disputas y muy inteligente con el balón. Hace de todo y todo bien. Lástima que sea zurdo cerrado, porque dispuso de una contra lanzada por un pase medido de Silva en la que se marchó solo desde la medular para preferir buscar su pierna buena y conformarse con un pase a Isak, cuya definición atajó el esloveno.
Los atléticos parecían sorprendidos. Se esperaban a un buen rival, pero la valentía y el descaro de la Real con viento a favor en el marcador les dejó descolocados. Poco a poco fueron retomando el control, aunque sus ocasiones no acababan de ser claras. Solo disparos y cabezazos lejanos. Isak, tras una espectacular maniobra de Sorloth y una serie de rebotes, vio cómo Hermoso desviaba su chut y Silva, que firmó una primera parte espléndida, se topó con Oblak tras una pared con, cómo no, el noruego. Los locales lo intentaron hasta el final, pero la Real, tranquila y serena, con mucha confianza y fe en sus posibilidades, nunca se descompuso y, además, mostraba hechuras de equipo de primer nivel cada vez que se hacía con la posesión. En resumen, dio gusto verle jugar así en un escenario de tal magnitud.
En la reanudación, Isak hizo el 0-2 con un disparo envenenado de falta. Lo malo es que solo pasaron doce minutos, en los que no le dio tiempo a Imanol a reorganizarse para el asalto local final, antes de que Suárez recortara distancias. Con la Real ya encerrada llegó el penalti de Merino, que a cámara lenta parece claro y a velocidad normal, con la que se juega de verdad, queda en demasiada poca cosa. La Real aguantó sin sufrir en exceso y el trencilla anuló una acción en la que Portu se quedaba solo por una faltita de Sorloth. Saltaba a la vista, siempre barría para casa.
El punto sirve al menos a la Real para mantener el liderato. Pero, sobre todo, para que todo el mundo se dé cuenta de que su proyecto va muy en serio y de que puede vencer a cualquiera. Su éxito no es flor de un día. A partir de ahora entra en una nueva fase. Empieza a molestar en la zona noble...