ahí estaba la Real. Lo sabíamos desde marzo, cuando se clasificó para la final de Copa. Por conocido y asumido de antemano, sin embargo, no podemos dejar de valorarlo. Fue una noche de fútbol con sabor añejo, con esas prórrogas y esos penaltis que no acostumbramos a verle a nuestro equipo. Por encima de la presencia txuri-urdin en toda una Supercopa queda además lo transmitido por el equipo. Valiente. Descarado. Justo con sus señas de identidad: eran las que le habían traído hasta aquí. No quedaba otra que darles continuidad. En la tanda de penaltis terminó saliendo cruz como podía haber salido cara. No importa. O importa poco. Porque lo que hicieron ayer Imanol y los suyos fue construir club. Construir Real. Miles de niños guipuzcoanos habrán acudido hoy a la ikastola con una mezcla de sueño y orgullo, vestidos con su camiseta blanquiazul, posiblemente acusando la resaca de sus primeras lágrimas como aficionados al fútbol. Esos ya no cambiarán nunca. Serán de su equipo para toda la vida.

La Real encaró el partido desde una perspectiva realista, valga la redundancia. Imanol y su equipo son plenamente conscientes de las limitaciones actuales: el físico ya no da para jugar 90 minutos (o 120) con la propuesta original. Así que toca buscar alternativas. Veo bien el híbrido de anoche contra el Barcelona, en un duelo planteado en función de los momentos. De inicio, presión agresiva. Cuando el rival se hizo con el dominio, un bloque bajo muy trabajado, con una zaga de cinco gracias a la incorporación de Guevara. Y pensó incluso el míster en un bloque medio con Guridi saltando a por Lenglet. Los txuri-urdin fueron alternando funcionamiento según las circunstancias. Demostraron que manejan herramientas para ser competitivos lejos de su registro de partida. Y ya durante el tramo final agradecieron sobremanera esos litros de gasolina que ahorraron cuando actuaron más retrasados. Firmando un despliegue digno de elogio, emotivo desde nuestra perspectiva, estuvieron más cerca de la victoria que el Barcelona durante la segunda parte de la prórroga. Perdieron, pero nos hicieron sentir orgullosos.

¿Y ahora qué? Lo primero que hizo la Real después de caer eliminada de la Supercopa fue juntarse en el círculo central y seguir siendo un equipo. Asumió el dolor de la derrota con entereza, sin escenas dramáticas, dando relevancia a lo que se acababa de escapar pero sin ofrecer espectáculos lacrimógenos. Hay mucha tela que cortar todavía, muchos retos que encarar. Otra cosa es la forma en que se haga. La mirada inicial a este respecto apunta a la enfermería. Se trata de recuperar efectivos, cuantos más mejor, cuanto antes mejor. A partir de ahí, tocará evaluar cuál es el despliegue disponible para jugar de una u otra manera. En este espacio llevamos ya semanas insistiendo en que difícilmente volveremos a ver este curso a una Real tan redonda y efectiva como la de octubre y noviembre. Su propuesta de máximos resulta difícilmente sostenible en el tiempo. Pero el partido de anoche nos aportó dos buenas noticias en clave de futuro.

Sí, dos buenas noticias. Por si no había quedado claro, tenemos un entrenador y un cuerpo técnico que se estrujan la cabeza explorando soluciones y alternativas. Y, por otra parte, resultó igualmente evidente que la búsqueda de grandes objetivos en forma de títulos no entiende de cansancios. Cuando haya que dar un punto extra, ese punto extra existirá. Existió en julio para entrar en la Europa League. Existió ayer para que Januzaj convirtiera en héroe a Ter Stegen. Existió en Córdoba, sobre todo, para que toda una afición se acostara cabreada pero sin ningún reproche que hacer a los suyos. No sé cuándo dejará de sentarse en el banquillo txuri-urdin. Ojalá sea muy tarde. Ojalá tarde años. Pero a día de hoy ya sabemos cuál será el gran legado de Imanol el día en que se marche. Trascenderá a sus victorias y a sus (ojalá) títulos. Imanol ha conseguido que, incluso en la derrota, estemos siempre orgullosos del equipo. El próximo día 23 visitará Anoeta el Betis. A puerta cerrada. Qué pena. Nos perderemos la ovación y el reconocimiento que merece esta Real. Vayan los míos desde aquí, de forma virtual.