DONOSTIA. Un empate previsto de antemano. Una pena, porque un punto en casa nunca puede ser aceptado como un resultado óptimo, sobre todo cuando el equipo se encuentra comandando la clasificación. La Real no estaba preparada para afrontar un partido de la exigencia del Villarreal. Se vio desde el principio. Quizá su error fue demostrarlo de forma demasiado descarada. Desde que empató se notó que daba por bueno un resultado que está lejos de ser el mejor para alimentar el sueño de ganar la Liga. Si a estas alturas el equipo se encuentra en estas condiciones paupérrimas para encarar un duelo ante uno de los gallitos de la competición, parece complicado que se pueda aspirar a unos horizontes de grandeza. La realidad es que en la segunda parte los de Imanol ofrecieron señales de aceptar las tablas y eso, por mucho que se tenga en cuenta lo sucedido en los 90 minutos y el potencial del rival que tenía enfrente, es tan preocupante como decepcionante. La señal inequívoca de que los realistas llegaban al choque agotados es que Imanol no pudo apostar fuerte ni por los cambios de los magníficos activos que esperaban su turno en el banquillo. Al menos, otra pena máxima transformada por Oyarzabal permitió salvar el liderato.La Real llegaba muy tocada al partido. No es cuestión de analizar uno por uno, porque no manejamos toda la información que esconde el club, pero la alineación desvelaba que había problemas. Que no era una situación normal. Imanol introdujo cambios en todas sus líneas, lo esperado. En la zaga, los señalados para descansar fueron Zaldua y Monreal, porque Aritz regresó al lateral, Le Normand y Zubeldia formaron en el eje y Aihen entró en la izquierda. En el centro del campo, regresó Guevara, con Merino y, la gran sorpresa, Roberto López. Y arriba, con Portu y Januzaj tocados, el elegido fue Barrenetxea, junto a Willian José y Oyarzabal. Un once novedoso, algo previsible por el desgaste acumulado y en el que faltaba David Silva, quien, a pesar de que algunos medios quisieron acelerar su recuperación, se quedó fuera de la lista, algo lógico si de verdad tenía una rotura de grado I como había confirmado el parte médico. Y mejor así, porque no es momento para arriesgar al límite con las estrellas del equipo y correr el peligro de una fatal recaída. Eso sí, una vez más, al oriotarra no el tembló el pulso y buscó las soluciones al cansancio acumulado, sin excusas, en la gente de casa. Seis cambios respecto al encuentro de Holanda y ocho canteranos. Así funciona esta Real

El Villarreal se presentó con Emery en el banquillo, experto conocedor de la casa blanquiazul y acobardado entrenador para afrontar el desafío de su vida con el equipo de su corazón, y con un once de gala mucho más descansado que el de su rival por la enorme facilidad de grupo que le ha tocado en suerte en la Europa League y que le permite hacer todo tipo de experimentos con sus canteranos. Bacca, en lugar del lesionado Alcácer, en compañía de Gerard Moreno fue su apuesta ofensiva para hacer sangre con la zaga txuri-urdin. La pizarra de alineaciones se resume en que la Real jugó con los buenos en Alkmaar y el Villarreal lo hizo ayer. Eso de antemano. A priori. Es lo que tiene tener suerte en el sorteo europeo. Pero es lo que hay, no vale de nada lamentarse. Para ser el más grande tienes que afrontar todos los obstáculos que te presenta la competición. No hay más.

El partido no pudo comenzar peor. Aparte del mensaje que ofrecía la alineación, indudablemente de circunstancias, a los seis minutos Aritz se calentó demasiado, llegó tarde a una disputa en el área y golpeó con violencia a Estupiñán. El irrebatible penalti lo transformó Gerard Moreno al engañar a Remiro. El mazazo no hizo daño a la Real. Más bien le espoleó y provocó que sacara a relucir su vena más competidora. Se podrán discutir muchas cosas de este equipo, pero nunca que lo da todo, que se parte la cara por la camiseta y, sobre todo, que cree ciegamente en su plan y en el talento de sus jugadores. No era una versión espectacular y deslumbrante de los blanquiazules, pero sí que reaccionaron como un equipo maduro. Un líder. Peleando mucho y presionando hasta el punto de recuperar en posiciones muy avanzadas varios balones de mucho peligro. El más claro acabó en centrado remate de Oyarzabal tras un fallo de Estupiñán. Barrenetxea malgastó la mejor oportunidad en un saque de banda que defendió mal Pau, pero su disparo a bocajarro lo salvó Asenjo en una acción que no se podía perdonar. Oyarzabal también estuvo cerca del gol en un córner, pero, tras rebotar en su cabeza, la pelota se marchó por encima del larguero. A la media hora, con la Real dominando con nitidez y siendo claramente superior, Merino, de tijereta, asistió a Aritz, cuyo valiente cabezazo se marchó fuera. El árbitro señaló inexplicablemente córner y, en el saque del mismo, Pau sacó el brazo y golpeó a Le Normand en una clara pena máxima. Oyarzabal no falló a su cita con el gol desde los once metros. En los últimos minutos, con las tablas, el juego se equilibró y, salvo un susto por un balón perdido de Roberto López, no hubo que destacar muchas acciones reseñables. Las espadas estaban por todo lo alto. Podía pasar cualquier cosa entre dos equipos de muy similar nivel. Lo mejor del primer acto, la valiente reacción de los blanquiazules.

Algo cambió en la reanudación. Fue como si los dos conjuntos hubiesen pactado las tablas en el vestuario. Los 45 minutos se convirtieron en un choque de trenes, insulso, sin ninguna atracción y, lo que es peor, con muy poca ambición por ambas partes. A la Real no le dio para aspirar a una segunda diana y el Villarreal perdió una ocasión magnífica para ganar en Anoeta, y lo mejor de todo es que mientras pasaban los minutos no se dieron ni cuenta. Mejor para la Real, porque el partido estaba para perderlo. Al menos, el funcionamiento del entramado defensivo txuri-urdin fue tan solvente como fiable. Los blanquiazules siguen acumulando partidos sin que les generen apenas peligro y sin encajar apenas goles. Por increíble que parezca, es más fiable su rendimiento atrás que la pegada de sus delanteros centros. La única ocasión destacable en toda la segunda parte fue una cruzada en solitario de Oyarzabal en el área y el rebote del corte de un zaguero amarillo le llegó a Willian José, que se encontró con la mano de Asenjo en su disparo desde cerca. Todo lo demás, nada de nada. El único trabajo que tuvo Remiro fue abrirle la ceja a su compañero Merino. Un aburrimiento absoluto. Y, lo peor de todo, es que encima parecía beneficiar a la Real.

Segundo empate y gracias de la semana. Sin Silva no hay paraíso y el escenario es mucho más diferente e inhóspito que con su juego entre líneas. No se pueden ganar todos los partidos, pero, ante un rival directo como el Villarreal, la Real estuvo muy lejos de sumar otra victoria...