anto hablar de la ubicación de la final en el calendario, tanto quejarnos de que jugarla después del parón internacional iba a perjudicar a la Real, y tiene toda la pinta de que disputar el derbi de La Cartuja el 3 de abril fue lo mejor que nos podía haber ocurrido. Sí, las selecciones convocaron a más jugadores txuri-urdin que futbolistas del Athletic. Pero parece claro que esos quince días de descanso previo supusieron oro puro para la plantilla de Imanol. ¿Cómo llegaron a Sevilla Monreal, Merino o Silva? ¿Cuál fue la clave para que Gorosabel y Portu, los dos principales resortes de la presión alta blanquiazul, mantuvieran al rival lejos de Remiro hasta el tiempo de descuento? Todavía vamos a tener que dar las gracias a Rubiales por colocar así el partido en la agenda. Aunque en NOTICIAS DE GIPUZKOA ya lo hemos explicado y requetexplicado: en realidad no había más fechas disponibles, extremo que confirmó Jokin Aperribay en estas mismas páginas.

La Real deja atrás una campaña de locos. Su verano fue una locura, sin apenas descanso tras el final de la Liga previa y con una pretemporada marcada por los casos de coronavirus en el vestuario. El otoño txuri-urdin no se quedó atrás, con una liguilla europea comprimida en apenas dos meses por exigencias del guión. Y el invierno, con la Supercopa, la Copa 2020-21 y la eliminatoria contra el Manchester United tampoco sirvió para coger excesivo oxígeno. ¿La final después de un parón? ¡Aleluya! Lo del sábado en Sevilla sirvió para abrir de la mejor manera posible una nueva estación, la primavera. Se trata ahora de comprobar cómo avanzamos hasta mayo, porque los depósitos de gasolina están como están. El parte de bajas apunta a ello. El planteamiento de Imanol Alguacil ayer viene a confirmarlo.

Seguro que muy a su pesar, al míster no le quedó más remedio que bajar las revoluciones del motor contra el Athletic. Para empezar, diseñó un muy poco habitual 4-4-2, mediante el que puso un espejo ante el esquema habitual de los rojiblancos y facilitó al máximo las tareas de presión. Si apretar en la final había implicado una amalgama de movimientos exigentes también en lo físico, no solo en lo táctico, ayer significó una tarea simplificada para los jugadores txuri-urdin, que tenían claramente asignado un par. La principal diferencia respecto a La Cartuja, en cualquier caso, estuvo en la agresividad mostrada a la hora de adelantar el bloque defensivo. Consciente de sus limitaciones y resacosa tras días de festejos y celebraciones, la Real apostó de inicio por hacer largo el partido, por que el tiempo transcurriera sin que apenas sucedieran cosas. Ya habría tiempo, con el paso de los minutos, de pisar un poquito más el acelerador.

Lo cierto es que el plan estaba saliendo a las mil maravillas. Si exceptuamos esa buena maniobra de Berenguer cuyo gol seguro desbarató Le Normand, los txuri-urdin no sufrieron para mantener su portería a cero. Y, llegado ese momento de subir la velocidad, cosa que Imanol logró mediante los cambios, el partido pasó a ofrecer sensaciones prometedoras. Con Januzaj atrayendo marcas en la derecha y Portu rompiendo al espacio al explotar la espalda de Iñigo, tenía toda la pinta de que la victoria estaba más cerca que la derrota. Pero de repente pasó lo que en Sevilla el sábado. Si allí un mal pase de Yeray terminó en penalti a favor de la Real, ayer un error de Zubimendi acabó en la falta que dio origen al gol del Athletic.

Afortunadamente, la película no tuvo un mal final, gracias a ese churro de Roberto López. El punto es bueno porque evita que la alegría por el título copero pierda fuelle. Es positivo porque, por mucho que el Athletic esté a diez, confirma el average ganado respecto a los de Marcelino. Y aporta porque sirve para empatar en la clasificación con Betis y Villarreal. Quedan nueve finales que la Real afronta en circunstancias parecidas y a la vez distintas de las de la pasada temporada a estas alturas. Su situación en la tabla resulta bastante similar. Sus tanques de gasolina presentan un estado casi igual de pobre. Pero su bagaje como equipo es ahora diferente, por resultar mucho más rico. El peso de las experiencias vividas debe aprovecharse. Como se aprovechó ayer. Debe pesar en Imanol aquella mejoría de los resultados en julio, cuando el oriotarra fue consciente de las limitaciones de su equipo y apostó por una propuesta no tan de máximos, más pausada. El registro lo tenemos. Y funciona.