Suelo ver partidos de las competiciones europeas, tanto de la Champions como de la Europa League que nos ocupa. A veces, comparo el talante arbitral a la hora de gestionar las situaciones y la toma de decisiones. Por ejemplo, los colegiados europeos (no los españoles) van al punto de penalti con una facilidad pasmosa. Por ejemplo, cuando el Salzburgo viajó al Sánchez Pizjuán, al bielorruso Kulbakov no le templó el pito (perdón, silbato) a la hora de sancionar las jugadas. Batió récords al decretar cuatro faltas máximas de las que solo dos subieron al marcador. Ambos equipos terminaron en empate. Ayer llegó un ruso (con cierto parecido a Putin) de apellido Ivanov. Con más tablas que los anteriores y más escamas que un galápago. Ese tipo de colegiados no suele meterse en charcos y recibe pocas llamadas del VAR.

Sucede que esta semana, en el partido de los austriacos ante el Lille, los goles de la victoria local fueron también desde los once metros y al conjunto andaluz que jugaba en Wolfsburgo le pitaron uno a favor, que le sirvió para empatar en el 87’ y que no hay por dónde cogerlo. Si nos sancionan a nosotros con un penalti en contra como el que decretó el búlgaro Giorgi Kabakov, no se tira. Seguro que alguien iba a poner en marcha los aspersores, forzar un apagón de luz (hay precedentes) o cualquier maldad que se os ocurra. Escandalazo de decisión que los oráculos que manejan los ordenadores, líneas, hipotenusas y mediatrices tutelan con un plácet para sonrojo de la feligresía imparcial. No me gustaría creer que se ha convertido en tendencia.

Lo es, y cada vez menos discutible, la influencia de las acciones a balón parado en la suerte de los partidos. Para muestra dos botones. El primero en Anoeta, cuando al cuarto de hora del partido emergióAxel Disasi con su 1,90 a cuestas desplegando todo su poderío y mandando de un testarazo imponente el remate al marcador y el jamacuco a la feligresía, justo el día en que no podía competir Robin. Sucedió lo mismo en el encuentro entre los otros dos rivales del grupo. Los holandeses se adelantaron en una acción de pelota parada que Sangaré terminó por enviar al fondo de la meta austriaca del Sturm. Estas acciones son decisivas, cada vez más, en las dos áreas, porque antes había equipos que solo entrenaban el concepto defensivo, pero ahora todos le pegan a la defensa y al ataque porque saben que por ahí se encuentran los desatascos.

En un atasco nos metimos a partir de encajar el gol. Suele pasar que al equipo le entra una presión añadida, una especie de ansiedad que le bloquea. Le cuesta dominar esa situación, convivir con ella. Esa es la sensación que percibo. El partido se hace lento, el balón circula más despacio, espesura, no se crean espacios y quien más y quien menos le da vueltas a la cabeza. El equipo deja de ser el que acostumbra, como si perdiera el oremus. Protagoniza una temporada estupenda y mucha gente le reconoce el valor del juego que practica y de los resultados que consigue. Incluyo en este apartado las declaraciones previas de Niko Kovac (de paso, un saludo a Mikel Labaka) o Cesc Fàbregas, no sé si con la intención de que los halagos nos nublaran las ideas o por convicción. O por las dos cosas. Que la Real está de moda se constata y posiblemente la forma de hacer en el club pueda considerarse tendencia.

En el descanso no pasó nada, a no ser que valoremos el hecho de que Imanol (el primer tiempo en mangas de camisa) se puso una rebequita para no pasar frío, ni coger catarros. Solo falta que se nos ponga malo ahora. Con la facilidad con la que en ese vestuario se producen las bajas, está la cosa como para ir de valientes a la intemperie. Seguro que entró en calor con el cabezazo de Mikel Merino que servía para nivelar la contienda y, sobre todo, para devolver al equipo el mando con más claridad. El navarro dio la vueltita al banderín, espoleó a la grada, devolvió al equipo al carril habitual y alimentó su particular historial. Los monegascos se montaron delante de su portero y apenas inquietaron y posiblemente se llevan más premio del merecido, porque los realistas dispusieron de varias ocasiones para ponerse en ventaja. Fue entonces cuando se notó claramente la falta de un delantero centro, un killer que matara algún balón de los que merodeaban el área de Nübel. Es complicado luchar contra los elementos en esta competición donde los pequeños detalles deciden y marcan tendencia.

Imanol miraba al banquillo y se encontraba con chavales a los que la sangre les hervía. En la misma semana debuta en dos competiciones Beñat Turrientes y Karrikaburu y su pubis maltrecho disponen de unos minutos que pasan a la historia inolvidable de su vida. Y como ya estaban Barrenetxea, Zubimendi, Aihen y compañía, el equipo volvió a ser una apuesta imponente de futuro con rendimiento en el presente. No sé si eso marcara pauta, pero es una gozada verles y aguantar la estopa que reciben para menguar su rendimiento. Si os acordáis hace unos días contra el Elche, a Turrientes le dieron calor y varios de sus compañeros con Oyarzabal al frente fueron a protegerle. Anoche se repitió algo parecido, más tumultuoso que el colegiado ruso resolvió con sendas amarillas a los dos capitanes por entender que allí había más zapatiesta de la debida y que la rebelión estaba servida.

Como resumen, el equipo ha sacado dos puntos contra los, en teoría, rivales más fuertes. No ha perdido con ninguno. La doble confrontación con los austriacos aclarará bastante por dónde pasan las opciones clasificatorias del equipo. Es de desear que la enfermería se tome unas vacaciones y unos cuantos inquilinos la abandonen en las próximas fechas. ¿Dónde hay que firmar? No me gustaría que tantas bajas a la vez se convirtieran en costumbre o tendencia. Prefiero el colorido de la grada (volví a elegir el sonido ambiente como fondo), el ánimo infinito, la contumaz ayuda, la jarana y la parranda. La gente estaba ansiosa de poder volver al estadio. Confiemos en que pronto lleguemos a la vía libre y eso se convierta en tendencia para siempre jamás.

Apunte con brillantina: sonó el verano pasado como fichaje inminente. En la incógnita del lateral izquierdo se habló y dio por hecho que Jonathan Gómez (18 años), un chaval de México que juega en Louisville (la ciudad de Cassius Clay), se incorporaba a Zubieta. Ayer se confirmó todo, de repente. La aldea global del fútbol da naturalidad a una contratación con estos parámetros. Impensable hace no muchos años. ¡Cómo se mueven los equipos, qué información manejan!