La temporada 2021-22 continúa planteando a la Real preguntas similares a las de ahora hace un año. Y las respuestas del equipo txuri-urdin evidencian una notable mejoría, lo cual tiene un doble valor positivo: habla de que el equipo está progresando, y esto cobra mérito adicional vista la plaga de ausencias que azota a nuestra escuadra. Los de Imanol empataron ayer en Anoeta contra el Mónaco un partido que la pasada temporada perdieron frente al Nápoles, ofreciendo entonces sensación de impotencia cuando se vieron por debajo en el marcador. Ante los del Principado, mientras, se repitieron varias circunstancias de aquel encuentro, y la reacción local no tuvo nada que ver. ¿Sería el público? ¿Sería el crecimiento futbolístico que venimos subrayando estas últimas semanas? ¿Serían ambas cosas a la vez? El conjunto blanquiazul recibió el golpe del gol, se levantó y, tras examinarse los rasguños, escasos, siguió haciendo lo que mejor sabe: competir. Le dio para igualar y para merecer la victoria, embotellando al final a un auténtico equipazo, por muchas rotaciones que introdujeran ellos. Una pena. Un orgullo.

De inicio, la Real se encontró anoche con algo a lo que ya está acostumbrada. En Zubieta preparan los partidos, estudian a los rivales, los analizan, y luego llega el día del partido y el adversario de turno modifica varios de sus patrones habituales para adaptarse a la escuadra txuri-urdin. Hablamos de una constante en Liga durante los últimos tiempos. Pero no se esperaba algo así en Europa, estando enfrente un equipo con la personalidad que venía acreditando el Mónaco. En la Champions, en el campeonato francés, en la primera jornada de la liguilla... Jugaran quienes jugaran, los de Niko Kovac daban continuidad a comportamientos muy reconocibles que en Anoeta, sin embargo, no pudieron apreciarse.

PLAN DE PARTIDO

Imanol diseñó su plan de partido. Dejó fuera de la alineación a un Le Normand que arrastra mucho tute. Prefirió a Zaldua para defender el sector izquierdo del Mónaco, a priori su lado fuerte. Distribuyó a los puntas otorgando la posición de nueve a Portu. Y, por lo demás, confeccionó el once esperado. Mientras, lo que sí nos cogió por sorpresa, como al míster, fue la propuesta del rival, no tanto su alineación, que también. Kovac dejó en el banquillo a Ben Yedder, Volland y Gelson Martins, tres hombres del frente de ataque, e introdujo en la escuadra inicial a Boadu, Diatta y Jean Lucas. De antemano, mirándolo hombre por hombre, podía ordenarse a los visitantes según su 4-2-3-1 de cabecera. Y hete aquí que hicieron otra cosa. Dibujaron un 4-5-1 más conservador. Aunque, al fin y al cabo, lo del esquema fue lo de menos. Se trató, más bien, de una cuestión de idea.

Los monegascos apenas iniciaron el juego en corto. Seleccionaron muy mucho sus presiones altas. Y se dedicaron a taparle a la Real todos los pasillos interiores, con esa línea de cinco centrocampistas por momentos impenetrable. Cuando Fofana saltaba a por Zubeldia (central zurdo), se abría una puerta a buscar su espalda a través de un pase de Aihen desde la banda. Cuando el extremo Diop se animaba a apretar a Aritz, Zaldua se convertía en vía ofensiva para salir desde su posición. Pero, en líneas generales, cada metro avanzado costaba sangre, sudor y lágrimas, más allá de que un disparo lejano de Januzaj estuviera a punto de colarse por la escuadra en los primeros lances del duelo.

La cosa pintaba dura desde un comienzo. Y se puso todavía peor cuando, en el minuto once, Disasi cabeceó a gol un saque de esquina que el Mónaco había generado a través de un saque de banda en su ala derecha. Entre Sidibé y Boadu encontraron la incorporación de Fofana por el carril del ocho y el centro de este fue rechazado en la antesala del 0-1. Tocaba remar. Pero, pese a un susto posterior con Jean Lucas, con despeje poco ortodoxo de Remiro, la Real no le perdió la cara al encuentro. Siguió intentándolo con personalidad. Continuó apretando para recuperar el balón en cuanto lo perdía. Y precisamente así, lanzando transiciones tras robo, fue como inquietó a los visitantes en primera instancia. Una buena acción defensiva de Zaldua sirvió a Portu para lanzar a Oyarzabal, cuyo intento se marchó desviado. Y, ya cerca del descanso, un remate de Aritz en el segundo palo tras saque de falta, además de un remate a bocajarro que le rebañaron al murciano en el último instante, hicieron ver cerca el empate.

POR LA DERECHA

Durante el intermedio, en cualquier caso, el cómputo global de ocasiones no resultaba del todo fiel a lo visto sobre el césped. Y es que el partido decía que la Real tenía enfrente una roca. Menos mal que Imanol encontró la manera de, poco a poco, ir picando piedra. Ya durante la primera parte se le habían visto gestos ostensibles, dirigidos a sus futbolistas, para orientar los ataques hacia la derecha. Y la calma del vestuario en el entretiempo permitió al oriotarra impartir directrices más precisas. Como hemos indicado ya, el extremo izquierdo del Mónaco, Diop, dejaba a menudo a Zaldua para encargarse de apretar a Aritz. Ahí vio un filón el míster.

Desde el inicio de la segunda mitad, la Real volcó gran parte de su juego al sector del donostiarra y de Januzaj. Retrasó a Zubimendi a la zaga en salida para fijar ahí la atención de algún centrocampista adicional. Y los txuri-urdin encontraron así varios envíos claros para el belga, a quien Imanol parecía pedir balones cruzados en profundidad, a pierna cambiada, para las diagonales de Oyarzabal y Portu. No es que este renovado funcionamiento blanquiazul generara un alud de ocasiones, pero sí inclinó el campo hacia la portería de un Mónaco que se limitaba ya a buscar en largo a sus puntas. Nada más. Y todavía quedaba una barbaridad...

Enseguida llegó el 1-1, de Merino tras córner sacado por Januzaj. El escenario del encuentro, sin embargo, poco varió pese al empate. El rival trató de cerrar la puerta de Zaldua dejando al citado Diop con el lateral local, sin apretar ya más arriba. Pero la Real había asentado un engranaje que, aún sin mediar saltos inapropiados del adversario, continuó volcando el campo hacia la grada Aitor Zabaleta. La entrada de Gorosabel por Zaldua, además, añadió a los blanquiazules un punto de lucidez y juego interior en la zona conflictiva. Y, como consecuencia del empuje guipuzcoano, Portu y el extremo belga, este en dos oportunidades, estuvieron cerca del gol de la victoria, ante un contrincante que se pertrechó al final con zaga de cinco. Anoeta terminó alentando, con el público encendido, en búsqueda del triunfo: como en las grandes noches, contra un equipo de Champions por mucho que rotara y con una nómina de bajas txuri-urdin de las que quitan el hipo. Sí, Imanol, la afición se marchó orgullosa. Y también algo apenada por el empate, lo cual no deja de suponer una buena señal. Ahora a este club, hinchada incluida, también le late el corazón en Europa.