uando comienzan las temporadas, cuando los aficionados lucen aún estupendos bronceados y el sol todavía calienta de lo lindo, el fútbol arranca desprovisto de trascendencia. En realidad sí que la tiene, porque hay puntos en juego, puntos que en septiembre valen lo mismo que en mayo. Pero los partidos carecen de ese aroma a todo o nada, de ese aura casi agónica que lucen las citas claves. Consecuencia de ello es que el juego de finales de verano poco tiene que ver con el de primavera. O incluso con el de las navidades, cuando los equipos ya se van conociendo al dedillo los unos a los otros. Hay en toda campaña un momento, el momento, en el que el panorama cambia sobre el terreno de juego. La clasificación exige. El rival te tiene perfectamente estudiado. Las victorias se encarecen. Y resulta difícil, por ejemplo, correr como le gusta a esta Real.

Le sucedió a los de Imanol el pasado curso, también antes del confinamiento. Cogieron carrerilla en un otoño para el recuerdo. Brillaron en diciembre. Y aguantaron el ritmo en enero, con la victoria del Bernabéu como punto culminante. A partir de entonces, ninguno de sus éxitos se produjo como consecuencia de la vertical y eléctrica propuesta que nos había enamorado. Tocó, en cambio, enfrentarse a un fútbol de bajas revoluciones, un nuevo contexto al que el equipo se adaptó a trancas y a barrancas, no sin acusar la metamorfosis. Terminó la Real, eso sí, mostrándose competitiva dentro de un registro muy condicionado por las circunstancias. Estaba cansada, los adversarios conocían sus fortalezas, cada triunfo valía oro€ Y hubo que amoldarse. ¿Ha vuelto a llegar ahora el momento de cambiar el chip?

Al concluir el pasado mercado estival, el club no fichó a ningún defensa tras vender a Diego Llorente. Y surgió entonces la habitual pregunta. ¿Tiene la Real mejor equipo que la pasada temporada? Se trata de una cuestión mal planteada, porque los equipos no se tienen. Los equipos se son. Y la Real era en septiembre del actual 2020 mejor equipo que un año antes, gracias principalmente a su bagaje de junio y julio. Sin gasolina en el depósito, mostró entonces una nueva cara, más pragmática y pausada, que quizás las circunstancias obliguen a rescatar ahora. Primero, porque el calendario no va a conceder tregua. Segundo, porque la experiencia de la pasada campaña dice que los triunfos seguirán estando cerca. Y tercero, porque después de las uvas de Nochevieja los planteamientos de los rivales no implican ya demasiadas alegrías: todo el mundo necesita los puntos, mucho más que antes.

Lo aquí expuesto, más que un análisis de la derrota contra el Atlético, supone un pronóstico de lo que puede esperar en el futuro a corto y medio plazo. El partido ante los colchoneros significa, eso sí, un ejemplo de lo que sufre esta Real cuando le cuesta darle ritmo al juego. Anoche no pudo hacerlo porque se medía a uno de los mejores equipos de Europa. Y le seguirá costando a partir de ahora por todas las circunstancias enumeradas en el párrafo anterior. Escoció ayer que, dentro de un partido igualado y muy competido, cuyas dificultades venían asumidas de serie, la balanza se inclinara del lado visitante tras una jugada de estrategia mal defendida. ¿Fue solo cuestión de concentración? ¿O hay algo más detrás de semejante laguna? Lo pregunto porque el equipo salta al campo con la perspectiva de defender a campo abierto, con metros a la espalda de sus zagueros, y luego concede demasiado cuando toca replegarse en torno al área propia. En el tramo final de la pasada Liga, mientras, figuraba en el guion que, llegado un momento, iba a tocar juntarse y sufrir: alcanzado ese punto, los regalos brillaban por su ausencia.

Lo siento, pero es que soy muy cabezón y voy a dedicar también el último párrafo a las jornadas que cerraron el pasado campeonato. ¿Cambió la Real? Sí. ¿Renunció a ser ella misma? No. Consciente a partes iguales de su identidad y de sus limitaciones, salía al campo dispuesta a desarrollar su propuesta original, y sabedora también de que la idea no resultaba sostenible durante 90 minutos completos. Estoy convencido de que el estado físico de la plantilla resulta ahora mucho mejor que el de entonces. Pero la temporada es muy larga, viene cargada, y no se atisban en el calendario huecos lo suficientemente importantes como para cargar pilas adecuadamente. El orgullo y el disfrute que nos viene proporcionando este equipo no están reñidos con adoptar, casi a título previsor, una fórmula que no traiciona nada, se ha demostrado adecuada y produce menos desgaste. Porque toda temporada tiene su momento€ El momento.