La jugada salió redonda. O mejor dicho, hubiera salido perfecta en el caso de que Villarreal y Betis, dos malos enemigos para las plazas europeas, hubieran tropezado como se había calculado. La Real arrasó al Valladolid, como es lógico, porque es mucho mejor y porque los castellanos se presentaron en Donostia con muchísimas bajas. La Real también, obvio, como sabemos todos, que muchas veces lo olvidamos, pero a estas alturas lo único que importa es demostrar y refrendar la supuesta superioridad y en cuanto Silva e Isak se encontraron y se enchufaron, no hubo color. Muchas veces no nos damos cuenta de que este equipo cuenta con un arsenal ofensivo de muchísimos quilates de calidad que decide partidos ante rivales que luchan por evitar el descenso. Ayer bastó con que Silva e Isak entraran en el duelo para que en tres fogonazos decidieran una contienda que, a priori, parecía sentenciar la carrera por la Europa League. El 4-0 con el que concluyó el primer acto fue suficiente castigo y resultó lo bastante contundente como para que la segunda fuese una pachanga sin ningún interés y sin apenas posibilidades de modificar el marcador, a pesar de que los vallisoletanos estaban obligados a puntuar. La pena fue que las matemáticas no funcionaron y habrá que ir a ganar a Pamplona para garantizar el objetivo europeo.

Imanol dio la gran sorpresa en el once al apostar en el centro del campo por Illarramendi, que tuvo que retirarse a los diez minutos por una torsión en el tobillo. Si nos atenemos a sus decisiones, lo cierto es que, aunque desde el club quisieron negar que iba a ser titular en la final de Copa, la realidad es que el técnico siempre ha depositado una enorme confianza en el capitán. Por un lado está bien, porque los centrocampistas están ofreciendo señales de agotamiento, pero, por otro, su inactividad generaba más de una duda. El resto fueron los esperados, un 4-3-3 con Le Normand recuperado, Guevara en lugar de Zubimendi, Silva en perfectas condiciones tras ser reservado en Madrid y Januzaj en lugar de Portu. En definitiva, que en el Wanda reservó a varios de sus jugadores clave para intentar sacar adelante un duelo vital como el de ayer. Las cuentas estaban muy claras: si la Real ganaba y no lo hacían Betis y Villarreal, que jugaban a la misma hora, aseguraba su pasaporte para la Europa League, su segundo gran objetivo de la temporada tras la consecución de la Copa de la edición del año pasado.

En el Valladolid, Sergio, que se jugaba la vida y necesitaba la victoria (la última jornada recibe en casa al Atlético que, en teoría, se juega festejar el título), apostó por ese morboso e intangible plus que dota la ley de los ex, con Hervías y Kodro, dos productos de Zubieta, en su once de emergencia por las lesiones y las bajas.

Como era previsible dada su ansiedad y angustia, los pucelanos saltaron muy fuertes al campo y a los 40 segundos Kodro dispuso de una gran opción en un chut cruzado tras un error de Silva que se marchó fuera. A los cuatro minutos, una falta lateral obligó a Remiro a hacer dos paradas bastante forzadas antes de que, en el primer ataque txuri-urdin, ya con el mago canario asentado, permitió a Isak romper el marcador después de un buen desmarque y de una rosca preciosa. De crack. A los quince minutos, en la segunda ofensiva realista, Oyarzabal sirvió en largo al escandinavo, que se la había dejado de cara con la cabeza antes de cruzar a la red tras pegar en el palo. Por si fuera poco, sin que su dominio fuese excesivamente abrumador, una falta botada rápidamente por Silva apoyándose en Januzaj, que se la devolvió, permitió el tercer tanto, obra del de Arguineguín en un chut espectacular a la escuadra. Lo cierto es que en cuanto Silva se asentó y sacó su mágica brújula se acabó el encuentro por la única y sencilla explicación de que, cuando está bien, marca la diferencia con casi todos. Otro servicio suyo acabó en un remate de Isak que atrapó Masip, antes de que Olaza derribara a Isak en boca de gol tras un buen servicio de Januzaj. El belga volvió a demostrar que es un especialista desde los once metros y subió el 4-0 demoledor que aniquilaba a un pobre Valladolid. El propio Januzaj estuvo incluso cerca de encontrar el quinto antes del final de un primer acto apabullante en el que quedó sentenciado el encuentro por la calidad de los mejores violinistas guipuzcoanos, a los que les costará sorprender a los gigantes pero que pueden llegar a bailar a los terrenales.

En la reanudación, Portu entró por un tocado Isak, que de haber seguido jugando hubiese batido registros al hacer sangre sin despeinarse. El murciano no tardó en encontrar una buena oportunidad con un disparo cruzado que acabó en las mallas y que fue anulado por centímetros. Los pucelanos se estiraron un poco y se acercaron con algo de peligro en varias opciones ante unos locales un poco relajados, pero se toparon con un Remiro que no tenía muchas ganas de quedarse sin mantener su portería a cero. A la contra, el murciano generó otro par de oportunidades, pero se quedó sin el premio del gol. Botín que sí encontró Marcos André, en un remate de cabeza desde cerca, que sin duda soliviantó al de Cascante. Antes del final, el navarro protagonizó un buen par de acciones y en la meta contraria, Roberto López, en una tímida rosca, y, sobre todo, Oyarzabal, después de quedarse solo desde el centro del campo, se quedaron sin ver puerta.

Una pena. La calculadora no le salió bien al cuerpo técnico, ya que no esperaban que en esta jornada los dos perseguidores sumaran los tres puntos para mantenerse a tiro. Es tremendo que este equipo, que llega justo de gasolina y que consigue superarse a pesar de las limitaciones físicas, tenga que esperar hasta la última jornada para asegurar la ansiada meta. Pero a nadie se le escapa que así, con tanto sufrimiento y exigencia, sabrá mejor un objetivo que sin duda ha merecido a lo largo de una temporada interminable. Fueron sus propios jugadores los que dijeron que esta carrera se iba a dilucidar en la última jornada y en los últimos minutos, como sucedió el curso pasado con el famoso tanto de Januzaj en el Wanda.

Solo queda un partido, en Pamplona, ante un rival que siempre vende cara su derrota, como le enseñaron en la casa donde se formó su entrenador. Lo mejor y más gratificante es que con la contundente goleada de ayer en un encuentro decisivo frente a un adversario que se jugaba la vida con la dificultad que ello entraña, los realistas se presentan en la etapa final con la seguridad de que depende de lo que haga en El Sadar. Y eso, llegados a estas alturas y con tantos puntos sumados, tiene un mérito impresionante.

En cuanto se encontraron Silva, Januzaj e Isak, los realistas arrasaron a un pobre Valladolid con un 4-0 antes del descanso

En la segunda mitad, los txuri-urdin se limitaron a aguantar su ventaja ante un rival inofensivo que nunca le puso en verdaderos aprietos