osé Bordalás aterrizó en Getafe iniciada ya la temporada 2016-17, con el equipo en la zona baja en Segunda División apenas unos meses después del doloroso descenso. Transcurridos poco más de cuatro años, el equipo azulón compite en la máxima categoría, jugó la Europa League tras rozar un billete para la Champions y el pasado julio quedó fuera de los torneos continentales en la última jornada. El crecimiento experimentado en el Coliseum Alfonso Pérez con el alicantino en el banquillo resulta incuestionable. Pero el fútbol no entiende de recuerdos y el cargo del propio Bordalás parece ahora correr peligro. Su equipo ocupa la 13ª plaza en la tabla con cuatro puntos de colchón respecto al 18º. Pero tiene toda la pinta de que algo más se cuece entre bambalinas.

La prensa local ha informado esta semana acerca del distanciamiento, cada vez mayor, entre el entrenador del Getafe y el presidente del club, Ángel Torres. “Esperábamos más apoyo por parte de más gente y de nuestro propio club. Esperábamos que defendieran al chico (Djené) y al equipo”, dijo Bordalás tras la derrota del martes contra el Madrid. Tres días antes, el defensa africano había sido expulsado en Sevilla tras una entrada sobre Ocampos, desencadenándose la polémica. Es esta una constante en la historia reciente del equipo, cosa que parece haber colmado la paciencia del propio presidente, cuya actitud pública parece no satisfacer a Bordalás.

El técnico echa en falta más apoyos desde la planta noble. Pero estos no se producen y, mientras, la trayectoria deportiva del equipo tampoco termina de acompañar. Tras concluir la pasada Liga, solo la ausencia de ofertas convincentes frenó la salida de Bordalás, con contrato hasta 2022. Pero su marcha podría precipitarse en caso de derrota mañana ante la Real.