nsisto, la clave de todo es que faltaba la gente. El precioso Inside, un programa realizado con el cariño que exigimos y merecía la gloria de la Real 34 años después (no era tan difícil; no, no lo era, cuestión de hacerlo con ganas), confirmó el pensamiento que expuse la semana pasada. Sin la gente, no es lo mismo. Reconozco que me gustó mucho el programa, como es lógico por todo lo que representa era sinónimo de éxito seguro, pero si me tengo que quedar con algo es con la despedida del equipo. Sí, lo sé, imagino que para muchos fue una irresponsabilidad al encontrarnos en plena pandemia sin mantener las distancias de seguridad y es verdad, pero volver a ver a la afición txuri-urdin junta, con las camisetas, y las caras de felicidad de todos ellos me pareció lo más. Con el pitido final del encuentro y mi celebración controlada, fueron los momentos más emocionantes que he vivido en esta, para mí, frustrante euforia que nos ha tocado vivir. De todas las imágenes me quedo con la del niño subido a hombros de su aita, besándose el escudo mientras pasaba el autobús con los jugadores golpeando las lunas para devolver tanta afección. El chaval imitando la celebración de Oyarzabal me impactó y me sobrecogió. Me embargó un sentimiento de ternura y me confirmó la máxima de que una imagen vale más que mil palabras.

Lo hablaba el jueves con Carlos Fernández, quien por cierto me causó una sensación magnífica, por su madurez, ansias de triunfar en la Real y perenne gracia sevillana. No deja de sorprendernos que el club hispalense se dedique a exportar productos de su cantera para confeccionar sus proyectos. El último ejemplo, precisamente el del guzmareño, que sorprendentemente no ha tenido apenas oportunidades a pesar de haber triunfado en sus dos cesiones en el Deportivo y en el Granada. Justo esta semana he leído una interesante entrevista en la revista Líbero a Monchi y la verdad es que desarrolla un argumento con el que yo no contaba. Dice el director deportivo sevillista, alma máter del engranaje deportivo de su institución, que “no es vender para crecer. Es generar plusvalía para tener una plantilla por encima de las posibilidades del club. Ese fue nuestro gran acierto. Convertir en ingresos ordinarios algo que son ingresos extraordinarios”. Además , considera su fichaje preferido a Daniel Alves, “no porque sea el mejor jugador, sino porque es el fichaje que sigue los pasos que uno desea. Coste bajo, rendimiento alto y venta por un precio muy importante”. Y desvela una curiosa anécdota de cuando fue a probar al Madrid, que llegó sin guantes y al verle sin ellos, se los prestó otro meta de la cantera. Era Julen Lopetegui, con el que ahora está formando una de las duplas más fiables y triunfales de la Liga.

Hace poco escuché a un psicólogo deportivo comentar que “los futbolistas son unos yonquis del reconocimiento”. Y me acordé de Portu. Y lo volví a hacer cuando decidió la final de la Copa provocando el penalti tras una aventura en solitario que protagoniza al espacio sin la certeza ni de que le vayan a pasar. Suelen decir sus propios compañeros que desde el primer día parecía que el murciano llevaba toda la vida en Zubieta. Incluso en mi primera entrevista, cuando estábamos sacando las fotografías, pasó Aritz Elustondo, más conocido desde el jueves como Jesús Vidal, y se lanzaron unos gritos muy graciosos mientras se vacilaban. A las pocas semanas ya era el rey y desde su primer encuentro lo cambió todo. Uno de los grandes responsables de que el previsible juego de posesión de la Real con Eusebio encontrara las soluciones necesarias para convertirse en una máquina de matar. Después de los números que ha cosechado en las dos temporadas que lleva en la Real, hablo de estadísticas que no admiten ninguna discusión, con ocho goles y tres asistencias este curso y siete y diez, respectivamente, el pasado, me cuesta entender cómo no es uno de los grandes ídolos de la afición realista. Todo eso sin entrar a valorar su espíritu de lucha, su garra, su casta y su gen competitivo y, como comprobamos en La Cartuja, ganador. Pero, que nadie se equivoque, todo eso está muy bien, pero lo mejor que tiene es que es muy bueno y costó solo diez millones, inversión que puso en duda alguno en su día. Porque hay gente para todo. No sé si será por el agresivo club de fans de Januzaj, al que le ha ganado la batalla de largo en el extremo derecho pese a tener mucha menos calidad o quizá sea porque nos estamos aburguesando un poco con el estilo y lo bonito que juega el equipo. Un futbolista como Portu, con esa rabiosa forma que tiene de celebrar los goles, hubiese sido capitán general en Atocha. Los que me conocen y saben cómo he jugado a fútbol toda la vida, no se sorprenden cuando les digo que Carlos Xavier ha sido uno de mis mayores ídolos. Pero entiendo que para muchos otros, el héroe era Océano, que corría por los dos y estaba en todas partes. Y encima era un fenómeno fuera del campo, como también lo es Portu, cuyo talante gruñón ha conquistado al vestuario para convertirle en uno de esos futbolistas que, aunque fueron fichados, acaban siendo considerados como de la casa.

Encima ha alcanzado la eternidad al provocar el penalti que decidió la victoria más importante en 34 años. Solo con eso ya se ha amortizado cualquier tipo de inversión. 48 horas después del título de Copa, Merino concedió una preciosa entrevista a Radio Marca Donostia, en la que explicó que el triunfo fue la consecuencia de todo el trabajo diario que hacen en Zubieta y lo justificó destacando que en cuanto recuperó el balón sabía perfectamente que Portu iba a arrancar a la espalda del central. Justo lo que me pasa a mí cuando veo a la afición txuri-urdin junta, que sé que me voy a emocionar. Que no me puedo sentir más representado en el niño que se besa el escudo a hombros de su aita. Una de esas escenas que merecen un final tan extraordinario como que acabe jugando en el primer equipo de la Real. Te esperamos, crack. ¡A por ellos!