- Mikel Oyarzabal no convive bien con el error. El capitán txuri-urdin se vino abajo el domingo al fallar su tercera pena máxima de la temporada. La jugada fue calcada a la de Manchester. Cárdenas le aguantó sin tirarse y, al tener que forzar la postura para esquinar su lanzamiento, se le escapó fuera. Incluso más desviado que el de Old Trafford. Su reacción fue significativa y sobrecogedora. Se puso la camiseta en la cabeza para taparse la cara y, extraño en él, se quedó muy tocado. Incluso llegó a romperla y se la tuvo que cambiar.

Y eso que había empezado el encuentro muy bien con la asistencia del gol a Merino, pero después se le vio apagado. Como atormentado. No se perdonaba haber desperdiciado tres penas máximas (la primera, la más dolorosa, fue la de la tanda de penaltis en la semifinal de la Supercopa frente al Barcelona). Incluso al final de la contienda, en el clásico vídeo que publica la web oficial, al final del encuentro, mientras los suplentes se encuentran festejando la victoria, se le ve retirarse del campo cabizbajo y serio, y todos se acercan para intentar animarle, algo que no es fácil cuando el eibartarra, competitivo como ninguno, entra en uno de sus agujeros negros, como su segunda campaña en el primer equipo cuando no vio puerta hasta la jornada 34 en Valencia.

Hoy en día, en el fútbol se estudia todo al detalle con minuciosidad y el denominador común de los tres penaltis es que Ter Stegen, Henderson y Cárdenas le aguantaron mucho de pie. Uno de los maestros de Oyarzabal, Xabi Prieto, también se vio obligado a reciclarse cuando lanzaba penaltis porque la mayoría de metas sabían que tenía mucho ganado cuanto más resistiera en pie, por lo que cambió y muchas veces ya no ralentizaba su carrera y disparaba con rapidez, dejando con el molde a varios de ellos. Imanol fue claro al término del duelo: "Si Mikel quiere lanzar el siguiente, lo hará porque es el mejor". No en vano ha marcado 17 goles de 20 lanzamientos desde los once metros.