¡Gol! Esa impagable sensación que nos proporciona un tanto in extremis de la Real cuando sirve para puntuar. Isak rescató en el minuto 93 a un equipo que había hecho un esfuerzo admirable, luchando contra la adversidad y los fantasmas que le persiguen desde hace dos meses. Y, aunque muchos no lo reconozcan, sabe mucho mejor cuando el tanto hace justicia a los méritos acumulados durante el partido. Nadie esconde que cuando llegó, a la heroica, ya sin tácticas ni posiciones en el campo, el juego del equipo txuri-urdin había bajado bastantes enteros debido a la impotencia que le provocó el estrellarse una y otra vez contra un muro que durante mucho tiempo pareció infranqueable. Una pared levantada por Emery en el carril central, con dos defensas que parecen vikingos, como Albiol y Pau Torres, y otro gigante, un portento físico, como Capoué por delante. No estaría mal que apuntásemos estas cosas para tratar de entender cómo es posible que este equipo, que marcó un gol y guardó la ropa, y que primero se vio sometido y encerrado por el empuje de su visitante, y que luego plegó velas para cerrar todos los huecos con su jugador más avanzado a muy pocos metros de su área, se encuentra con tres puntos más y estuvo a 60 segundos de escaparse casi de forma definitiva en la tabla. Porque el gol de Isak, el mejor realista en el campo, que volvió a recordar al futbolista imparable de la pasada campaña con unos destellos técnicos deslumbrantes, no solo permitió a la Real evitar otra derrota y sumar un punto, sino que además salvó el gol-average.

Imanol volvió a agitar el árbol en busca de soluciones, aunque menos quizá de lo que muchos esperaban con dos cambios respecto al duelo de Copa. En la zaga dio entrada a Zaldua para que descansara un exprimido Gorosabel; en el centro del campo, volvió a apostar por Illarramendi, tras su polémica expulsión en la Copa, con la novedad de que a su lado situó a Guevara, que regresaba a la alineación, para formar una especie de doble pivote con Merino más adelantado; y en la delantera se mantuvo firme con su tridente favorito, Portu-Isak-Oyarzabal. El relevo en el lateral era esperado y también que siguiera el capitán después del elogio y la velada defensa que le dedicó el técnico en la previa. A pesar de que Portu parece gafado de cara a puerta y ha desperdiciado varias de las mejores opciones de los últimos encuentros que hubiera cambiado su signo, Imanol no quiso prescindir de su trabajo en la presión y cerrando las subidas del lateral (Pedraza) por su banda en detrimento de un Januzaj que continúa sin volver al once tras su lesión y el tirón de orejas del oriotarra del pasado lunes. Como ha quedado demostrado, no tenía nada que ver con el apartado motivacional.

El comienzo del encuentro fue un fiel reflejo de la situación por la ya angustiosa coyuntura que está atravesando la Real. Merino buscó por la banda a Portu, quien combinó en dos ocasiones con Isak, pero el forzado taconazo de este se convirtió en el pistoletazo de salida de una contra letal amarilla. Peña se recorrió más de medio campo sacando muchos metros a un Illarra superado y su centro lo despejó Guevara, quien también repelió el intento de remate de Alcácer con tan mala suerte de que el balón le llegó botando al peor destinatario posible, Parejo, y enganchó a botepronto un obús imparable que se coló sin remisión por la escuadra de la meta de Remiro. Del posible 0-1 al 1-0 en pocos segundos (por cierto, con una posición de Alcácer cuanto menos polémica, porque está al límite del fuera de juego). Y así partido tras partido. Lejos de amedrentarles y de multiplicar sus nervios, los realistas protagonizaron una reacción plena de casta, orgullo y calidad. Sustentada en una presión adelantada más agresiva aún de lo habitual y sin tener ningún problema de jugar en largo para, entre otras cosas, hacer retrasar la poderosa línea defensiva levantina. El principal problema estuvo otra vez en que los realistas no lograron plasmar en el marcador los momentos en los que superó y hasta avasalló a todo un Villarreal en su estadio. Y una de las explicaciones se encuentra en su desacierto en el último pase y en los centros al área. A este apartado añadimos también los saques de esquina. Si hasta uno de ellos a favor acabó en una ridícula tarjeta amarilla a Illarramendi, con la que evitó otra contra vertical.

Isak disparó al larguero antes de que su asistente Oyarzabal no entrara a matar para cabecear un buen centro de Zaldua. El sueco se topó con una gran mano de Asenjo con la derecha y con la zurda no logró darle potencia tras una buena carrera. El Villarreal solo generaba peligro en unas contras vertiginosas. Fue Alcácer su jugador más activo con un remate que atajó Remiro y un sutil taconazo con su pierna mala que salió desviado por el efecto. Y Monreal no atinó en un centro-chut que Portu debió remachar si se hubiera lanzado al suelo.

En el descanso, Imanol, esta vez sí, dejó en el banquillo a Illarramendi, en una decisión que llevaba implícita la asunción de su error en Copa. El partido siguió por los mismos derroteros en la reanudación, con los donostiarras volcados hacia la meta castellonense. Merino no encañonó un buen disparo en una jugada en la que Isak eligió mal al tener a Portu en banda y al murciano se le escapó fuera un buen servicio de un valiente Guevara, que abarcó mucho campo.

Emery ordenó a su equipo replegarse y a la Real le costó mucho encontrar huecos. Demasiado. En parte debido a su enorme esfuerzo físico anterior en la presión. A falta de un cuarto de hora, Le Normand disparó alto; Isak consumió el primer comodín para ser el héroe en un chut que salvó Albiol tras un gran centro de Januzaj; y en la última, un titánico Carlos se llevó dos disputas aéreas, y el último despeje le llegó a Isak, que voleó a la red.

Fue un acto de justicia. Un grito de esperanza. El primer pilar para regresar al exitoso pasado cuando esta Real era imparable. Ahora lo sigue pareciendo pero solo por momentos, ya que en otras da la sensación de ser vulnerable y estar superada por los acontecimientos. Lo malo de pinchar repetidamente contra los modestos es que cuando te la juegas lo tienes que hacer ante los mejores de la Liga. El Villarreal lo es. Pero la Real también.

Tras una buena jugada inicial, la Real encajó un tanto a la contra, pero su reacción fue magnífica y mereció empatar antes del descanso

En la segunda parte, los realistas acusaron el esfuerzo y se estrellaron en un muro que pareció inexpugnable hasta el gol de Isak