l Leganés anunció ayer el fichaje del técnico Asier Garitano, artífice desde el banquillo del retorno del club a la categoría de plata del fútbol estatal tras diez años en Segunda B y de su posterior ascenso a Primera División. Pero esta operación tiene su matiz txuri-urdin, ya que Garitano, extécnico de la Real, llega para suplir a José Luis Martí, exjugador del equipo guipuzcoano, con el reto de ponerse cara a cara frente a su glorioso legado. Lo hace algo menos de tres años después de su salida con el anhelo, cuanto menos, de igualarlo.

No es poca cosa si se tiene en cuenta que de su mano los madrileños crecieron hasta donde nunca antes lo habían hecho desde su fundación, no solo deportivamente sino también en otros aspectos relevantes.

Si bien es cierto que ese milagro tiene muchos padres no lo es menos que el entrenador se convirtió para la masa social en una de las figuras más visibles de este gracias a su sencillez, su identificación con una ciudad en la que es Hijo adoptivo y un discurso que invitaba a creer por encima de lo imaginable para muchos.

De hecho, ya en su momento escapar del infierno del tercer escalón del fútbol se consideró un logro y motivo de agradecimiento entre los seguidores. Aquel éxito sería el aperitivo de lo que estaba por venir, un equipo en la elite dos años después que consiguió mantenerse en ella cuatro campañas y alcanzó incluso unas semifinales de Copa.

Este último hito, y las dos primeras salvaciones, corrieron a cargo del preparador de Bergara antes de su marcha en busca de nuevos retos. No terminó de cuajar sin embargo ni en la Real ni en el Alavés, que dejaron de contar con sus servicios antes de finalizar la primera temporada de ambos proyectos.

Mientras el Leganés apostó primero por el argentino Mauricio Pellegrino, que tras lograr una salvación holgada en su curso de bautismo no pudo dar continuidad a lo alcanzado en el inicio del siguiente. Acto seguido Luis Cembranos ejerció de interino hasta que le relevó el mexicano Javier Aguirre, cuyos esfuerzos por lograr la permanencia pese a las adversidades de la pandemia o las ventas inesperadas no fueron suficientes.

Y el último en pasar por la banda ha sido el extxuri-urdin José Luis Martí, en quien se confió para la vuelta a Primera pero que se queda sin trabajo dejando al equipo en sexta posición y a once puntos de los puestos de ascenso directo.

En cualquier otra época los leganenses se darían por más que satisfechos con esa situación pero no en la actual, donde la exigencia ha aumentado en gran parte debido a los resultados que cosechó quien vuelve a tomar las riendas.

Ahora Asier Garitano se pondrá al frente de una plantilla en la que siguen viejos conocidos de su etapa, como son Cuéllar, Bustinza, Rubén Pérez y un Eraso al que ha dirigido en tres categorías diferentes. Juntos trabajarán en la instalación deportiva que se levantó durante su estancia.

Además, contará con futbolistas de gran cartel en la categoría de plata, entre ellos otro extxuri-urdin como el centrocampista Rubén Pardo, a los que podrían sumarse algún otro antes del cierre del mercado de invierno. Para ello tendrán que darse salidas y deberá replicarse contrarreloj la buena conexión que parecía haber entre el entrenador y la dirección deportiva. Esta facilitó la llegada de hombres que acabarían siendo clave, muchos de ellos procedentes de las canteras vascas.

Así las cosas, sin tiempo que perder comienza una nueva era. La de Garitano es una decisión valiente, un paso adelante para ayudar a una localidad y una entidad donde es el segundo técnico con más partidos oficiales a su espalda (222). Se trata de una apuesta arriesgada en la que tiene mucho que perder pero también mucho que ganar, la opción de demostrar que nada de lo que sucedió fue casualidad.