Esta es la diferencia. A principios de temporada, cuando la Real aguantó hasta a la jornada 10 en lo alto de la clasificación, fuimos muchos los que alimentamos el sueño de luchar por el tercer título de Liga. No tardaron en aparecer las malditas lesiones, sobre todo después de una exhibición espectacular en Cádiz, y no tuvimos más remedio que volver a poner los pies en la tierra. Que los sueños son muy bonitos e ilusionantes, pero la mayoría de las veces se quedan en nada. O en demasiado poco. Es cierto que no podemos quejarnos, porque nuestros héroes han abierto la vitrina de los títulos 34 años después, pero en la Liga todavía hay pisos que se nos quedan grandes. Empezando por el aspirar a la gloria más alta y siguiendo, por lo que se ha visto al menos este año, por los puestos de Champions. El Sevilla le dio un baño de realidad a una mermada Real con una victoria que se quedó corta para la manifiesta superioridad que acreditó a lo largo de los 90 minutos.

No es un rival fácil el hispalense para los donostiarras. Su poderío físico le genera muchos problemas. Su presión, más que agobiarle, le angustia. Se trata de un equipo que siembra de minas el terreno de juego para buscar una batalla cuerpo a cuerpo en la que suele salir victorioso porque su músculo impone. No había más que ver de cerca a los dos equipos cuando se iba a sacar una jugada de estrategia. Otro nivel. Pero no solo es eso, el Sevilla es un martillo pilón que va pegando donde más duele, bien estudiado por su extraordinario entrenador, y le da igual si se pone por delante el adversario. Ellos van a lo suyo, golpeando hasta que te tumban. Es uno de los conjuntos más fuertes de Europa y, además, cuenta con futbolistas de primer nivel, capaces de decidir encuentros por sí solos. Mendilibar suele repetir cuando se va a enfrentar al Atlético que es un grande que juega y trabaja como un pequeño. No creo que esté muy lejos de esa definición este Sevilla.

Ayer remontó el tanto inicial de Carlos Fernández, en el habitual capricho del destino; pudo y debió golear antes del descanso a una Real acongojada; y aguantó, sin que le remataran a puerta, su ventaja hasta el final. Con su triunfo le saca a la Real la friolera de 17 puntos en la tabla y se postuló de forma definitiva como candidato al título. Y cuidado, que estos llegan mejor que nadie al epílogo de este apasionante curso que promete emociones.

¿Y la Real? No es fácil el momento en el que se encuentran los blanquiazules. Después de hacer cumbre en la Copa, sin duda el instante más esperado de la temporada, no resulta sencillo aterrizar para remangarse y necesitar sumar muchos puntos para sellar de nuevo el pasaporte europeo. La trama se complica aún más cuando la factura que ha tenido que pagar por jugarse el todo por el todo en la madre de todas las batallas ha salido carísima. Con Illarramendi, Merino y Silva en el dique seco. Se dice rápido, pero no es cualquier cosa. Sobre todo los dos últimos son claves en un equipo que, como es lógico, se tambalea en su ausencia porque no tienen reservas del mismo nivel.

Nadie discute el nivel del canario. Lo hemos comprobado; cuando la tiene y conduce crecen las flores. Encima su compromiso y competitividad son admirables. Pero cuando nadie ponía en duda que Odegaard iba a seguir en la Real, la dirección deportiva preguntó por la cesión de un mediapunta como Kubo. Lo que tenemos muy claro es que el de Arguineguín necesita un relevo de plenas garantías (titular en catorce partidos, 31 puntos; en 17 partidos que no lo ha sido, solo 16 puntos). Esa posición, la del 10, es clave para el buen funcionamiento de este estilo, algo que siempre reconocieron los propios jugadores cuando llegó el noruego el año pasado. Si encima también falta Merino, que es quizá el que mejor puede relevarle y que es quien tiene las llaves para todo, parece lógico y se puede entender que a la Real le cuesta competir, más aún cuando enfrente se te planta un muro inquebrantable. Tiene pinta de que, como sucedió el año pasado, se les va a hacer muy larga la temporada a los blanquiazules...

Imanol anunció una alineación sorprendente que admitía dos tipos de interpretación a los que recurrió. Un 4-4-2, con Aritz de lateral y Carlos un poco por detrás de Isak, o una defensa de tres centrales con Barrenetxea y Monreal de carrileros. El partido comenzó muy bien para los guipuzcoanos. A los tres minutos, Carlos lanzó el primer aviso desde bastante lejos que detuvo Bono, pero solo dos después, en su segundo intento, estrenó su cuenta goleadora con un potente zurdazo a botepronto tras controlar en el área un pase de Aritz. El Sevilla no arrancaba y la Real parecía estar suelta y enchufada. Nada más lejos de la realidad, a los diez minutos, en su primera aproximación seria, un cabezazo de En-Nesyri lo salvaron entre Le Normand y el palo, y el posterior remate de Ocampos se marchó desviado sin que su compañero marroquí pudiera dirigirlo con la cabeza. Los acontecimientos se precipitaron a los 20 minutos. Remiro hizo un paradón a bocajarro de Ocampos. Casi a continuación, un centro de Navas lo peinó Fernando; Le Normand estuvo blandísimo y le sirvió en bandeja el tanto al brasileño. 90 segundos después, un disparo de Ocampos se envenenó tras tocar en Zubimendi con tan mala suerte que rebotó en el poste sin que pudiera llegar Remiro y se quedó suelto para que En-Nesyri solo lo empujara a la red.

Lo que parecía una tarde ilusionante de la Real se desmoronó mientras los sevillistas, ya con sangre en la boca, no dejaban de presionar y no permitían a los locales ni cruzar el centro del campo. Hubo momentos de auténtica desazón y ansiedad. No podían... Ahí emergió la figura de Remiro, que firmó tres paradas de mérito a disparo de Ocampos, en un cabezazo de Koundé y en el posterior rechace de Fernando. Muy buen partido del de Cascante, que mantuvo con vida a los suyos. En el tramo final del primer acto, otra vez en un saque de esquina, Fernando se encontró un rebote para centrar con la testa y, en el segundo palo, En-Nesyri cabeceó a la madera.

En la reanudación la Real equilibró bastante la balanza con tres centrales, pero tampoco logró generar peligro ante la pared sevillista. Al margen de dos posibles penaltis a Le Normand y Zubimendi, a los que les pisan con claridad (ya nos explicarán los señores colegiados cuál es el auténtico reglamento si su disparidad de criterios es lamentable), los realistas solo se acercaron en un centro-chut de Oyarzabal que se escapó fuera. En cambio, En-Nesyri falló un claro uno contra uno tras otro error grave de Le Normand. Los cambios no solucionaron nada y el Sevilla aguantó la ventaja sin despeinarse.

Mucha diferencia para haberse presentado a la cita el cuarto y el quinto de la clasificación. La Real tiene que ser consciente de que solo quedan siete partidos y que va a tener que sacar adelante un mínimo de cuatro de ellos si pretende viajar por Europa el curso que viene. Y entre unas cosas y otras... No lo tiene nada claro y le va a costar mucho.

La Real entró bien en el encuentro y se puso por delante a los cinco minutos gracias al primer tanto de Carlos con la txuri-urdin

El Sevilla le dio la vuelta

al marcador en 90 segundos y si no llega a ser por Remiro, hubiese sentenciado antes del descanso