Los vecinos todavía no parecen digerir que la Real venció en La Cartuja el partido más importante que tenía que sacar adelante en 34 años. Ayer, una plantilla bajo mínimos ganó el más importante en lo que llevamos de Liga. Lo hizo con suspense y gracias a una actuación dramática. Una épica victoria sellada con sangre, sudor y lágrimas ante un Celta sorprendentemente belicoso sobre todo por la indiscutible calidad de sus jugadores ofensivos que fueron varios de los que más pegaron. De repente recuperamos la emoción por el campeonato de la regularidad que habíamos perdido tras conseguir el título de Copa. Que nadie pierda la perspectiva, clasificarse de nuevo para Europa es el segundo gran objetivo, solo superado por el de volver a abrir las vitrinas de la gloria. Por si fuera poco, en un duelo condicionado por un arbitraje tan malo como incomprensible, los realistas remontaron un gol en contra. Primero se batieron a pecho descubierto y después cerraron su portería con una solvente labor defensiva. Eso sí, sufriendo como hacía tiempo. Se nos había olvidado que así sabe mejor cualquier éxito.

Llegados a este punto, con el depósito de gasolina medio vacío, acertar una alineación vuelve a ser más complicado que atinar con la Bonoloto. Solo el cuerpo técnico tiene en su mano los datos físicos de sus pupilos para tratar de sacar a los jugadores que se encuentren en mejores condiciones para competir y aguantar el mayor número de minutos al nivel que exige Imanol. A todos nos sorprendió la alineación del oriotarra de la que se cayeron Zubeldia y Zubimendi, que cabe recordar que también se perdieron el encuentro anterior al del Sevilla en Mestalla; y Barrenetxea y Oyarzabal, que también hay que reconocer que no estuvieron en su mejor versión el pasado domingo. En la zaga entró Gorosabel, para que Aritz centrase su posición; con Guridi, que no era titular desde el duelo de Copa de enero ante el Betis, como pareja de Guevara en la medular; y Portu y Januzaj en las bandas para surtir de balones a Carlos e Isak. Una apuesta muy ofensiva sin el 10, cuya ausencia no se le escapa a nadie y que fue la gran noticia de las pizarras. No faltaba de inicio en Liga desde el 29 de septiembre ante el Valencia, aunque tampoco lo hizo en Córdoba en el choque de Copa, en el que solo disputó los últimos 22 minutos. En principio, se podía presagiar un duelo muy igualado, a tumba abierta, con dos equipos muy ofensivos intercambiándose golpes, ya que Coudet tampoco se guardó nada y abogó por su repóquer ofensivo de mucho talento formado por Denis, Brais, Nolito, Aspas y Santi Mina.

Una vez analizados y comprendidos todos los condicionantes y atenuantes previos al encuentro, la conclusión es que ayer era el día. Después de los tropiezos de la víspera de Villarreal y Betis, y ya que la próxima jornada tienen que enfrentarse a Barcelona y Real Madrid, respectivamente, la Real se encontraba con una oportunidad de oro para recuperar la quinta plaza y poder afianzarse en la misma el lunes en su visita a Eibar. Todo ello a pesar de que había encadenado cinco jornadas sin ganar en el momento clave del curso o, lo que es lo mismo, visto desde el prisma del vaso medio lleno, algo había hecho muy bien anteriormente para poder dar semejante golpe en la mesa. Enfrente, un Celta que, aunque partía con una desventaja de nueve puntos respecto a los de Imanol, que marcaban la frontera con los puestos con premio, todavía soñaba con sellar su pasaporte europeo, ya que se tiene que enfrentar a Villarreal y Betis, además de a los donostiarras. Por lo que por muy lejos que estuviese se guardaban ese as en la manga en los duelos directos para intentar ir acercándose hasta que le den las fuerzas. Mucho mérito su remontada y su mejoría, ya que cuando la Real le goleó en Balaídos en octubre le dejó en posiciones de descenso.

El encuentro no tardó en responder a la esperada atractiva batalla entre dos conjuntos a tumba abierta. Una Real a la que le costó entrar en juego y un Celta extrañamente agresivo, rayando incluso la violencia en varias acciones puntuales en las que sus jugadores entraron al bulto con mucho peligro. Pero la primera parte estuvo marcada y condicionada por la esperpéntica actuación de uno de los que se supone es de los mejores colegiados de la Liga. Gil Manzano ejerció de saboteador de una contienda preciosa y hubo un momento en el que ya no sabía ni lo que estaba pitando. Fallaba en todo.

El resumen es que el Celta hizo tres penaltis y solo le pitaron dos. Nada más empezar, Murillo no consiguió despejar la pelota antes de estrellarse en Isak, que no hizo nada para trabarle. Decisión: falta del sueco, justo lo que era imposible de señalar, simplemente porque no era. Poco después, Alberola Rojas, que debía de estar aburrido en la sala del VAR le llamó para que expulsara a Aritz en una jugada en la que se adelanta claramente al balón y no puede hacer nada para evitar la pierna de un Santi Mina que aún se desconoce qué pretendía buscar yendo al muñeco y que se llevó un doloroso golpe en la tibia, con herida incluida. Salvo que el reglamento sancione a quien provoque sangre, algo que no sabíamos, no se puede entender ni la amarilla que le mostró al capitán. Por cierto que en la acción quedó demostrado lo mal que se puede utilizar la herramienta del videoarbitraje porque cuando Gil se acercó a la banda se encontró con una imagen inmortalizada del momento en el que los tacos del txuri-urdin impactan con la pierna del gallego. El fútbol es un deporte de contacto y no puede ser que revisen las polémicas siempre a cámara lenta.

El Celta, que había arrancado fuerte, se adelantó con un cabezazo de Hugo Mallo, otra vez en una estrategia mal defendida, pero tres minutos después empató la Real tras una jugada magnífica entre Guevara, que cortó, Januzaj, Carlos, que asistió sin mirar a lo Ronaldinho, y una gran definición con suspense de Portu. Segundos después, Gorosabel metió en largo a Isak y le derribó Villar. Gil la sacó fuera, el VAR le corrigió. Sin Oyarzabal, el lanzamiento de Isak lo detuvo el meta en una acción muy dudosa, ya que el pie parece estar fuera de la portería (hay una imagen que al parecer podría confirmar que sí pisa, que no emitieron). Si lo está, se debería haber repetido la pena máxima. Esto no es por mucho o por poco, o está o no está. Como el fuera de juego.

Con la Real dominando, Carlos no llegó a un centro de Isak y, en un saque de esquina, Murillo derribó a Le Normand. Esta vez fue Januzaj quien asumió la responsabilidad y, como siempre que le han dejado, marcó. Antes del descanso, guerra sin cuartel y un árbitro superado que no daba una. Terrible, como repite Imanol.

A los pocos segundos de la reanudación, Remiro salvó el empate a remate de Brais y en un cabezazo de Aspas. La Real plegó velas, aunque estuvo cerca de sentenciar en un poste de Portu, dos centros de Monreal y un testarazo flojo de Isak. El Celta atacó mucho, pero se estrelló con los centrales realistas y en la búsqueda de un penalti que se empeñó en inventar.

Y final. De esos que sientan de maravilla. La Real volvió a ganar el duelo clave para recuperar la quinta plaza. Como en Sevilla. Con los tres puntos ya sumados, hoy llegará el momento para hacer una evaluación de daños. El equipo txapeldun tiene alma. El derbi de Eibar será otra historia...

Una Real mermada por las bajas y los problemas físicos de varios de sus jugadores logró aguantar su ventaja en una batalla épica

El Celta, que comenzó muy bien, se empleó con una agresividad poco esperada, sobre todo en varios de sus jugadores de más calidad

Gil Manzano condicionó el encuentro con una actuación esperpéntica plagada de errores y que sacó de quicio a ambos conjuntos