La Real sumó un buen punto en Getafe. No jugó su partido más brillante. Pero regresó a casa con un botín que el contexto pone en gran valor. No lo olvidemos: los de Imanol jugaron en el Coliseum sin ocho lesionados, una nómina de bajas prácticamente constante durante el recién terminado bloque de partidos consecutivos. Este cierra la persiana con tres victorias txuri-urdin, cuatro empates y ninguna derrota, balance tan positivo como frío porque pasa por alto una circunstancia importante. Los triunfos se han conseguido con goles en los minutos 71 (el primero de Cádiz), 82 (el tercero de Granada) y 81 (el 1-0 al Elche). Y cuatro de estos siete duelos se han comenzado perdiendo, reaccionando el equipo a los goles iniciales del PSV, del propio Granada, del Mónaco y del rival de ayer. La fe y la personalidad de esta escuadra han sido de sobra elogiadas. Pero la Real acredita, por encima de todo, un fútbol que se hace muy difícil conrarrestar durante un partido entero. Puedes hundirle la cabeza, pero ella se las arreglará para sacarla y respirar. Después, tirando de calidad y de táctica, de juego puro y duro, encontrará la manera de empezar a nadar. Y lo hará además a un ritmo que no soporta cualquiera. Pocos lo están aguantando.

Para afrontar la visita al Coliseum, Imanol apostó por introducir cuatro variantes en la alineación respecto al partido contra el Mónaco. Sentó a Zaldua, Zubeldia, Guevara y Januzaj, cuyas plazas en el once ocuparon respectivamente Gorosabel, Le Normand, Robert Navarro y Julen Lobete. Los cambios implicaron más que simples relevos hombre por hombre, pues el técnico introdujo interesantes matices en la alineación. La presencia del propio Lobete en punta escoró a la derecha a Portu. Y la disposición en la medular resultó distinta de lo habitual. En ataque, Merino se movía como interior derecho del 4-3-3 con Navarro en el perfil izquierdo (al contrario que en Granada). En defensa, mientras, el pamplonés se retrasaba para formar un doble pivote junto a Zubimedi. Con este segundo movimiento, Alguacil buscó que el 8 txuri-urdin pudiera echar una mano a Gorosabel con los saques largos del portero Soria, normalmente destinados a esa zona para que cabeceen Olivera o Mata. Y la presencia de dos mediocentros en paralelo permitió a la Real seguir defendiendo bien el área cuando un central caía a banda para perseguir a un punta, situación susceptible de darse ante un adversario que apenas poblaba las alas.

El plan local

El cuadro blanquiazul supo contrarrestar bien al Getafe procediendo así. Lástima que algo similar pudiera decirse del planteamiento de Míchel respecto a la Real. El entrenador azulón regresó al 4-4-2 de las primeras jornadas, configurando en la medular un rombo muy bien tirado: Florentino como pivote; Aleñá y Maksmimovic en los interiores, marcando fuera o dentro en función de la orientación de la jugada; y la piraña Arambarri emparejada con Zubimendi, para que sus robos se produjeran cuanto más cerca de Remiro mejor. Los minutos pasaron en la primera parte sin que ningún equipo consiguiera imponerse al otro, siendo las transiciones tras robo el principal argumento de ambos para hacer daño al rival. Eso sí, la excepción que confirmó la regla estuvo en una buena combinación interior de los txuri-urdin en la que Oyarzabal se sumó al sector diestro para generar una superioridad. Gracias a ella, Merino encontró el desmarque de Portu, cuyo disparo detuvo Soria.

La mencionada serie de pases supuso una especie de oasis en el desierto de 45 minutos cerrados, trabados, con dos claras ocasiones, una por bando, cuyos orígenes hicieron justicia al panorama general. La de la Real llegó en el minuto 33, tras un saque de puerta del Getafe cuya caída ganaron los txuri-urdin. Lobete dejó de cara el balón a Oyarzabal, quien lanzó luego a la carrera del lezotarra, disparando este demasiado cruzado con la pierna izquierda. Los escasos centímetros que le faltaron para anotar fueron, poco después, los que necesitó Remiro para detener el mano a mano con el exrealista Sandro, autor del 1-0 al filo del descanso. De nuevo una disputa en el círculo central. De nuevo un pase al espacio. Y el canario no perdonó, con Aritz aún en el suelo doliéndose de la entrada de Arambarri que ocasionó el robo decisivo. ¿Hubo falta? Si el jueves elogiábamos por aquí el arbitraje ante el Mónaco del permisivo colegiado ruso, no defenderemos ahora que ayer hubo infracción del uruguayo, quien rebañó el esférico y golpeó al beasaindarra como consecuencia de la acción.

Tras el paso por los vestuarios, la Real subió enteros en el partido, desde el mismo inicio de la segunda parte. Hace ocho días, el equipo txuri-urdin salió al campo para recibir al Elche contemplando ya la posibilidad de que los alicantinos utilizaran el famoso rombo en la medular. Así lo dijo Imanol tras el partido y así lo pareció sobre el césped. Ayer, mientras, dio la sensación de que el plan más acorde a las circunstancias se activó en el intermedio, ya que, después del mismo, el conjunto de Alguacil se ajustó en ataque de forma clara. Priorizó avanzar por fuera antes que por dentro. Tuvo siempre a dos futbolistas junto a la cal dando amplitud. Se animó con varios cambios de orientación. Y ocupó de forma casi permanente los cinco carriles del ataque. Tras el ingreso de Isak y Barrenetxea por Lobete y Robert Navarro en el minuto 55, Oyarzabal bajó a la medular de forma casi simbólica, ya que se movió en el carril del 10 amenazando el área, dentro de un frente de ataque al que se sumaban también Gorosabel o Merino en función de las circunstancias.

Merecido empate

Así maniató la Real al Getafe. Así consiguió que el Coliseum oliera el gol del empate antes de que este se produjera, con mención especial al paradón de Soria a Merino. Y así llegó el 1-1, en un acción que vió cómo Barrenetxea, Oyarzabal, Isak, Portu y Gorosabel, de izquierda a derecha, se repartían la vanguardia. El centro del lateral lo cabeceó a la red el eibartarra, con casi media hora por delante y la golosa oportunidad de sumar tres puntos en vez de uno. Ocurrió, sin embargo, que en el banquillo de enfrente también había entrenador. Míchel movió ficha, protegió a lo ancho a su Getafe cambiando a 4-4-2 con centro del campo en línea, y permitió al equipo azulón defender de forma más eficiente. Con los locales ajustados y mejorados, el encuentro entró en una dinámica alocada de idas y vueltas que pudo otorgar el triunfo a cualquiera. En tiempo de descuento, la tuvo Isak a la contra, mientras la parroquia madrileña bramaba pidiendo un penalti por mano de Zubeldia. ¿Lo hubo? Sucedió aquí los mismo que en la posible falta a Aritz, previa al 1-0: hablamos de dos acciones perfectamente pitables en el fútbol de 2021 y que pocos habrían reclamado hace unos años, cuando el VAR no había pervertido aún nuestras mentes. Sigan, sigan. Como la Real, que continúa a lo suyo. Está muy viva en Europa y ocupa plaza de Champions en Liga, después de sufrir la plaga de lesiones más severa que se recuerda. Ahora parón. Merecidísimo descanso.