a pretemporada acababa de comenzar. Philippe Montanier iniciaba su segunda y última campaña en el banquillo de la Real. Y para afrontarla reclutó como tercero de a bordo a un técnico de la casa, Jagoba Arrasate, aparentemente cohibido durante aquellas sesiones estivales en Zubieta. Hoy es el día en que su nivel como entrenador de élite no admite ningún tipo de duda. Entonces, sin embargo, nadie podía imaginar que lograría todo lo que ha conseguido. Con el primer equipo txuri-urdin, durante un notable curso 2013-14. Con el Numancia, sacando petróleo y culminando su andadura disputando una final por el ascenso. Y con Osasuna, subiendo con brillantez y manteniendo a los rojillos en la máxima categoría. Se dice pronto. Pero semejante trayectoria, labrada durante ocho años, merece un respecto que el propio Jagoba no podía profanar ayer. Sabe cómo funciona esto. Sabe que aquí vales tanto como lo último que has hecho. Y cualquier atisbo de pasteleo en El Sadar habría supuesto un peligroso borrón para una carrera tan sobresaliente como pujante. ¿Alguien en su sano juicio pensaba que se iban a dejar? Bien por ellos.

Terminó el partido y el míster rojillo felicitó a Imanol. Con conocimiento de causa. Porque Jagoba también sabe de primera mano cuáles son los efectos que tiene en una temporada el final de la anterior. Con su equipo ya salvado, se ha cansado de repetirlo estos días: el epílogo de un curso condiciona el arranque del siguiente. Y la prueba está en aquella campaña 2013-14, a la que en el primer párrafo le hemos puesto un notable y que quizás mereciera mejor nota. Se superó una previa de Champions. Se avanzó en la Copa hasta donde González González quiso. Y en la Liga se repitió billete europeo. Un billete, sin embargo, envenenado por aquella postrera derrota ante el Villarreal. La frustración que produjo afectó en los meses posteriores. Afectó en las previas. Afectó en Krasnodar. E implicó, en definitiva, el principio del fin. Porque luego vendría Moyes, y el resto de la película ya lo conocemos todos.

Sí, Jagoba felicitó a Imanol porque es un tipo educado y, sobre todo, porque sabe lo que implica para el oriotarra y para la Real esta clasificación directa para la liguilla de la Europa League. El billete supone que el proyecto siga adelante sin los rasguños que le habría producido caer a la Conference. Significa mantener de forma indudable la buena dinámica. Genera importantísimos ingresos para las arcas del club en época de pandemia. Y deja la atmósfera tal y como estaba, convertida en una balsa de aceite. Justo lo que no ocurrió hace siete años. Resulta positivo. También resulta lógico. Porque la entidad txuri-urdin ha ido a más desde entonces. A nivel deportivo y a nivel estructural. Sobre el campo, ha sido mucho más fiable una vez que las fuerzas han empezado a escasear. En los despachos, mientras, acredita músculo económico y proyección de futuro para retener a sus mejores talentos. Porque no lo olvidemos: a Jagoba se le marcharon en dos veranos Illarramendi, Bravo y Griezmann, lesionándose a las primeras de cambio dos de sus relevos (Granero y Rulli). Y ahora, en cambio, la columna vertebral de la plantilla apunta a continuar la próxima temporada. Cruzo los dedos.

Esta gloriosa temporada 2020-21 ya es historia. Una temporada que ha implicado crecimiento para la Real de Imanol. A nivel táctico, por supuesto, ya que los txuri-urdin se han mostrado como una escuadra más rica en matices y menos monocromática que durante el curso anterior, en una circunstancia que daría para escribir líneas y líneas, exponiendo argumentos y razones. Sin embargo, prefiero guardar algo de espacio para citar la gran metamorfosis experimentada por el equipo y por el club en general. Alude a algo que no se mide. Que no se ve. Que resulta muy difícil de percibir. Pero que termina marcando la diferencia. De un tiempo a esta parte, la Real se ha labrado un gen ganador que huye de fatalismos anteriores, que le permite ganar partidos tan imprecisos como el de Iruñea y cuyo nacimiento podemos situar en aquel 6 de febrero de 2020: victoria 3-4 en el Bernabéu. ¿Que a este transformado equipo también le ha pasado por encima el Manchester United? Cierto. Y por eso es igualmente importante lo de ayer: te asegura una oportunidad para medir tu progresión un año después del varapalo de Turín. Cuando la afrontemos, seguro que nos mostramos más cerca de los trasatlánticos. Menos mal. Porque ayer me llegué a ver en las Islas Feroe.